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Una patología que ha existido desde tiempos remotos en la humanidad es la violencia que sufren las niñas, niños y adolescentes. En 1989, en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, se dio una atención muy especial a este problema y se enfatizó el interés superior por este grupo etario con el objetivo de evitar que se afecten sus integridades física, emocional, educativa y económica, entre otras. Dentro de esta terrible problemática destaca una patología médica, el maltrato infantil, reconocido ampliamente como tal desde mediados del siglo XX, cuyo interés y conocimiento se ha incrementado notablemente en muchos países del mundo, incluyendo a México. En 1999 la Organización Mundial de la Salud la clasificó como un problema de salud pública mundial.

Sabemos que el trauma psicológico temprano se relaciona con la enfermedad mental futura, el abuso de sustancias, el comportamiento antisocial y la salud física deficiente. El trauma agudo arroja al cuerpo al modo de lucha o huida, inundando el cuerpo con adrenalina, cortisol y otras hormonas. Existe evidencia de que el trauma infantil afecta el desarrollo neuronal y el funcionamiento de los genes. Los niños, especialmente los pequeños, confían en sus padres para crear estabilidad en sus vidas, permitiéndoles avanzar hacia el desarrollo emocional e intelectual. Cuando ese marco se rompe, no pueden ver el mundo de manera segura. Pueden tener problemas con la confianza, las relaciones, la toma de decisiones y el control de los impulsos, entre otras cosas. Se sabe que la separación de los padres a temprana edad es un trauma especialmente devastador. El daño del trauma infantil puede ser profundo y duradero. Incluso se puede pasar a la próxima generación. El tratamiento es intensivo en recursos, costoso, arduo y, a menudo, solo modestamente efectivo. Si alguna vez hubo una situación en la que un gramo de prevención podría producir una tonelada de beneficio, es en el área de trauma infantil. Desde una perspectiva médica, la eliminación de niños de sus padres podría estar creando una epidemia de problemas sociales, físicos y psicológicos que nos perseguirán por años. Pero incluso con todo eso reconocido, es desde la perspectiva humana que esto es más impactante. Todos hemos experimentado los gritos existenciales de un niño pequeño que incluso ha perdido momentáneamente a sus padres en un supermercado. Dos tercios de los estadounidenses retroceden ante la política de separar a los niños de sus padres. Y ya sean sus propios hijos o los de otra persona, estos todavía son niños. Como adultos, tenemos el deber de protegerlos.

En Estados Unidos se ha visto que en la última década se han detectado, anualmente, aproximadamente un millón de casos de alguna modalidad de maltrato infantil; de ellos, entre 100,000 y 200,000 son víctimas de una agresión craneal intencional y han fallecido entre 193 y 367 de cada 100,000 menores. En México, aunque no existen cifras precisas, se puede decir que este problema es evidente con base en el número creciente de casos extremos atendidos en diversas instituciones gubernamentales, pero básicamente en centros hospitalarios pediátricos de tercer nivel en las dos últimas décadas. En México, un informe periodístico confiable señaló que la atención inmediata y las consecuencias tardías de los daños generados por el maltrato infantil son aproximadamente de 20 mil millones de pesos anuales para las Instituciones del Gobierno Federal. En el mismo informe se estima que para el año 2050 el gasto ascenderá a 147,839 millones de pesos si no se destinan recursos para mejorar la identificación, atención y prevención de esta patología. La tarea es ardua pero la niñez mexicana merece el esfuerzo y el compromiso de todas las personas que tienen la responsabilidad de que ellos alcancen a plenitud su autonomía, autoestima, creatividad, felicidad, educación, solidaridad y salud. De otra manera, este grupo etario seguirá siendo víctima de todas las adversidades sociales en boga y víctima de la violencia existente en sus diversas modalidades.

Dr. César Álvarez Pacheco

cesar_ap@hotmail.com

@cesar_alvarezp

Huatabampo, Sonora.

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