(Un abrazo solidario para Manlio Fabio Beltrones, su hija Sylvana y familiares, ante el deceso de la señora Sylvia Sánchez, esposa y madre, quien dejó honda huella en Sonora durante el mandato de Manlio, y posteriormente al frente de la Fundación Beatriz Beltrones, institución que continúa cumpliendo su generosa misión detectando y atendiendo padecimientos de cáncer en las mujeres de mi pueblo.
Sé que desde todos los rincones del Estado brotan las plegarias por el eterno descanso de Sylvia, y un pronto consuelo para Manlio y Sylvana, en cuyos corazones vibra y vive Sonora).
Durante los años 40, 50, en la esquina de las calles Tabasco y Cuchus (Jesús García) funcionó un “paradero” para carretas, caballos y mulas de vendedores de agua, leña y carbón, propiedad de don Manuel Mares.- Y en la esquina de Cuchus y Tlaxcala funcionaba “El Paso del Yaqui”, abarrotes fundado en 1949 por don Salvador Varela.
Bernardo Elenes Habas
Durante los años 40, 50, en los barrios y colonias de Ciudad Obregón, comunidad con pocos habitantes que despertaban con ojos asombrados y disposición para construir el progreso, la vida transcurría lenta y apacible.
No había mayores sobresaltos, olor a pólvora y a muerte, ni estridencias vertiginosas como se experimentan ahora; salvo la llegada de las carpas con actores de la legua, o los húngaros con sus funciones de cine.
Los niños y los jóvenes en sus espacios alejados del centro de la ciudad, se constituían en el mejor termómetro de la sencillez de la comunidad y sus asentamientos nacientes, olorosos a vinorama, quelite y yerbabuena, aroma rural que se respiraba en las calles desnudas y en los llanos que se convertían en escenarios para los remolinos de los vientos de marzo y abril, con su presagio de verano.
Durante esos días cargados de quietud, los muchachos y adolescentes que avanzaban tranquilos por las veredas de la vida como Rogelio Arenas, Rodrigo su hermano, Pancho Ibarra, Leonor Habas, Severiano Mares, Ramona Mares, Paco Calderón, Basilio Gómez, y con menos años Javier Leonardo Mares Sarmiento, Esteban Meza, Cachano Arce, sentían como un paisaje común y natural, porque era parte de la cotidianidad, el hecho de que en la esquina suroeste de las calles Tabasco y Cuchus (hoy Jesús García), funcionaba un “paradero” para carretas, caballos y mulas de vendedores de leña, carbón y agua, propiedad de don Manuel Mares. En ese sitio, pasaban la noche los animales a los que se alimentaba y daba de beber, para que estuvieran dispuestos al trabajo del día siguiente.
En dicha esquina, al paso del tiempo se edificaron viviendas, las que hace algunos meses fueron derrumbadas para dar paso a la construcción de un moderno edificio con estacionamiento al frente donde antaño se resguardaban carros tirados por bestias y que, ahora -contraste de los tiempos-, alberga modernos y deslumbrantes automóviles.
En ese transcurrir de años, por la misma calle Cuchus esquina con Tlaxcala, abrieron en el año 1949 un pequeño comercio Salvador Varela y su esposa Ramona Ayala (Mony), matrimonio proveniente de Zacatecas, con notoria calidez humana, respeto y amabilidad en su trato. “El Paso del Yaqui”, le llamaron al abarrotes que pronto creció atendiendo las demandas de alimentos, verduras, pan, carnes, leche bronca, de las familias.
Pero también en “El Paso del Yaqui” se vendían enseres para el campo como lámparas para regadores de siembras, botas de hule, palas, mangueras, piolas, petróleo, lonas.
Efectivamente, “El Paso del Yaqui” era la senda natural de la gente, porque a ese lugar llegaban familias campesinas dotadas de tierras por el presidente Lázaro Cárdenas en 1936-37, concertando créditos con don Salvador “para pagarle cuando llegue la liquidación”, decían. La tienda, en el devenir de los años fue atendida también, esporádicamente, por los hijos de don Salvador y doña Mony, Poncho, Yolanda, Rubén, durante sus vacaciones escolares.
La “liquidación” era la rendición de cuentas y reparto de utilidades en los ejidos colectivos, luego de la cosecha y venta de la siembra, lo que daba pie a temporadas de bonanza y algarabía de las familias, pero también de preocupación por parte de mujeres amas de casa, porque el dinero, en muchos casos, era despilfarrado por los campesinos en cantinas y en la zona de tolerancia de Plano Oriente. Actualmente, en la citada esquina se encuentra una tienda denominada “Tres Hermanos”.
Eran épocas de transición social. Cuando el paisaje tranquilo comenzaba a transmutarse, entrando a los balbuceos de una modernidad no asimilada.
Tiempos en que las antiguas costumbres de la convivencia cotidiana empezaron a erosionarse lentamente, ante el influjo exigente del desarrollo, propiciando el cambio de viviendas de chiname (horcones, techo de tierra y paredes de carrizo enjarradas con barro) por ladrillo y cemento. Introducción de drenaje, agua potable, alumbrado público, estufas de gas que reemplazaron las hornillas para leña. Pero, lamentablemente, cambió también la conducta y el comportamiento humano…
Se cumplía, pues, en Ciudad Obregón y sus barrios, el inexorable sino de toda sociedad que, como organismo vivo, nace, crece, evoluciona y alcanza nuevos horizontes…
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