
En un país donde la mayoría de las empresas están en manos de grandes corporativos o familias, el caso de Pascual, la icónica empresa mexicana de bebidas, representa una historia singular de lucha, justicia laboral y autogestión. Desde hace más de 35 años, esta empresa es propiedad de sus propios trabajadores, quienes la administran colectivamente bajo un modelo cooperativista, convirtiéndose en un símbolo de resistencia y de una economía más justa.
Origen de la lucha
La historia de Pascual comienza mucho antes de ser una cooperativa. Fundada en 1940 por Rafael Jiménez, la refresquera se ganó el gusto del público con productos como Boing!, Lulú y Pascual. Sin embargo, fue en 1982 cuando marcó el punto de quiebre. Ese año, los trabajadores estallaron una huelga que duró más de dos años, exigiendo mejores condiciones laborales, respeto a sus derechos y el pago de prestaciones incumplidas.
Durante ese tiempo, dos obreros murieron durante la represión policial, y la situación escaló hasta que, en 1985, el gobierno mexicano resolvió expropiar la empresa y entregarla a los trabajadores. Así nació Sociedad Cooperativa Trabajadores de Pascual, un hito en la historia laboral del país.
Un modelo cooperativo que funciona
Desde entonces, Pascual ha operado como una cooperativa donde cada trabajador es socio, con voz y voto en las decisiones importantes. No hay un “dueño” en el sentido tradicional. Las utilidades se reparten equitativamente, y las decisiones estratégicas se toman en asambleas generales.
Este modelo ha permitido a la empresa mantenerse vigente en un mercado dominado por gigantes como Coca-Cola y Pepsi, mientras preserva una identidad 100% mexicana y socialmente responsable. Boing!, su producto estrella, sigue siendo uno de los jugos más reconocidos en el país, y la empresa ha incursionado incluso en productos orgánicos y líneas más saludables.
Compromiso social y cultural
Pascual no solo se ha distinguido por su modelo económico, sino también por su compromiso con la cultura y el arte. Desde los años 80, promueve concursos de arte infantil y ha creado una importante colección de arte mexicano contemporáneo, impulsando el talento nacional.
Asimismo, ha mantenido un enfoque de responsabilidad social, con programas de educación, salud y bienestar para sus socios y sus familias.
¿Un modelo replicable?
El caso Pascual es, sin duda, una excepción en el panorama empresarial mexicano. Aunque ha enfrentado retos como cualquier empresa, ha demostrado que un modelo cooperativo bien organizado puede ser rentable, competitivo y socialmente justo. En tiempos donde se habla de “capitalismo con responsabilidad”, Pascual es un ejemplo real y tangible de que otra forma de hacer empresa es posible.
Su historia sigue siendo fuente de inspiración para movimientos sindicales, colectivos de trabajadores y defensores de la economía solidaria tanto en México como en otros países de América Latina.
Pascual no solo embotella jugos, también embotella esperanza. Una esperanza construida por obreros que demostraron que la dignidad y la justicia también pueden ser parte de la fórmula empresarial.
