
Washington D.C., 1865. En un curioso episodio poco conocido de la historia presidencial de Estados Unidos, la Casa Blanca vivió uno de sus momentos más insólitos bajo la presidencia de Andrew Johnson, sucesor de Abraham Lincoln. El incidente es hoy recordado como “The Great Cheese Disaster” (El Gran Desastre del Queso), un evento que, aunque con tintes cómicos, dejó huella en los pasillos del poder.
Todo comenzó cuando una comunidad de lecheros del estado de Nueva York decidió enviar un regalo patriótico al presidente Johnson: un enorme queso de más de 600 kilogramos, como símbolo de apoyo tras su polémica llegada a la presidencia luego del asesinato de Lincoln. El obsequio fue recibido con entusiasmo, pero lo que parecía un gesto amable se convirtió rápidamente en una pesadilla para los ocupantes de la Casa Blanca.
El queso fue colocado en el vestíbulo de la residencia presidencial para que los visitantes pudieran admirarlo… y probarlo. Sin embargo, el clima caluroso de la época y la falta de refrigeración adecuada provocaron que el gigantesco lácteo comenzara a desprender un olor insoportable, que impregnó alfombras, cortinas, paredes y muebles por semanas.
La prensa de la época no tardó en reportar el incidente. Algunos lo describieron como una “invasión del olfato”. Invitados diplomáticos se retiraban cubriéndose la nariz, y se dice que incluso algunos funcionarios se negaban a trabajar en determinadas áreas del edificio.
Al final, el queso tuvo que ser retirado en secreto y enterrado, pero el hedor persistió durante semanas. Incluso después de varias limpiezas profundas, el aroma del “gran queso” se convirtió en una leyenda dentro de los pasillos de la Casa Blanca.
Aunque no fue el evento más trascendental de su presidencia —marcada por tensiones con el Congreso y su juicio político en 1868—, The Great Cheese Disaster es una anécdota histórica que demuestra que, a veces, los regalos más grandes no siempre son los más acertados.
Dato curioso: Años antes, el presidente Andrew Jackson también había recibido un gigantesco queso como símbolo de gratitud. Pero fue Johnson quien heredó el desastre… y el aroma.
