Los Ángeles, 9 de agosto de 1969. El mundo del cine quedó marcado para siempre por el brutal asesinato de la actriz Sharon Tate, quien tenía 26 años y estaba embarazada de ocho meses. La joven estrella fue víctima de la secta de Charles Manson, en uno de los crímenes más impactantes y crueles del siglo XX.
Una noche de terror en Cielo Drive
Esa noche, varios miembros de “La Familia Manson” irrumpieron en la mansión donde Sharon Tate vivía junto a su esposo, el director Roman Polanski (que se encontraba de viaje). Los asesinos atacaron sin piedad a Sharon y a cuatro personas más que estaban en la casa. El ensañamiento fue brutal: cuchilladas, disparos y paredes manchadas con mensajes satánicos escritos con sangre.
El rostro de la inocencia perdida
Sharon Tate, considerada una de las actrices más prometedoras de su generación, imploró por la vida de su bebé, pero no fue escuchada. Su muerte conmocionó a Hollywood y al mundo entero, transformando su nombre en símbolo de inocencia arrebatada por la locura sectaria.
El eco del crimen
El asesinato de Tate y sus acompañantes generó una ola de miedo en California. La idea de que un grupo de jóvenes aparentemente comunes, manipulados por Manson, pudiera cometer tal atrocidad, sacudió la confianza de una sociedad que veía cómo la era del “amor libre” se transformaba en una pesadilla.
La herida que nunca cerró
Aunque los responsables fueron capturados y condenados, el asesinato de Sharon Tate sigue siendo recordado como uno de los crímenes más crueles de la historia de Hollywood. Una historia en la que la realidad superó al cine de terror.
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