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Chicago,Illinois. Ante los ojos de la comunidad, John Wayne Gacy era un hombre ejemplar: contratista respetado, voluntario en obras benéficas e incluso payaso en fiestas infantiles bajo el nombre de “Pogo”. Pero detrás de esa máscara alegre se escondía uno de los asesinos seriales más sádicos de la historia.

El monstruo bajo el disfraz

Entre 1972 y 1978, Gacy secuestró, torturó y asesinó a 33 jóvenes y adolescentes, la mayoría de ellos reclutados con ofertas de trabajo o engañados para entrar en su casa. Allí los sometía a brutales agresiones antes de asesinarlos.

La mayoría de los cuerpos fueron enterrados en el espacio bajo su propia casa, mientras que otros fueron arrojados a ríos cercanos. El hedor que salía de su domicilio fue la pista clave que alertó a las autoridades.

El arresto y la confesión

En diciembre de 1978, tras la desaparición de un joven ligado a Gacy, la policía realizó un cateo en su vivienda y encontró restos humanos. La magnitud del hallazgo conmocionó al país. Gacy confesó los asesinatos con frialdad, detallando cómo se disfrazaba de payaso para “sentirse poderoso” y ganar confianza.

Condena y ejecución

En 1980 fue condenado a muerte. Pasó 14 años en prisión apelando su sentencia, hasta que finalmente fue ejecutado mediante inyección letal el 10 de mayo de 1994.

La sombra del payaso

El caso de Gacy no solo impactó por la cantidad de víctimas, sino por la contradicción entre su vida pública y sus crímenes. Desde entonces, su historia marcó la imagen siniestra de los payasos en la cultura popular, convirtiéndose en uno de los símbolos más inquietantes del terror moderno.