Poema de domingo.- Estos poemas tienen el corazón de tierra. Cargan música exacta, acordes de guitarra, de una guitarra dura que sólo pulsa el pueblo…
También recuerdo en ellos –en los cantos sin tregua de mi guitarra dura-, la figura de piedra moldeada por el hacha del rayo y de la historia, del caudillo yoreme que condujo a su tribu, que le ofrendó su vida y que no claudicó ni calló sus tambores. Él se llamaba Juan, le decían Tetabiakte…(En el aniversario 121 de la muerte de Tetabiakte, caído en batalla).
Bernardo Elenes Habas
Yo tengo el corazón de tierra y la piel oscura como tú.
Dentro de mí corren los ríos, siento que el aire y la montaña crecen como un murmullo mineral entre mis Tetabiaktebrazos, y el golpe de la vida arde en mis venas con un fulgurante rumor de sangre constelada.
Yo tengo el corazón de tierra y la piel oscura como tú.
Llevo una sensación de eternidad que se convierte en herida cotidiana, en grito irrenunciable encadenado a tu recuerdo, en lámparas dormidas sembradas en el barro desnudo de tus huellas, en turbios tiempos ciegos que exprime sus tormentas para darle a tu nombre el fresco olor rural de la distancia.
Te acecho en los recodos del camino, salto como una sombra en la arboleda, entre las cuchilladas vivas del invierno, y llego hasta los templos solitarios convocado por la cansada voz de las campanas.
Te escribo intensamente, con la caligrafía roja de mi sangre, desafiando la niebla, recorriendo el pecho palpitante de la sierra para encontrar tu vocación de roca y de cristales.
Yo sé, abuelo, padre, hermano sensitivo de la noche, que tu camino de bosque y de rebaños lo iluminaron las líquidas estrellas, y que los pájaros tejieron libertades depositando en tus labios florecidos el nido de los cantos.
Tus voces argentadas y precisas midieron la extensión del sentimiento, sirvieron de antorcha en la nostalgia, fueron amor, bálsamo tibio, cuando narraron la pasión del pueblo.
Enséñame a asombrarme como tú, a beberme la luz de las costumbres, a dibujar con trazo firme y sin borrones el perfil verdadero de lo humano.
Llévame de la mano hermano mío, hasta donde el sol se desparrama como trigo y va dorando la tarde con pan tibio, metiéndose en los valles y en la garganta ronca de las cordilleras.
Yo sé que allí vive tu nombre, allí lo repiten las cañadas cuando el viento glacial besa sus piedras y un siglo de raíces se estremecen.
Hermano, me duelen los poblados que no cantan. El acero es ardiente como balas, y el asfalto conduce hasta la muerte. Se han vuelto grises, fugaces las plegarias, las bocas turbulentas las tornan inseguras, les dan impunidad y las condenan a recoger los frutos sin haber puesto la semilla.
Pero tú puedes volver del Bakatete a repartir espigas para el hombre, a unificar de nuevo la palabra, a construir el sueño de la patria desde el canto plural que te llevaste.
Tú puedes regresar hermano, padre, abuelo, para que sientas el calor de nuestros sueños y nos muestres el murmullo de tu esencia, el silvestre recorrido de tu sangre, la cicatriz de luz que te heredó la sierra, tu convicción irrenunciable por el Hombre.
Nómbranos el rosal, la espina, la distancia, háblanos del rostro tranquilo y tierno de tu padre, de las tibias manos de tu madre y de la fe relampagueante de tu pueblo.
Juan Maldonado Tetabiakte, te escribo humanamente, y se me viene el galope de tus luchas, tu vocación libertaria y justiciera, tu sacrificio en la Nación Yoreme, y te digo que es hora, que puedes bajar del Bakatete a repartir espigas para el Hombre.
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