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Wisconsin, EEUU. En el pueblo tranquilo de Plainfield, nadie imaginaba que detrás de la fachada humilde de un granjero solitario se ocultaba uno de los casos más macabros de la historia criminal. Su nombre: Edward Theodore Gein, mejor conocido como Ed Gein, el hombre que inspiró a los monstruos más terroríficos del cine.

El hallazgo que heló la sangre

El 16 de noviembre de 1957, la policía entró a la granja de Gein buscando a una mujer desaparecida. Lo que encontraron parecía sacado de una pesadilla: cráneos convertidos en tazones, piel humana usada como pantallas de lámparas, cinturones hechos con pezones, sillas tapizadas con carne, y una “máscara” confeccionada con rostros arrancados de cadáveres. Entre los restos estaba el cuerpo mutilado de Bernice Worden, colgado como si fuera un animal de caza.

El origen del horror

Gein había crecido bajo el dominio de una madre fanática y controladora, que le inculcó un odio enfermizo hacia las mujeres. Tras su muerte, él quedó completamente aislado, obsesionado con la necrofilia y con fabricar un “traje” de piel femenina para convertirse en ella. Robaba tumbas, desenterraba cuerpos y los usaba en sus macabros experimentos.

El juicio y el mito

Fue declarado mentalmente enfermo y enviado a un hospital psiquiátrico, donde pasó el resto de su vida hasta su muerte en 1984. Aunque solo se le comprobaron dos asesinatos, la brutalidad de sus actos lo convirtió en leyenda.

Del crimen al cine

El mundo del cine encontró en Gein la inspiración para algunos de los villanos más icónicos: Norman Bates en Psicosis, Leatherface en La masacre de Texas y Buffalo Bill en El silencio de los inocentes. Su legado trascendió las páginas policiales para convertirse en la base del terror moderno en Hollywood.

El verdadero monstruo

La granja de Ed Gein fue demolida, pero su nombre sigue siendo sinónimo de pesadilla. Un recordatorio de que la realidad, a veces, es mucho más aterradora que cualquier ficción.


Foto de Wikipedia