Estados Unidos. De sonrisa atractiva, modales educados y una aparente inteligencia brillante, Theodore Robert Bundy, conocido como Ted Bundy, se convirtió en uno de los asesinos en serie más temidos y estudiados en la historia criminal de Estados Unidos. Su capacidad para ocultar la maldad bajo una apariencia carismática le permitió acercarse a decenas de mujeres jóvenes, muchas de las cuales terminaron brutalmente asesinadas.
El depredador disfrazado de caballero
Bundy solía fingir lesiones, portar muletas o yesos falsos para ganar la confianza de sus víctimas. Las abordaba en bibliotecas, universidades o estacionamientos, pidiendo ayuda para cargar libros o mover su coche Volkswagen Beetle color marrón. Una vez dentro de su control, las secuestraba, violaba y asesinaba con violencia.
Una ola de terror nacional
Aunque él mismo confesó más de 30 asesinatos, investigadores creen que la cifra real pudo ser mucho mayor. Sus crímenes se registraron en al menos siete estados del país, desde Washington hasta Florida. Durante años, la policía de distintas jurisdicciones investigaba casos similares sin imaginar que se trataba del mismo hombre, que viajaba constantemente y cambiaba de identidad.
Arrestos, fugas y circo mediático
Bundy fue detenido en 1975, pero logró escapar en dos ocasiones de la custodia policial, lo que aumentó su fama. En su segundo escape, en 1977, viajó a Florida, donde cometió uno de sus crímenes más brutales: el ataque al dormitorio Chi Omega de la Universidad Estatal de Florida, donde asesinó a dos estudiantes y dejó a otras gravemente heridas.
Su juicio, transmitido por televisión, fue uno de los primeros grandes espectáculos mediáticos de la justicia estadounidense. Bundy, que se representaba a sí mismo, aprovechaba las cámaras y su apariencia para mantener una extraña fascinación pública, incluso con mujeres que acudían al tribunal a verlo.
El final de un asesino carismático
En 1979 y 1980 fue condenado a la pena de muerte por los crímenes en Florida. Durante los años que pasó en prisión, Bundy concedió entrevistas en las que admitió más asesinatos y ofreció detalles perturbadores sobre su psicología. Finalmente, el 24 de enero de 1989, fue ejecutado en la silla eléctrica en la prisión estatal de Florida. Afuera, una multitud celebraba la noticia, gritando consignas y levantando pancartas.
Una herencia oscura
El caso de Ted Bundy cambió la forma en que se entienden los asesinos en serie: un criminal que no correspondía al estereotipo de marginal, sino que podía camuflarse en la sociedad, educado y aparentemente exitoso. Su historia dejó una lección: el mal puede esconderse detrás del encanto más convincente.