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Las vacunas constituyen una de las intervenciones más eficaces y efectivas de salud pública, la implementación del Programa Ampliado de Inmunización  de la Organización Mundial de la Salud, contribuyó a la reducción de la morbimortalidad, incrementando de seis a dieciséis vacunas en el esquema nacional de los países desde 1977, garantizando una mayor protección para la población. Hoy pareciera que regresamos a esa fecha; veamos.

La tasa de cobertura vacunal se había mantenido en el 86 % en los últimos años, se estima que 19 millones de lactantes a nivel mundial no han sido vacunados contra la difteria, tétanos y la tos ferina, sobre todo, en los países pobres, donde las vacunas llegan a menos de uno de cada veinte niños. Aun cuando es demostrable que la falta de insumos del sector salud se debe a una mala planeación del gobierno, éste ha podido sortear las críticas con el discurso de que la culpa es del empresariado que se beneficiaba de los sobreprecios y de la corrupción. Pero ¿y los niños?. Al menos 12 entidades carecen de biológicos esenciales como la BCG contra la tuberculosis y la DTP (difteria, tétanos y tosferina), así como del tamiz neonatal. Algo gravísimo, ya que son enfermedades que han costado mucho erradicar debido a su alta morbimortalidad y su alto costo. En una sociedad en la que llenar los espacios de la Cartilla de Vacunación ha sido parámetro de los niveles de protección del Estado, y un ritual de la buena crianza y los cuidados familiares, resulta insólito que no pase absolutamente nada cuando esa tradición se interrumpe por un desabasto que no inició con la pandemia. Hoy se ha documentado la caída drástica en la cobertura de la vacunación infantil desde 2019, así como el rebrote del sarampión en 2020 a causa del desabasto y cobertura. El subsecretario Gatell, quien en enero admitió que habían comprado en la India embarques de la triple viral (sarampión, paperas y rubéola), retenidos desde octubre de 2019 porque uno de los componentes era de baja potencia, no ha llegado al país. Hace un año, el funcionario reconoció la falta de la triple viral, mientras prometía que el suministro estaría cubierto en diciembre. Pero algo debió seguirse atorando. Mientras que el (todavía modorro) PRI, propuso, en la Comisión Permanente del Congreso, pedirle al gobierno que aplique el dinero necesario para contar con la vacuna contra el sarampión, ya que su desabasto generó, en el primer semestre del año, 181 casos, casi la mitad de los 373 que se han dado en los últimos 20 años en México. Y es que los datos de la Unicef, son devastadores, mientras en 2018 la BCG fue aplicada al 96 por ciento de los recién nacidos, en 2019 la atención bajó al 76 por ciento. Y en el caso de la DTP, la vacuna cubrió al 84 por ciento de los lactantes, en contraste con el 90 por ciento de 2018 y 99 por ciento de 2015. El mayor descenso en 2019 se dio con el biológico contra el sarampión al dejar fuera a uno de cada cuatro bebés, cuando en 2018 la cobertura fue de 97 por ciento, y cerca de 700 mil niños en el país han visto retrasado su esquema de vacunación. ¿Por qué, caray?

¿Por qué no hay vacunas BGC y DTP?, preguntó en septiembre de 2019 la senadora Alejandra Reynoso al secretario Alcocer. La respuesta llegó hasta febrero: “el único proveedor (GLIMPSA) está inhabilitado por la Secretaría de la Función Pública (SFP), por lo que se buscará uno internacional”. Pero lo oscuro que reprochan al Secretario es que el gobierno quiso ahorrase la distribución y, al comprarle directamente a los laboratorios, ahora no sabe cómo repartir los biológicos, mientras millones de cajas caducan, arrumbadas, quién sabe dónde. El desabasto se ha detectado, al menos, en Chihuahua, Coahuila, Oaxaca, Tlaxcala, Veracruz, Guanajuato, Chiapas, Morelos, Tamaulipas, Jalisco, Guerrero y Aguascalientes, de acuerdo con padres de familia y autoridades de Salud locales. Los niños de al menos 12 estados han crecido este año sin recibir sus vacunas. En la actualidad, hay niños que han nacido en hospitales del IMSS, ISSSTE, SSA e incluso en el Hospital Militar de varias entidades incluso privadas, que no cuentan con la vacuna. Hoy ha pasado un año en algunos casos y no han recibido la dosis; en otros casos cuyos padres cuentan con posibilidades económicas invierten entre mil 500 a mil 800 pesos con un pediatra particular para inmunizarlos. Pero ¿Y los que no pueden? Lo cierto es que son enfermedades, algunas de ellas erradicadas, que surgirán en un tiempo determinado nuevamente, por falta de estas vacunas, el daño a largo plazo, también ocasionara muertes sumadas a las que ya hay por falta de tratamientos también a niños con cáncer, pero ese es otro tema.

Dr. César Álvarez Pacheco

cesar_ap@hotmail.com

@cesar_alvarezp

Huatabampo, Sonora.

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