Fall River, Massachusetts, 1892. La mañana del 4 de agosto, la familia Borden fue sacudida por un crimen brutal: Andrew Borden y su esposa Abby fueron hallados asesinados a hachazos en su propia casa. La principal sospechosa fue su hija, Lizzie Borden, en un caso que aún hoy sigue rodeado de misterio.
El hallazgo sangriento
Andrew apareció recostado en un sofá, con la cara desfigurada por al menos 10 hachazos. Abby, en la planta superior, recibió alrededor de 19 golpes mortales. La escena era tan sangrienta que horrorizó incluso a los investigadores más experimentados.
Las sospechas sobre Lizzie
Lizzie fue acusada rápidamente: estaba en casa durante los asesinatos, tenía una relación difícil con su madrastra y fue vista intentando comprar veneno días antes. Además, testigos afirmaron que vestía un traje manchado de sangre que luego habría quemado.
El juicio del siglo XIX
El proceso contra Lizzie fue seguido por toda la prensa. Su defensa argumentó que no había pruebas directas que la incriminaran. Al final, un jurado compuesto solo por hombres la declaró inocente en 1893, dejando el crimen sin resolver.
El mito en la cultura popular
Aunque absuelta, la sombra del crimen persiguió a Lizzie hasta su muerte. Su historia inspiró canciones infantiles, obras de teatro, películas y series, convirtiéndose en uno de los crímenes más icónicos de la historia de Estados Unidos.
El hacha en la memoria
Hoy, la casa Borden funciona como museo y destino turístico para los amantes del misterio y lo macabro. Visitantes aseguran sentir presencias extrañas, como si el eco de aquella mañana sangrienta todavía permaneciera en sus paredes.
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