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Lo que sucede en Guaymas está a punto de tipificar la ingobernabilidad que pudiera derivar en solicitudes de juicio político, desafuero y/o revocación de mandato para el conflictivo y obcecado alcalde Lorenzo De Cima Dworak, reeditando, con sus bemoles, lo ocurrido en la década de los 90 con la alcaldesa Sara Valle Dessens.

Lorenzo de Cima ha hecho de su ejercicio de gobierno una mala copia de aquel que encabezara Guillermo Padrés en el plano estatal: sobradas presunciones de corrupción, nepotismo evidente (su hermano Lucano hace las veces de vicepresidente); choque frontal con cualquiera que no valide y aplauda su quehacer, incluyendo medios de comunicación y periodistas, lo que ya derivó en la renuncia de su directora de Comunicación Social, Águeda Barojas.

O la idea patrimonialista del gobierno que es igual al partido, de manera que Lorenzo tiene como secretario de Desarrollo Social a Carlos Valenzuela Villedent, que a la vez es secretario general del PAN municipal y, dicen los colegas porteños, jefe de troles en redes sociales.

También lo ha dañado una supina incapacidad para cabildear y gestionar en instancias estatales y federales, que le ha impedido resolver o al menos paliar la difícil situación financiera que vive el ayuntamiento, y que en los hechos se traduce en falta de inversión en obra pública y programas de gobierno.

Por si algo faltara, el alcalde porteño está viendo moros con tranchete por todos lados y su paranoia lo llevó a acusar a varios personajes de la vida pública guaymense, como potenciales terroristas que planeaban actos de sabotaje durante el fracasado carnaval, alertando a las autoridades estatales y federales sobre “actos criminales inminentes”.

Entre los miembros del Al Quaeda municipal, el alcalde enlistó a su antecesor Otto Claussen, al diputado panista Manuel Villegas, a periodistas y activistas porteños, entre otros.

La presunta paranoia y esquizofrenia de Lorenzo de Cima se le endosa a Javier Alcaraz, su asesor de imagen que por cierto, le está dando los mismos resultados que a Guillermo Padrés y, dios guarde la hora, no lo vaya a llevar a compartir crujía.

También dicen que el Chivo Alcaraz ya no lo asesora, sino que sólo le ayudó a diseñar la imagen institucional de su gobierno, empresa en la que no le alcanzó más que para ‘piratear’ el logo de Google (G+), una chamba por la que el propio Chivo se ha encargado de aclarar que todavía le debe 400 mil pesos.

Dicen que Javier Alcaraz ya no trabaja para Lorenzo de Cima, pero hay un hecho incontrovertible: los mismos troles que le trabajaban a Guillermo Padrés son los que le trabajan a Lorenzo. Y por cierto, son igual de divertidos en su pendejismo.

Pero el asunto va más allá. Tiene que ver con la gobernabilidad en el puerto. Con la imposibilidad de hacer un buen gobierno mientras se reproduce el padrecismo de tan triste memoria.

Ayer, Manuel Villegas acudió al Palacio Municipal de Guaymas para solicitar al alcalde información clara sobre los presuntos actos criminales en los que se le involucra porque, desde su punto de vista, el señalamiento es bastante serio y no lo implica sólo a él, sino que, como integrante de la actual legislatura, sus actos pudieran incriminar a la institución, al Congreso del Estado.

¿Se acuerdan del tema del fuero, aquel que no tiene que ver con la individualidad de un diputado, sino con el conjunto de quienes integran el parlamento? Bueno, pues este es el caso.

Ayer, el alcalde simplemente se escondió. Inventó un viaje al DF “para gestionar recursos para Guaymas” según su secretario particular (cuyo currículum pasa por un asalto a mano armada), y evitó carearse con el diputado de su partido, Manuel Villegas, con quien no es el único que tiene diferencias.

De hecho, hasta el cuerpo de regidores en el Ayuntamiento porteño ya está, mayoritariamente, en su contra.

Uno de ellos, José María Cházaro, lo tiene demandado por abuso de autoridad, ya que sus posiciones críticas le valieron que un accidente de tránsito en el que participó fuera tomado de pretexto para encarcelarlo. Cházaro anunció ayer que se deslindaba de la dirigencia municipal, estatal y nacional panista.

Por su lado, Manuel Villegas adelantó que echará mano de todos los recursos que le otorga su condición de diputado, para llamar a cuentas al alcalde Lorenzo, y que explique a qué se refirió con esas acusaciones sobre “actos criminales inminentes” en los que se le involucra, y que el Lorenzo hizo llegar por oficio a la PGR y a la procuraduría estatal.

Guaymas, Guaymitas, tan lejos de dios y tan cerca de Lorenzo, pues…

II

Los decomisos de droga y la detención de presuntos narcotraficantes en Sonora son algo más que un recuento de nota roja. Tienen un ángulo que a veces pasa desapercibido y se relaciona con el daño potencial que representa la distribución de esa droga en las calles, señaladamente el cristal.

No es sólo el daño a la salud para miles de usuarios de ese veneno, sino el drama de la desintegración familiar, la violencia en las calles y en las casas; el incremento en los índices delictivos, de manera notable en materia de robos, asaltos y situaciones que ponen en peligro la vida y el patrimonio de los ciudadanos y generan un clima de miedo, zozobra y desconfianza, que va pudriendo el tejido social.

En las últimas semanas se han dado importantes golpes al narcotráfico, que han evitado la comercialización de cientos de kilos de cristal, heroína, cocaína y otras drogas.

Solamente ayer, en un operativo conjunto entre la Policía Estatal Preventiva y la Secretaría de la Defensa Nacional aseguraron 163 kilos de cristal, equivalentes a casi un millón de dosis que no llegarán a las calles, a nuestros jóvenes y no tan jóvenes.

En días pasados también se decomisó una cantidad importante de esta misma droga, pero modificada para volverla más peligrosa, conocida como cristal azul.

Este tipo de decomisos cierran la pinza de la campaña de prevención lanzada desde el gobierno del estado, llamada La verdad del cristal, que busca generar conciencia sobre el uso de esta droga y ofrece vías de rehabilitación para quienes han caído en la adicción.

Suele decirse que el narcotráfico es un monstruo de mil cabezas, al que le cortan una y le nacen dos, pero lo peor que puede hacerse es bajar la guardia en su combate, porque sería rendir la plaza al narcotráfico y condenar a los sonorenses a vivir en una sociedad decadente, enferma, improductiva y violenta.

Nadie quiere eso para nuestro estado y es hora de poner, cada quien, su parte desde la trinchera en la que nos encontremos.

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