
Colombia, Ecuador y Perú, años 1970-1980. En los registros de la criminología mundial, el nombre de Pedro Alonso López resuena con un eco de horror. Conocido como “El Monstruo de los Andes”, confesó el asesinato de más de 300 niñas, lo que lo convierte en uno de los asesinos seriales más prolíficos de todos los tiempos.
Infancia en la miseria y la violencia
Nació en 1948 en Colombia, en un ambiente marcado por la pobreza y el abandono. Desde muy pequeño fue víctima de abusos que moldearon un perfil criminal lleno de resentimiento y perversión. Con el tiempo, su violencia se dirigió hacia las más vulnerables: niñas de entre 8 y 12 años.
Una cacería transnacional
Durante la década de 1970, López recorrió comunidades rurales en Colombia, Ecuador y Perú. Con promesas de dinero o regalos, atraía a sus víctimas para luego violarlas y asesinarlas. Su modus operandi era sistemático y frío, lo que le permitió matar a cientos sin ser detectado por años.
Captura y confesión estremecedora
En 1980 fue detenido en Ecuador mientras intentaba secuestrar a otra niña. Durante los interrogatorios confesó haber asesinado a más de 300 menores. Llevó a la policía a fosas clandestinas donde yacían decenas de cuerpos, confirmando la magnitud de su monstruosidad.
Condena y un desenlace incierto
Fue condenado en Ecuador, pero más tarde trasladado a Colombia, donde recuperó la libertad en los años 90. Desde entonces, su paradero se volvió un misterio, alimentando la sospecha de que pudo volver a matar.
El monstruo sin jaula
El caso de Pedro Alonso López es un ejemplo aterrador de lo que ocurre cuando la justicia y los sistemas penitenciarios fallan. Su figura sigue siendo recordada como la del depredador que convirtió la cordillera andina en un territorio de miedo.

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