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DOMINGO XX ORDINARIO (AGOSTO 19 DE 2018)

PRIMERA LECTURA (Proverbios 9,1-6)

«Vengan a comer de mi pan y a beber del vino que he preparado», el libro de los Proverbios utiliza un recurso literario llamado la “sabiduría personificada” y presenta a la sabiduría de Dios con una personalidad propia y en cierto sentido separada de Dios; aunque estamos en un libro del Antiguo Testamento que es escrito en una noción monolítica de la unicidad de Dios; nos encontramos ya con una visión, alejada quizá pues la “sabiduría” es la primera creatura de Dios, de lo que en el Nuevo Testamento en la revelación de Jesucristo que nos presentará la más profunda intimidad de Dios. Dios no es un Ser solitario, es la comunidad de tres personas en la comunión de una sola divinidad. San Juan llamará “Logos”, una cierta referencia a la “sabiduría”, a la segunda persona de la Trinidad, que se ha encarnado por nuestra salvación. Jesús ha venido a mostrarnos el corazón de Dios, es un Padre amoroso que quiere consigo a todos sus hijos, incluso a los que se encuentran alejados de Él por el pecado.

SEGUNDA LECTURA (Efesios 5,15-20)

«No sean irreflexivos, antes bien, traten de entender cuál es la voluntad de Dios», la vida cotidiana puede hacernos caer en un letargo que tarde que temprano baja nuestras defensas y facilita nuestra caída en la tentación. Constantemente las tentaciones nos rodean y concursan para captar nuestra atención si nos descuidamos entonces fácilmente caemos complicando nuestra lucha cotidiana por nuestra salvación. Esta situación puede desanimarnos y terminar por darnos por vencidos y dejarnos arrastrar por el mal. La voluntad de Dios es que nos salvemos, por eso ha enviado a su Hijo Jesucristo, para mostrarnos el camino más seguro para llegar a Él. El camino consiste en rechazar el mal y optar por el bien, quizá eso no nos haga muy populares o incluso seamos señalados y vistos como “aguafiestas” y perdamos amigos, pues si Jesús fue crucificado, no podemos esperar ser altamente aceptados cuando vivimos en la verdad.

EVANGELIO (Juan 6,51-58)

«Este es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron sus padres, pues murieron. El que come de este pan vivirá para siempre», los judíos se pusieron a discutir ante esta revelación que Jesús hace y es que el Evangelio no puede dejarnos indiferentes. Cuando la Buena Nueva penetra en nuestra vida causa toda una revolución en nuestra manera de ver la vida. El proceso que la gracia va realizando en nuestra vida en muchas ocasiones puede causar tensión mientras nuestros criterios van cambiando por los criterios evangélicos. Decidirnos a vivir como Jesús quiere, nos confronta porque ejerce una presión precisamente en nuestras estructuras más profundas y en la manera en la que nos relacionamos con los demás. Jesús no llega a nosotros para comunicarnos paz, al menos a la manera en la que pensamos, llega para causar violencia porque nos es tan fácil dejar atrás el pecado en el que nos hemos acostumbrado a vivir. Es la violencia de no acomodarse al mundo sino cambiarlo a fuerza de comprometernos con la Verdad.

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