¡Vámonos todos a la huelga! Total, jodidos ya estamos

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El 16 de marzo pasado se registró el primer caso de coronavirus en Sonora. Nadie sabía a ciencia cierta cuánto duraría, ni dimensionaba los efectos de la misma. 
Siete meses después contamos 3 mil 071 muertes que no son una cifra fría sino una estela de dolor y llanto en miles de hogares.
A saber cuántos de ellos perdieron al sostén de la familia. A saber cuánto les representó en términos de gastos no previstos la atención médica, no sólo de quienes partieron, sino de los 36 mil que hasta ahora han resultado contagiados.
El impacto en la economía ha sido brutal. Miles de pequeñas empresas desaparecieron, muchas tuvieron que recortar personal; el desempleo detonó la creatividad para recuperar ingresos autoempleándose, vendiendo cualquier cosa y en el peor de los casos, explorando negocios ilícitos.
Expertos han calculado que entre la mala gestión de la pandemia en todo el país, y la peor gestión de la crisis económica habrá de pasar al menos cinco años para comenzar a recuperar los niveles que se tenían antes de la contingencia.
Sonora no escapa a esa proyección. 
Frente a un escenario tan complicado, en medio de todas las desgracias ¿qué tendría que pasar para terminar de partirle la madre al frágil optimismo, a las esperanzas de recuperación, a la posibilidad de mantener funcionando la planta productiva? ¿Qué podría ser el mejor aliado del coronavirus en su cosecha de tragedias?
La respuesta es sencilla: una huelga masiva que paralice la actividad económica en todas aquellas empresas donde la CTM tiene la titularidad de los contratos colectivos de trabajo.
Al menos esa parece ser la idea de Javier Villarreal Gámez, el dirigente estatal de la CTM y los dirigentes de todas las federaciones de esa central obrera, que acordaron emplazar a huelga a todas las empresas para el próximo 10 de octubre.
El motivo: la solidaridad con los operadores del transporte urbano en Hermosillo a quienes las autoridades laborales archivaron un expediente de la huelga a la que habían emplazado por presuntas violaciones a su contrato colectivo por parte de la empresa concesionaria.
Los derechos laborales son, desde luego, sagrados, suele decirse. Y tienen que ser respetados y defendidos incluso con la huelga, otro derecho que los trabajadores deben tener garantizado.
En la coyuntura actual, sin embargo, la amenaza de huelga masiva despide cierto tufillo a política electoral. A presiones desde una CTM cuya relación con el gobierno estatal y con el PRI no pasa por sus mejores momentos, al grado de que en enero de este año solicitó al IEE su registro como asociación política (Alianza Progresista Sonorense), lo que le permitiría sumarse a cualquier partido político en campañas electorales.
De acuerdo con Javier Villarreal, son unos 130 mil afiliados a sindicatos cetemistas los que se irían a la huelga el 10 de noviembre.
De llevarse a cabo, sería un tremendo golpe a la economía estatal y no se diga a la estabilidad laboral mantenida hasta ahora en Sonora. 
Las reacciones no se han hecho esperar. El presidente de la CMIC, Alfonso Reina Villegas hizo un llamado a la unidad “en estos tiempos de retos inéditos donde la cordura y sensatez deben prevalecer sobre cualquier interés que no sea el mantener el bienestar de los sonorenses con fuentes de empleo confiables”.
El titular de la secretaría del Trabajo y Previsión Social, Horacio Valenzuela Ibarra consideró que la huelga generaría un impacto negativo y un ambiente de incertidumbre en medio de un proceso de reactivación económica en el que está inserto el estado por la pandemia.
Reiteró su llamado al diálogo y recordó que la CTM suscribió el Pacto para que Siga Sonora y se comprometió a poner su parte en estos momentos que requieren la solidaridad de todos: “No es con amenazas ni divisiones como vamos a lograrlo”, sostuvo.
Agregó que las demandas de los operadores del transporte urbano orillarían a un incremento en la tarifa, lo que repercutiría en el bolsillo de los usuarios.
 “Por eso nos parece una inconsecuencia, una falta de solidaridad y compromiso con los que menos tienen, la revisión y el ofrecimiento que hacen las dos empresas del transporte urbano de Hermosillo, se atendieron 8 de 9 puntos, que fueron los que se plantearon en su demanda, se está ofreciendo un incremento al tabulador salarial de 7%, casi todas las empresas revisaron sus contratos colectivos de tabulador salarial en el orden del 6, del 5, muy pocos en el 7 %, pero casi todos con un incremento entre 5 y 6%”, señaló.
Ya veremos cómo evoluciona este conflicto, cuántas demandas serán cumplidas y cuántas candidaturas le tocan a la CTM para el próximo proceso electoral.
II
Seguramente la acuciosa lectora, el curado-de-espantos lector se habrán dado cuenta que las campañas electorales ya arrancaron y nos ofrecen un bonito catálogo de triquiñuelas para burlar los tiempos oficiales, en abierta promoción de candidatos y candidatas de todos los partidos políticos.
La subcultura democrática de antaño es la de hogaño. El que encuentre la mejor y más creativa manera de chapotear alegremente en las lagunas de la legislación electoral para promocionar a sus candidatos y candidatas es el campeón.
Ahora que los delitos electorales se sancionan con cárcel, la mapachería se remasteriza y los mapaches ensayan HashTags, slogans de dudosa originalidad, imágenes, notas, consignas y cualquier truco que maniate al Instituto Estatal Electoral o a la Fiscalía Especial de Delitos Electorales para abrir expedientes.
En este juego ya muy jugado, vemos a funcionarios públicos de cualquier nivel y de cualquier partido, a liderazgos diversos promoviendo abiertamente a sus candidatos y candidatas. Vemos también aspirantes a cualquier cargo repartiendo despensas y utilitarios; andan repentinamente insuflados de solidaridad social recorriendo barrios y colonias (cuidándose bien de publicitar ese súbito aliento de bonhomía) o convocando a ruedas de prensa para fijar serios posicionamientos sobre la inmortalidad del cangrejo y otros enigmas irresueltos.
Y de las campañas negras, ni se diga.
Este es, señoras y señores, el prólogo del proceso electoral más sucio en esta materia, de los que se tenga memoria.
Ya lo veremos.
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