Premio Nobel evoca su momento Eureka de descubrimiento del microARN

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El genetista Gary Ruvkun recuerda vívidamente el momento en el que en una llamada telefónica nocturna con su viejo amigo y ahora co-premiado con el Nobel de Medicina 2024 Victor Ambros hicieron su revolucionario descubrimiento de los interruptores genéticos que existen en el árbol de la vida.

Corrían los primeros años de la década de 1990. Los dos, que se habían conocido una década antes y se habían unido por su pasión por una especie de lombriz, intercambiaban datos a las 11 de la noche, uno de los pocos momentos en que Ambros podía dejar de atender a su hijo recién nacido.

“Todo encajaba como las piezas de un puzzle”, dijo Ruvkun a la AFP en una entrevista desde su casa en un suburbio de Boston, poco después del anuncio del premio el lunes. “Fue un momento Eureka”.

Lo que habían descubierto eran fragmentos de ácido ribonucleico (microARN): diminutas moléculas genéticas que actúan como reguladores clave del desarrollo en animales y plantas, y que prometen avances en el tratamiento de una amplia gama de enfermedades en los próximos años, incluido el cáncer.

“Es un poco como si la astronomía empezara observando el espectro visible y luego la gente pensara: ‘Si miramos con rayos X, podremos ver sucesos de mucha mayor energía’”, explicó Ruvkun. “Estábamos observando la genética a escalas mucho más pequeñas de lo que se había observado antes”.

Una rareza

Los dos investigadores publicaron su descubrimiento en la revista Cell unos meses más tarde, en 1993. Pero en aquel momento no se consideró un gran avance, ya que su trabajo se centraba en gusanos C. elegans.

Ambros y Ruvkun estaban intrigados por la interacción entre dos genes que parecían alterar el desarrollo normal del gusano: lo hacían permanecer en un estado juvenil o adquirir características adultas prematuramente.

“Nos consideraban una rareza en el mundo de la biología del desarrollo”, recuerda Ruvkun, de 72 años. No imaginaban que su trabajo sobre la interacción de dos genes que parecen alterar el desarrollo de este diminuto gusano se vería recompensado algún día.

Fue en el año 2000 cuando un segundo descubrimiento lo cambió todo. Ruvkun y su laboratorio descubrieron la existencia de microARN en muchos otros organismos vivos, desde los ascáridos a los moluscos, pasando por los pollos y los humanos.

Por aquel entonces, aún se estaba secuenciando el genoma humano. “Creo que ya se había completado un tercio” y se había puesto a disposición de los investigadores, recuerda Ruvkun. “Y ya podía ver microARN en ese tercio del genoma humano”.

“Fue una sorpresa”, añade.

Desde entonces, la investigación se disparó y los microARN se mencionan en más de 170.000 publicaciones biomédicas.

Se han identificado más de 1.000 microARN en el ADN humano, y algunos ya se están utilizando para comprender mejor los tipos de tumores y desarrollar tratamientos para personas con leucemia linfocítica crónica.

También se están llevando a cabo ensayos para desarrollar microARN como tratamiento de enfermedades cardíacas.

Casi 30 años después de su noche “Eureka”, la pareja volvió a descolgar el teléfono para compartir su premio Nobel. “Vamos a celebrarlo como locos”, ríe Ruvkun.

Fuente: yahoo.com

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