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Semos bien machas

Cuando el novio de Lesby Berlín Osorio le dio muerte, ahorcándola con el cable de un teléfono público en una caseta del campus UNAM, en mayo pasado, México se estremeció y salió a las calles a exigir justicia.

 

Cuatro meses después, el crimen contra Mara Fernández Castillo volvió a sacar a miles de personas a las calles para protestar contra la violencia de género, que ya cuenta más de 47 mil mujeres asesinadas en los últimos 30 años; poco más de 10 mil, de 2012 a la fecha. Cada tres horas, en el país matan a una mujer.

 

Es el paisaje del horror.

 

Paradojas lúgubres: cuando asesinaron a Lesby, Mara escribió en su cuenta de Twitter, usando el hashtag de la ocasión #SiMeMatan: “es porque me gustaba salir de noche y tomar mucha cerveza”.

 

Cuatro meses después, un chofer de la empresa Cabify (taxis seguros, vaya  sarcasmo triste, apesadumbrado) le dio muerte después de violarla. La joven regresaba de una fiesta y solicitó el servicio de taxi cuando un amigo que conducía el carro en el que viajaban, fue detenido en un filtro policiaco, por conducción punible.

 

Lo que siguió después queda en el ámbito de las decisiones personales y el derecho de cada quién a vivir su vida como mejor le plazca. Mara terminó en el fondo de una barranca, envuelta en la sábana de un hotel, y su asesino ya está bajo prisión preventiva, y puede alcanzar una condena de más de 80 años.

 

Mara es una de las miles de mujeres que mueren cada año en México por crímenes de odio. Por la ancestral misoginia que en los últimos años se ha acendrado, acaso como consecuencia de las victorias que desde diversas trincheras, han conseguido las mujeres, y por la pequeñez, la escasa capacidad de muchos hombres por asimilar conceptos como equidad, igualdad, respeto, tolerancia.

 

Es la hora, creo, en que hombres y mujeres debemos abrazar causas comunes. Y una de ellas es el freno a la violencia de género, más allá de los Hashtag, el activismo de teclado y las posiciones irreductibles y espeluznantes que nacen de la incapacidad de amar lo diferente, aunque se abriguen en el arcoíris de una inclusión que sólo es, si yo digo a quién incluyo.

 

La marcha en el DF fue convocada por varias organizaciones. Militantes de una de ellas, expulsó a un periodista comprometido con las causas de la democracia, en las que se incluye la igualdad de género. Pero fue expulsado, vituperado, agredido por mujeres. Mujeres de una de las organizaciones que convocaron a la marcha, y que ciertamente tienen como usos y costumbres, como “cuestión cultural” no permitir que a la cabeza de la marcha vayan hombres. Los que quieran sumarse, deben ir detrás de ellas.

 

Lo siento, pero el machismo mexicano no sólo ha producido machos, sino también ‘machas’.

 

Es necesario decir que en esa marcha, coincidieron hombres y mujeres (o mujeres y hombres, para no herir susceptibilidades de ponderación), sin mayores problemas. Y que hubo muchas mujeres, de probado compromiso con las causas de la democratización de la vida pública en el país, que condenaron la agresión a Jenaro Villamil.

 

No. Esa agresión no minimizó la marcha ni la protesta, pero sucedió y hay que señalarla.

 

No fue “la marcha” la que agredió al periodista, fue un contingente de mujeres que consideran inadmisible la presencia de un hombre junto a ellas, en la vanguardia de la marcha. Si un varón quiere participar, debe ir detrás de ellas. Aunque Jenaro haya ido a documentar la marcha, como de hecho lo hizo con la mejor voluntad y profesionalismo, cometió el error de elegir el lugar equivocado para su cobertura.

 

El feminismo tiene, como movimiento global, muchas expresiones. No todas son bien intencionadas. Asumir la ‘causa de las mujeres’ como dogma, sin detenerse a pensar que hay mujeres más ‘machas’ (en el peor sentido del término) que algunos hombres, es dar vueltas en el mismo círculo donde no se llega a ninguna parte.

 

Los extremos, en la línea de la participación política, suelen tocarse. Ni la primera ni la única vez que el Estado alimenta grupos ‘radicales’ para provocar la violencia y sacar de foco los motivos seminales de la protesta. (Ovulares, pues, para no caer en discusiones sobre el carácter primigenio de las cosas).

 

No sé qué es peor: si los infiltrados en las movilizaciones sociales, o quienes han hecho de las mismas un espacio patrimonial en el que deciden quién, cómo, cuándo y dónde pueden participar. Y a quién excluir, expulsar, agredir, desde luego. Los infiltrados van por paga, los otros no. Y no sé qué sea peor, porque finalmente el resultado es el mismo: desacreditan la causa que se supone defienden.

 

Esto no es nuevo.

 

Les contaría, por ejemplo, de la marcha del 2 de octubre de 1987 en el DF, y las locuras de un cabrón rubio y barbado al que apodaban “El Jesucristo”, activista universitario que encaró a los militares gritándoles “Chinguen a su madre, cabrones, les vamos a dar otro 68”.

 

Íbamos a la marcha en un camión, al que se le emparejó otro lleno de soldados. El “Jesucristo” sacó la cabeza por la ventana y les gritó así a los militares, que por cierto iban inopinada y desenfadadamente fumando mota.

 

Y en eso, otro compa lo jala y le aclara: “oye cabrón, en el 68 perdimos”.

 

Y el resto de los compas lo calmamos, antes de que hubiera pedos mayores, en aquellos tiempos cuando era más peligrosa una bayoneta que un tuit.

 

En vía de mientras, #TodosSomosMara

 

II

 

Con frecuencia escuchamos -y decimos- que los problemas sociales no se resuelven por decreto. Y con eso aludimos a las reformas legales o la creación de nuevas leyes que incidan sobre el comportamiento humano en una sociedad cada vez más compleja y con nuevos enigmas por resolver.

 

Y pudiera ser que algunas adecuaciones al marco legal no entren en la categoría de las de ‘gran calado’, como suelen llamarle también a las ‘reformas estructurales’, pero sí comienzan a ofrecer resultados tangibles.

 

El diputado David Palafox Celaya hizo eco de las demandas de organizaciones protectoras de animales y juntos crearon y lograron la aprobación de una ley que sancione el maltrato animal. En Sonora, ya cayó el primer detenido por ese delito.

 

Se trata de un joven que agredió con un machete a un perro llamado “Max”, provocándole serias heridas. El tipo tenía antecedentes por agresiones a otras personas. Ya está bajo prisión preventiva y podría alcanzar una condena de hasta tres años.

 

En días pasados, agentes de la AMIC catearon una casa de empeño, asegurando enseres diversos, de dudosa procedencia. Pantallas planas, celulares, laptops, entre otros artículos.

 

El operativo manda una señal contundente hacia los propietarios de ese tipo de negocios, donde usualmente van a dar muchos artículos, producto de los robos. La Fiscalía General del Estado, a cargo de Rodolfo Montes de Oca Mena, parece decidida a continuar con esos operativos, lo cual es plausible.

 

Estas acciones, vale citar, se derivan de las recientes reformas al Código Penal del Estado, para regular la actividad de casas de empeño, yunques y recicladoras, promovidas por el diputado Palafox. Bien por eso, y bien por la Fiscalía General.

 

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