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Siglo XXI, impregnado de contrastes.- A pesar del sentimiento de buena voluntad, centellea en diciembre el relámpago de la violencia.- Juan Eulogio Guerra Aguiluz, enviaba a sus amigos, en el Cajeme de los 60, un bello y combativo soneto, como postal navideña

Bernardo Elenes Habas

Se percibe en el ambiente -pese al frío que se cuela furtivo por calles, caminos y veredas-, un espíritu de unidad, de buena voluntad entre la gente. 

Son, quizás, los días vertiginosos que se viven. Las noches de constelaciones bellísimas que parecen temblar en el firmamento. La extraña prisa por llegar a alguna parte y esperar algo que no se puede explicar, que sólo se presiente. 

Son días, los de este siglo XXI, impregnados de contrastes. 

La ciencia, la tecnología alcanzan plenitud asombrosa. 

Pero también, en el extremo de ese rayo de luz esperanzador, destella el relámpago rojo de la violencia. Acecho representado por la criminalidad desatada. Por la agresión sin límites contra la integridad de niños y jóvenes, a quienes, mentes perversas, arrojan sin misericordia a la vorágine de las drogas y sus vericuetos infames. 

Sin embargo, brilla una estrella de aliento para la Humanidad. Por ello la importancia de estas fechas donde el ser humano se reencuentra consigo mismo, y tiene, a partir de ese momento único y sublime, la oportunidad para determinar su nuevo camino, o de persistir sobre senderos retorcidos, que lo conducen a la soledad, la violencia, la locura, la muerte… 

Dentro de tres días será Nochebuena. 

Tiempo impregnado de fascinación que a varias generaciones del Cajeme rebasado por el tiempo, les hacen recordar el bello y combativo soneto que mi amigo entrañable, Juan Eulogio Guerra Aguiluz (hermano del legendario Profe Guerra, padre del actual rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa Juan Eulogio Guerra Liera, tío del Pepe Guerra), poeta cajemense, sinaloense, de la eternidad, solía enviar, convertido en una bella y reflexiva postal navideña: “En esta Navidad que se divisa/ por el ojo bordado en laviolencia/ es necesario compartir la vida/ y por partes iguales la belleza. 

“Y sembrados de amor en cada espiga,/ retorciéndole el cuello a la pobreza,/ recoger en la risa de los niños/ la semilla mejor de la cosecha. 

“Y en alta giración de corazones/ con el sol alumbrando los caminos,/ quiero desear a los trabajadores,/ junto al siempre explotado campesino,/ que en esta Nochebuena no les falte/ sobre la mesa, el pan para sus hijos”. 

Le saludo, lector.

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