El 15 de junio a las 11:35 a.m., Lima entera tembló. Un sismo de magnitud 6.1 con epicentro a 30 kilómetros al suroeste del Callao sacudió la capital peruana y activó los recuerdos sísmicos de millones. Pero en un modesto templo del distrito de San Martín de Porres, lo que para muchos fue alarma y zozobra, para otros se convirtió en epifanía.

“¡Más fuerte, Padre, más fuerte, aleluya!”. Con esas palabras, la pastora evangélica Nélida Rojas rompió cualquier protocolo de evacuación y transformó el temblor en una celebración religiosa, convencida de que el movimiento telúrico era una manifestación directa de la presencia divina.
Desde el púlpito de la iglesia “El Gran Yo Soy”, mientras el techo crujía y las paredes vibraban, Rojas levantó los brazos al cielo, exclamando con voz firme y rostro iluminado por la fe: “¡Eso significa que nuestro Padre Celestial está obrando! ¡No se asusten!”.
El video del culto —grabado en vivo por feligreses que esperaban registrar un domingo común— se convirtió en un fenómeno viral apenas unas horas después. La reacción de la congregación osciló entre la ovación, el fervor y una tensión apenas disimulada. Nadie abandonó su asiento. Nadie corrió. Algunos aplaudían, otros alzaban las manos. Una joven con buzo blanco miraba desconcertada, sin moverse. La pastora, en cambio, continuó su prédica con renovado ímpetu: “¡No se muevan, alaben al Gran Yo Soy!”