Kansas, EEUU. Durante casi dos décadas, un asesino en serie mantuvo en vilo a las comunidades de Wichita y sus alrededores. Su apodo era su propia marca: BTK, siglas en inglés de Bind, Torture, Kill (“Atar, Torturar, Matar”). Detrás de esa identidad aterradora estaba Dennis Rader, un hombre que llevaba una doble vida como esposo, padre y líder religioso, mientras ocultaba su faceta de depredador.
El nacimiento de “BTK”
Su primera masacre fue en 1974, cuando asesinó a cuatro miembros de la familia Otero dentro de su casa. Desde entonces, comenzó a enviar cartas a los periódicos describiendo sus crímenes con detalles macabros y firmando como BTK. Sus mensajes eran un desafío abierto a la policía, que nunca lograba atraparlo.
Una vida común con un secreto oscuro
Rader trabajaba como oficial de cumplimiento de normas municipales y asistía con regularidad a su iglesia, donde era considerado un miembro ejemplar. Nadie sospechaba que, en paralelo, se dedicaba a planear secuestros y asesinatos, atando a sus víctimas, sometiéndolas a torturas y matándolas lentamente.
El error que lo delató
Tras años de silencio, en 2004 BTK reanudó sus comunicaciones con la prensa, confiado en que nunca sería atrapado. Pero cometió un error: envió un disquete a la policía con información que permitió rastrear el archivo hasta la iglesia luterana donde servía. Allí descubrieron que el respetado Dennis Rader era el monstruo que habían buscado por décadas.
Condena de por vida
En 2005 fue condenado a diez cadenas perpetuas consecutivas por el asesinato de diez personas. En sus declaraciones relató sus crímenes con una frialdad perturbadora, confirmando que disfrutaba del sufrimiento de sus víctimas.
El rostro del terror cotidiano
El caso BTK dejó una huella imborrable en Kansas: un asesino que se escondía bajo la apariencia de un vecino común, mientras jugaba con la policía y los medios en un macabro juego de poder.
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