
Se extinguen las últimas vértebras de una generación que hicimos y seguimos haciendo periodismo en Cajeme y en Sonora. Generación surgida de la tinta y el papel, de los linotipos y las viejas mesas metálicas de formación (ramas), con lingotes de plomo, donde estaban fundidos los párrafos de notas y columnas que hoy describen la historia de esos ayeres.
Tiempos en que los reporteros llevaban como armas solamente libreta y pluma y una memoria natural y sustantiva para retener palabras, frases, actitudes. A esa generación como fotógrafo, pertenece Trini Morales y sus hermanos Javier (Yombi), Abel, Miguel Ángel, pero por supuesto una constelación de cazadores de noticias, muchos ya fallecidos, otros aún con vida, como Rogelio Barraza, Carlos Moncada, Bartolomé Delgado de León, Jesús Corral Ruiz, José Escobar Zavala, Miguel Mexía Alvarado, Jesús Antonio Salgado, Tere Gil Gálvez, Rafael e Ismael Montaño, Miguel Cebreros Cervantes, Rafael Orduño, Esteban Valle, Alberto Macías, Salomón Hamed, Horacio Zamudio, Moisés Ortiz López, Sergio Ibarra Torres, Heriberto León Peña, Bertha Alicia González, Esteban Carrasco, Gilberto Márquez, Pedro Márquez, Mario Castro, Mario Rivas, Juan Meza, Fernando Farfán, Jesús Osuna, Alejandro Oláis, Juan García Flores, Horacio Roldán, Heliodoro Encinas, Francisco González Bolón, Miguel Ángel Alvarado, con quienes conviví y convivo de frente, entre otros personajes que se vuelven momentáneamente sombra en el recuerdo.
A ellos ofrendo mi poema de domingo.
Bernardo Elenes Habas
cuando se van los amigos,
los del alma, verdaderos,
con los que gastamos días
y recorrimos caminos.
Se conjugan los recuerdos
y brotan las alboradas
de vinos, risas, guitarras,
de vivir sin ataduras,
sin querer ser más que nadie,
sin aspirar a humillar,
a forjar lustre en los nombres,
sin envidias ni rencores,
solo a recorrer la senda
trazada por el destino,
para poder exclamar
cuando el tiempo se diluya
y el polvo busque su estrella:
nací, viví y tengo cierto
que por aquí yo he pasado
sin envidias ni oropeles,
sin efímeras medallas,
sin ofender por rencores
o por conquistar prebendas,
sólo el orgullo profundo
de haber sido timonel
definiendo rumbo y luz,
a las velas de mi barca.
Siempre persiste un vacío,
cuando se van los amigos…
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