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Días de emergencia en Cajeme.- Labor preventiva eficaz por parte del Ayuntamiento a cargo del alcalde Javier Lamarque, el Comité Operativo de Emergencias, Policía, Bomberos, Protección Civil, Grupos de Rescate.- Cierto, la comunidad ha vivido en otros tiempos los embates de la naturaleza, como la Creciente del 48, ciclón Sergio y Kirstein, por ejemplo.

Bernardo Elenes Habas

Dos días con sus noches vivieron las familias cajemenses la zozobra de los huracanes Priscila y Raymond, cuyas lluvias torrenciales causaron inundaciones en varios sectores de la comunidad, donde, afortunadamente, no se registraron daños mayores.

El alcalde Javier Lamarque, manifestó en su conferencia que desde antes de que la depresión tropical Raymond tocara tierra, se activaron protocolos preventivos con Protección Civil y el Comité Operativo de Emergencias, lográndose evitar afectaciones mayores, pese a que se tuvo entre 65 y 70 milímetros de lluvia acumulada en la región. 

Cajeme ha vivido tiempos de emergencia en su devenir como conglomerado humano y, ciertamente, en esos momentos críticos ha prevalecido la solidaridad humana, aunado a la respuesta inmediata de sus autoridades.

Creciente del 48

Sucedió en 1948, cuando la cabecera municipal apenas construía su progreso y todavía eran comunes los chinames (casas de horcones con paredes de carrizo ripiadas de lodo y techo de tierra), aunado a los llanos donde crecían los quelitales y en días de viento nacían serpenteantes los remolinos que se extendían por amplios sectores llevándose, ante el asombro y el coraje de las amas de casa, la ropa lavada que se secaba al sol colgada en los tendederos de los patios extensos y cercados, algunos con carrizo. En ese año, cundo noviembre soplaba anunciando el invierno, comenzó una llovizna pertinaz que se repetía noche y día sin parar, preocupando a los habitantes del poblado.

-Son las equipatas, mujer, no reniegues –le decía mi abuelo Nacho Habas a mi abuela Fina Armenta, en su casa de las calles Cuchus y Tlaxcala.

Pero esas equipatas se prolongaron noche y día durante el final de noviembre, continuando con diciembre y parte de enero, ya de 1949. Por ello los habitantes del viejo Cajeme se santiguaban y decían que era el diluvio, denominando al temporal “La Creciente del 48”.

La llovizna, que al principio mojaba poco, comenzó a inundar las calles, a trasminar los techos de las casas, a anegar el Valle del Yaqui y sus caminos, cuyas siembras se ahogaban irremediablemente. Los comercios prácticamente cerraron sus puertas ante la falta de clientela, las escuelas suspendieron clases, bancos, tiendas de ropa, mercado, se vieron obligados a la inactividad con las familias encerradas en sus viviendas, protegiéndose del temporal y del frío del invierno que ya calaba…

Fue el Plano Oriente (hoy colonia Benito Juárez), junto con el Valle del Yaqui y poblados del sur de Sonora los más afectados con el fenómeno meteorológico. Es referencia consistente la forma en que tuvieron que trasladar el cadáver de una mujer que era velada en su vivienda –Amparo Espinoza, su nombre-, para darle sepultura en el Panteón Nuestra Señora de Guadalupe, debiendo improvisar una balsa con tambos de 200 litros, porque el agua alcanzaba nivel de más de un metro.

Otros remanentes de tormentas que dejaron huella en Cajeme, fue el huracán Sergio, en octubre de 1978, siendo alcalde el doctor Oscar Russo Vogel, y como bien me lo comenta mi amigo y hermano de ideales y travesías culturales, de los sobrevivientes del Grupo Cultural Siglo XX, Luis Alfonso Valenzuela Segura, quien en ese año fue testigo y participó en las brigadas de salvamento organizadas por las autoridades y el ahora desaparecido Fonden, cuando las lluvias y vientos rabiosos inundaron y destruyeron casas principalmente en barrios de la ciudad como El Túnel, Las Areneras y El Sobaco.

No olvido la preocupación y las acciones de rescate iniciadas por el alcalde Russo Vogel, el director del Centro de Salud, doctor Eustolio del Río Tapia, la directora de Previsión Social y Cultura en Cajeme, Lupita Martínez Moreno.

Y más atrás, septiembre de 1966, tiempos de azoro por el ciclón Kirstein, que grabó su nombre en el pecho de Cajeme, destruyendo casas, inundando espacios, sacudiendo estructuras comerciales e industriales, ahogando al Valle y sus caminos, recordándole a los seres humanos que la fuerza de la naturaleza es indoblegable.

Le saludo.