¿Qué tienen en común la caca de perro y el cuero?

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Como es bien sabido, el uso de las heces animales como fertilizante siempre ha estado muy extendido. E incluso ha sido algo estratégico: recordemos el guano (excrementos de aves marinas, palabra que viene del quechua wanu), uno de los más potentes fertilizantes de origen natural, cuyo control en la costa oeste de Sudamérica dio origen a la Guerra del Pacífico (1879-1883) entre la alianza peruano-boliviana y Chile, también conocida como la guerra del guano y el salitre.

Pero no solo sirven para abonar el suelo. Las heces de ganado secas, como las de camello o bisonte, se usan como combustible y de material base para hacer el adobe que acaba cubriendo suelos y paredes. Incluso algunos pueblos tienen un concurso de lanzamiento de boñiga de camello y de vaca. ¿Y qué decir del Kopi Luwak o café de civeta? Esta infusión se hace con granos de café que han sido comidos y luego cagados por la civeta de las palmeras común o Paradoxurus hermaphroditus, un animal parecido al mapache que vive en India, sur de China e Indonesia. Y en Asia Central las boñigas de oveja se utilizan en el Kumalak, un sistema para predecir el futuro

Y es que las heces no son restos inservibles: muy a menudo contienen el 50% del valor nutritivo inicial del alimento. Esto quiere decir que queda una cantidad significativa de energía disponible para multitud de seres vivos: bacterias, hongos, insectos… Las heces no solo constituyen la comida básica para multitud de animales, sino que también son un suplemento a la dieta de algunos de ellos. Ejemplos de cropofagia lo tenemos entre los elefantes jóvenes -que comen las heces de sus madres para obtener la flora intestinal esencial-, perros, conejos y monos.

Las heces también son un curioso servicio de señalización. Los cernícalos, por ejemplo, son capaces de detectar las heces de su presa porque reflejan la radiación ultravioleta, lo que les permite identificar las áreas donde hay un gran número de ratones de campo. Las plantas también hacen un buen uso de ellas, y no precisamente como abono: algunas utilizan a los animales frugívoros para diseminar sus semillas. Se trata de una buena estratagema pues, al contrario de lo que sucede con las que caen directamente al suelo, es difícil que alguien se las vaya a comer.

Piel rebozada

Pero vayamos al cuero. Todos sabemos que hay que tratarlo para hacerlo suave y agradable al tacto, lo que en el fondo no es otra cosa que realizar un proceso que elimine parte de las proteínas que contiene. Si no se hace, lo único para lo que sirve el cuero es de suela de zapato.

Ahora bien ¿sabías que desde tiempos inmemoriales, y hasta principios del siglo XX, el tratamiento del cuero consistía en rebozarlo con excrementos? Sí señor, el cuero se untaba en lo que comúnmente llamamos mierda. Por ejemplo, el escritor romano Plinio menciona que en su época se usaban las deyecciones de palomas. Pero en los siglos siguientes la cosa evolucionó y se utilizaba el estiércol de perro. Pensándolo un poco, resulta duro imaginar a personas recogiendo cacas de perro por las calles para luego frotar el cuero con ellas ―algo que se hacía con un canalete, pero también con la mano o con los pies, de manera similar al pisado de la uva―.

La ciencia del cuero y la caca

El porqué era tan importante la caca de perro para el tratamiento de la piel no fue elucidado al comenzar el siglo XX Joseph Turney Wood. Lo que pasaba es que en tan oloroso ambiente vive una bacteria que produce unas enzimas, unas proteínas llamadas proteasas, que eran las responsables de degradar parte del cuero en un proceso muy difícil de controlar y que exigía una gran habilidad por parte del operario.

En 1908 este apestoso trabajo cambió gracias al buen hacer de un alemán llamado Otto Röhm. El sustituto de los excrementos fue un extracto de los páncreas de animales sacrificados que bautizó con el nombre de Oporon. Este extracto contiene tripsina, una enzima del sistema digestivo y que es la responsable de la dulcificación del cuero. Pero Röhm no se detuvo aquí. Pensó que a lo mejor podía aplicar su extracto a otras cosas. Hasta entonces a nadie se le había ocurrido analizar la composición química de la suciedad que se queda pegada a la ropa. Röhm fue el primero en hacerlo pues quería ver si su extracto de páncreas también servía para lavar la ropa.

Con información de Muy Interesante

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