
Infeliz la coincidencia que en este 54 aniversario de la masacre de estudiantes en Tlatelolco, se de en un contexto de exacerbada militarización impulsada por un gobierno que asegura ser liberal, progresista e incluso de izquierda, que había prometido fortalecer el poder civil de este país.
Este dos de octubre por supuesto que no se olvida y menos ahora cuando la tendencia castrense es sopa de todos los días, respaldada por una intensa campaña publicitaria que pretende hacer pasar a los militares como integrantes de la congregación de las Carmelitas Descalzas.
Miren, por su propia naturaleza, las fuerzas armadas son instrumento de represión y así lo han dejado ver a través de la historia, esa historia que no ha cambiado en los últimos años cuando ahora son parte fundamental de todo el andamiaje administrativo del Estado, en lo que luce un golpe militar “silencioso”, bajo la engañosa premisa de que es el pueblo uniformado.
Quienes vivimos a distancia el histórico movimiento estudiantil del 68 y su trágica culminación, y luego sufrimos en carne propia la persecución de militares disfrazados de civil; la invasión y saqueo de la casa de nuestros padres; la detención y tortura por animales vestidos de verde, difícilmente seremos seducidos por extravagantes conceptos con los que se pretende fundamentar las bondades de la militarización de la vida nacional, con el pretexto del combate al crimen organizado.
Ningún estado militar o militarizado, cualquiera que sea su tendencia ideológica, ha resultado en cosa buena para los habitantes de cualquier país del mundo y quienes aseguren lo contrario son unos falsarios y la gente decente debería desenmascararlos y organizarse para no permitirlo y luchar como se hizo en años posteriores a la masacre de Tlatelolco, el halconazo del 10 de junio de 1971; la guerra sucia de los años siguientes y rescatar el poder popular de la sociedad civil antes de que se revele el verdadero rosto autoritario de un régimen cuatroteniano que obviamente ha extraviado el camino.
Muy peligroso para México y los mexicanos ese coctel donde el principal ingrediente es el ejército y es acompañado por el odio clasista, el divisionismo, el encono y la confrontación que se promueve todas las mañanas desde el púlpito presidencial, todo bajo perspectivas del continuismo electoral o sea, hay que tener mucho cuidado.
Y para completar el cuadro, este dos de octubre en Hermosillo fue inaugurada una exposición militar denominada la Gran Fuerza de México, esfuerzo propagandista que no es nuevo y que ha resultado poco efectivo para restaurar o construir una buena imagen de las fuerzas armadas.
El gobernador Alfonso Durazo Montaño estuvo a cargo de inaugurar esa exposición montada en las instalaciones de la Unión Ganadera Regional de Sonora, en el marco de una agenda dominical que incluyó lo importante: el arranque de las obras de rehabilitación y rescate del Parque la Sauceda, que en su primera etapa sobre casi cuatro hectáreas, requerirá de una inversión de siete millones de pesos y deberá ejecutarse en un plazo de tres meses.
Las prospectivas son fantásticas para esa área de Hermosillo que bajo inversión privada vivió buenos tiempos pero que en enredada concesión quedó en el abandono desde el 2012, sin que ningún proyecto, de muchos anunciados, lograra lo que consiguió Durazo Montaño, quien asegura que puede lograr que dicho espacio se convierta en el Bosque de Chapultepec de Sonora, que incluye un parque lineal desde La Victoria, proyecto que requerirá una inversión total de casi 400 millones de pesos, de acuerdo a las cifras dadas a conocer al ser anunciada dicha obra.
En buena hora para Sonora y los sonorenses y que bien que el gobernador haya conseguido dar ese primer paso luego de tantos esfuerzos fallidos y sobre todo, destrabar aspectos legales que atoraban esa buena intención, lo cual es una muesca más para el revólver del secretario de la Consejería Jurídica, Adolfo Salazar Razo.
Por lo demás, en principio no consideramos un exceso la campaña del presidente Andrés Manuel López Obrador en favor de Julián Paul Assange, programador, periodista y activista de Internet, conocido por ser el fundador, editor y portavoz del sitio web WikiLeaks y perseguido por el gobierno de Estados Unidos por robar documentos clasificados del Pentágono y divulgar su contenido.
Pero el mandatario mexicano se obsesionó con el tema y hasta le ofreció asilo político e incluso anunció que gestionaría ante el presidente Joe Biden el desistimiento de la acusación contra el australiano, lo cual obviamente quedó en mera palabrería al no ser admitida en la agenda bilateral, tal como pasa por lo regular en las mañaneras, en donde las ocurrencias se han convertido en norma.
