Mictecacíhuatl, la imponente diosa azteca y mexica de la muerte, emerge como una figura central en el panteón prehispánico y como un pilar en las tradiciones que hoy conforman el Día de Muertos en México. Conocida como la “Señora de la Muerte”, su papel no era temido, sino fundamental para el entendimiento del ciclo vida-muerte.

Como reina del inframundo (Mictlán) y consorte de Mictlantecuhtli, la deidad tenía funciones esenciales:
Guía de Almas: Su principal tarea era guiar a las almas que morían de forma natural en su viaje por el más allá y dirigirlas hacia las diferentes regiones del Mictlán.
Custodia de Huesos: Ella era la vigilante de los huesos de los difuntos, un rol vital para el concepto mesoamericano del ciclo de la vida y la muerte.
Presidencia de Festejos: Presidía las antiguas celebraciones en honor a los muertos, donde se le honraba con ofrendas, cantos y copal.
Mictecacíhuatl se representa típicamente con una figura esquelética y una corona de cráneos, simbolizando la putrefacción y la muerte. Sin embargo, su figura representaba la muerte como una semilla de la que surge nueva vida.
Su legado es innegable: su culto ancestral se fusionó con las tradiciones católicas para dar origen al actual Día de Muertos. Además, se le considera una deidad precursora de la Santa Muerte, manteniendo su influencia en la cultura popular mexicana.
























































