¿Por qué el hambre da mal genio? Lo explica la ciencia

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En la mayoría de personas, la reacción es casi la misma: ante la ausencia de comida, la ira se va abriendo camino en el organismo. ¿Quién no ha sentido que las palpitaciones del corazón se aceleran, la respiración se entrecorta y la irascibilidad se apodera del cuerpo cuando se tiene hambre? Si no lo ha experimentado, de seguro conoce a alguien que sí, pues esta respuesta emocional es más común de lo que cree.

Aunque, en ocasiones, la irritabilidad asociada al hambre se toma como un mito, la realidad es que detrás de esa creencia popular se esconde una realidad científica: la falta de comida en el organismo puede llegar a afectar el comportamiento y a transformar las emociones de los individuos.

Un estudio dirigido por académicos de la Universidad Anglia Ruskin, en Reino Unido, y de la Universidad de Ciencias de la Salud Karl Landsteiner, en Austria, confirmaron esta teoría al reclutar, investigar y analizar los niveles de hambre y las medidas de bienestar emocional de 64 personas durante 21 días.

Los resultados no hicieron más que demostrar que el mal genio, lejos de ser una reacción caprichosa ante la insatisfacción de nuestras necesidades básicas, puede estar asociado con las ganas de comer que, en la investigación, se vinculó con el 37 por ciento de la variación de la irritabilidad; el 34 por ciento, de la ira y el 38 por ciento de la variación del placer registrados por los participantes.

No se sienta mal si el mal genio toma control de usted cuando el estómago está vacío. La ‘llamada’ del apetito es imprevisible, pero también natural: aparece para incentivar a las personas a satisfacer la necesidad básica de comer. En otras palabras, es un impulso fisiológico y neuronal que provoca una respuesta emocional y cognitiva -en la mayoría de ocasiones, la irascibilidad-.

“El mecanismo de la sensación de hambre activa tanto el sistema nervioso autónomo como una respuesta hormonal, lo que, inevitablemente, repercute sobre las emociones”, explica MAN Medical Institute. ¿Qué es lo que le pasa a su cuerpo realmente cuando el sistema digestivo pide comida? A continuación, se lo contamos.

La teoría de las hormonas

Que el hambre está, en la mayoría de ocasiones, asociado a la irascibilidad es un hecho para muchos científicos. La respuesta que surge es ¿por qué? Si bien la respuesta podría tener una infinidad de variables, la más común y probable se encuentra relacionada con las hormonas.

Cuando el hambre se hace presente, las hormonas también, de acuerdo con la revista ‘GQ’. En particular, el cortisol y la adrenalina -asociadas a menudo al estrés y la ansiedad-, provocan que el cuerpo experimente un estado de tensión, nerviosismo y potencial agresividad. ¿Se le hace conocido?

Esta respuesta emocional, según el MAN Medical Institute, surge porque el cuerpo necesita hacer frente a los bajos niveles de azúcar y de energía en la sangre ante la carencia de alimento.

A medida que pasa el tiempo después de la última comida, la cantidad de nutrientes que circulan en el torrente sanguíneo, y que después pasan a los órganos y tejidos, empieza a disminuir. El resultado se traduce en un aumento de la irritabilidad, dificultad de concentración, tendencia a cometer errores y afectaciones en el crecimiento, de acuerdo con el portal ‘Consumo claro’.

“Este desequilibrio provoca un cambio en los neurotransmisores y suprime los receptores de serotonina, una hormona que ayuda a regular el estado de ánimo y el apetito”, detalla el portal citado anteriormente.

La teoría emocional

Si bien la teoría de las hormonas es ampliamente aceptada en el campo científico, no es la única; la teoría emocional también ha ido ganando terreno. De acuerdo con una investigación de la Asociación Americana de Psicología (APA), el mal humor asociado al hambre puede ser “una respuesta emocional complicada que implica una interacción de biología, personalidad y señales ambientales”.

Para desarrollar su teoría, los especialistas mostraron a los participantes de la investigación dos imágenes: una diseñada para provocar sentimientos positivos, neutrales o negativos, y otra ambigua -un pictograma chino-. Cuando se les pidió que calificaran el pictograma, fueron las personas más “hambrientas” las que lo asociaron con emociones negativas.

De acuerdo con ‘GQ’, la teoría del afecto sostiene que el estado de ánimo puede moldear temporalmente la forma de ver el mundo. En ese sentido, cuando se tiene hambre, las cosas se pueden ver de forma más negativa. “Es probable que la falta de alimento sólo sea relevante en situaciones negativas, puesto que en sí misma produce sentimientos desagradables”, señala la revista citada anteriormente.

Por su parte, la experta en psicología Jennifer MacCormack también se planteó una interrogante similar, por lo que realizó una investigación en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill que involucró a más de 400 personas.

Los resultados arrojaron que no solo tiene que ver con las señales ambientales, sino también con el nivel de conciencia emocional de las personas: las que son más conscientes de que sus ganas de comer se manifiestan como una emoción, tienen una menor probabilidad de volverse agresivos.

“Un conocido comercial dijo una vez: ‘No eres tú cuando tienes hambre’, pero nuestros datos sugieren que simplemente dando un paso atrás en la situación actual y reconociendo cómo te sientes, aún puedes ser tú mismo, incluso cuando tienes hambre”, dijo MacCormack, de acuerdo con la Asociación Estadounidense de Psicología.

¿Cómo tener el hambre bajo control?

Para evitar ser dominado por la ira causada por del hambre, el portal ‘Consumo claro’ brinda algunas pautas:

  1. Priorizar el consumo de fibras y proteínas: se recomienda consumir altas dosis de fruta, en tanto es una gran contenedora de fibra y azúcares naturales. ¿Por qué no elegir alimentos que contienen muchas proteínas? El yogurt, la calabaza, el atún, los huevos y los granos son los recomendados por la revista ‘Men’s health’.
  2. Reducir la cantidad de carbohidratos simples: los pasteles, las galletas y el chocolate son, sin duda, alimentos irresistibles para muchos. Así como aumentan de manera significativa los niveles de glucosa en sangre, también los bajan rápidamente, por lo que no se recomienda comerlos en exceso ni cuando de tener bajo el control del hambre se trata.
  3. No saltarse ninguna comida: quizás, la recomendación más obvia para no batallar con el hambre es no saltarse ninguna comida. En especial, ‘GQ’ aconseja no pasar por alto el desayuno, pues resulta fundamental para equilibrar y poner en buen funcionamiento al organismo.

Fuente: elcomercio.com

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