Dicho exceso y sus efectos tienen en un brete a López Obrador y a su fanatizado gremio, al darse a conocer el resultado de acción cibernética similar a la de Assange en contra del Pentágono, pero realizada por un colectivo de hackers llamado Guacamaya, en contra de la Secretaría de la Defensa Nacional, brazo armado del gobierno de México.
Las realidades ocultas a conveniencia requieren de ser hackeadas como premisa para el conocimiento de la opinión pública y contrasta el reconocimiento presidencial y su horda de fanáticos al activismo cibernético de Don Julián, cuya familia incluso fue invitada a la ceremonia del Grito de Independencia, con la ira desatada contra los guacamayos y contra los medios de comunicación y comunicadores que tuvieron la suerte de recibir esos archivos, cuya veracidad ha sido confirmada por el mismo presidente.
En el presente sexenio se ha agigantado la abyección del fanatismo del llamado gremio chairo y este tema ha hecho brotar lo más sórdido y espectacular de las tradicionales maromas que deben ejecutar con la pretensión de adaptarse a la incongruente y contradictoria actuación presidencial, frente a las primeras revelaciones de los 6 tera bytes extraídos de los archivos de la SEDENA, cuando las dolencias del presidente y el culiacanazo son solo la punta del iceberg.
Si Assange fue cubierto de melcocha y se le da trato de héroe, no debería ser distinto o al revés con el grupo hacktivista Guacamaya por poner a disposición de la opinión pública datos considerados como secretos de Estado, que tienen que ver con la salud presidencial y el destino del monumental e histórico presupuesto que ejercen las fuerzas armadas de este país sin dar cuenta a nadie y que por cualquier motivo deciden que es información reservada.
El gran problema de López Obrador es que frecuentemente su incontinencia verbal lo alcanza y exhibe su calidad de merolico de altos vuelos y así queda registrado por las “benditas redes sociales” que hacen ver como amateur a la Chimoltrufia y a las mañaneras, como una tragicomedia de opereta.
Respecto a las dolencias del presidente, para nadie es un secreto la sintomatología física y mental y su acelerada degradación, que en lo que se refiere a lo físico, la revelación de su crisis cardiaca a principios de este año sólo es una confirmación, con agregado informativo de otros males degenerativos, que en lo de sus males mentales da cuenta casi todos los días.
Nunca desearíamos males extremos para nadie y mucho menos para un hombre, que aunque no lo parezca, representa a todos los mexicanos, pero debería haber alguien que lo convenza para que actúe con sentido común y acorde a la realidad física y mental, y no, por supuesto que no pediríamos que renuncie como él se lo pidió a su antecesor Enrique Peña Nieto frente a rumores de padecer un mal terminal, y entonces esos eran rumores, no realidades como ahora que él mismo reconoció.
Por sentido común debería replegarse, primero delegando funciones y luego eliminar esas inútiles reuniones de la mesa de seguridad que a la luz de los resultados en dicha materia no han servido de nada, así como tampoco las mañaneras, convertidas en un insano circo publicitario o al menos no hacerlas a diario, y en resumen, recrear nuevas formas de alimentarle su insaciable ego y quitarle presiones por exceso de actividad física y mental o sea, ser tratado como lo que es: un anciano.
Y en lugar de dichas medidas preventivas para cuidarlo, sus adoradores asumen actitudes criminales mediante un ridículo nado sincronizado para destacar su fortaleza a todas luces inexistente solo porque se levanta muy temprano, habla sin parar y sale de paseo todos los fines de semana.
Las primeras revelaciones solo fueron una probadita y ya vendrán otras relativas a informes de inteligencia sobre líderes criminales y políticos; transcripciones de intervenciones telefónicas; labores de espionaje a personajes de alto nivel como embajadores y directorios de contactos.
Así mismo, contratos de construcción del Tren Maya y Aeropuerto de Tulum; informes extraoficiales sobre víctimas mortales en operativos militares; base de datos militares; presencia militar en diversas actividades a lo largo del país, en un contexto donde quienes han tenido acceso a esa información, aseguran que lo hasta ahora dado a conocer son minucias.
Como ven, han sido días difíciles para el inquilino del palacio presidencial, porque agregado a las revelaciones guacamayas, está la inminente puesta en el mercado del libro “El Rey del Cash” con datos que a ojo de buen cubero son de escándalo y representan otro obús de grueso calibre contra la línea de flotación de la nave cuatroteniana, ya de por sí muy zangoloteada por la tempestad por la bola de engrudo que ha resultado el tema de los 43 de Ayotzinapa.