Días de guardar ante la pandemia.- Es preciso sacrificar muchas cosas, oficiando un acto de amor por la familia propia y por la familia humana.- Sólo quienes han perdido seres queridos, pueden estrellar contra los rostros de aquellos que no atendieron a tiempo, con eficiencia y sin escatimar recursos la enfermedad, el adjetivo de ¡canallas!
Bernardo Elenes Habas
Son días de guardar.
De tener fe y extremar cuidados ante el embate despiadado de la tercera ola de la pandemia.
Es preciso sacrificar muchas cosas, oficiando un acto de amor por la familia propia y por la familia humana. Porque las estadísticas de contagios crecen, y quien es tocado por el virus maldito, necesariamente transita por el filo de la incertidumbre, más si se trata de adultos mayores cuyos organismos sufren los embates de enfermedades crónico-degenerativas…
Quedó claro que los jóvenes y aún los niños, no son inmunes. Que pueden ser contagiados y hasta morir, si no se extreman prevenciones. Por eso el peligro que se abre con el publicitado regreso a clases presenciales, cuando no se tiene la certeza del funcionamiento saludable de muchos planteles, y tampoco el convencimiento de cómo se controlará a los pequeños que defienden su libertad, sus espacios, y corren y vuelan como aves, sin avizorar peligros…
¿Por qué el Gobierno Federal, el Sistema de Salud, no espera un poco y hace el compromiso de vacunar a la población escolar, que es la que corre el riesgo de sucumbir ante la pandemia y convertirse en vectores activos, lo que desencadenaría contagios en escuelas, familias, colonias; en el tejido social?
Propiciar y no prever las consecuencias de esa acción, dejándola correr como un experimento, sería criminal. Y los grandes culpables estarían identificados en la estructura de gobierno, en el núcleo de la clase política, en el tejido fanático de la 4T, donde no miden efectos viables, no valoran la vida de adultos, jóvenes, niños, porque para ellos es más importante incluir en sus informes teatrales, que se logró en el Gobierno de la Transformación, el retorno a las escuelas. Aunque, sin importar el costo.
¿Acaso no demostró esa irresponsabilidad el presidente Andrés Manuel López Obrador durante los inicios de la pandemia, cuando invitaba a salir, a comer en restaurantes porque no pasaba nada, y se veía fortalecido en las mañaneras por los conceptos de Hugo López Gatell, el fallido zar anticovid, quien lo liberaba de toda posibilidad de contagio porque lo único que transmitía era fortaleza moral?
Sólo las familias que han perdido seres queridos o tienen amigos que sufrieron o sufren los estragos de la enfermedad, pueden estrellar contra los rostros de aquellos que no atendieron a tiempo, con eficiencia, sin escatimar recursos como era su obligación las oleadas del virus, el adjetivo de ¡canallas!
Le saludo, lector.
