
Premio Nacional de Periodismo a Carlos Moncada.- Reconocen la trayectoria y el legado en el campo de la información y forjamiento de opinión de un sonorense que además mantiene paralela a esa disciplina una heredad invaluable para la Literatura.
Bernardo Elenes Habas
Cajeme, su pueblo, que acaba de cumplir 95 años como Municipio, refuerza su orgullo de contar entre sus hijos que aquí sembraron su semilla dentro del periodismo (Diario del Yaqui, 1953), pero también el trazado profundo de su vocación literaria, al lado de Bartolomé Delgado de León y Miguel Sáinz López Negrete, fundando el Grupo Cultural Ostimuri, en esos mismos años.
Carlos, de quien me honro ser su amigo desde hace 50 años, obtuvo por sus méritos el Premio México de Periodismo “Ricardo Flores Magón”, por sus 69 años de Trayectoria profesional, dentro de la conmemoración de los 100 años del sacrificio de Flores Magón, uno de los insignes forjadores de la Revolución Mexicana. El reconocimiento lo respalda la Federación de Periodistas Mexicanos y el Colegio Nacional de Licenciados en Periodismo.
Sin duda, una lección de vida y de trabajo de Moncada Ochoa, quien ha entregado más de 40 libros sobre periodismo, política, literatura, historia, reforzando la línea creativa y de investigación sustentada por su talento.
Reescribo en este espacio, una entrevista que sostuve con Carlos hace 39 años, cuando los dos laborábamos para Diario del Yaqui, y que publiqué el 4 de diciembre de ese año:
“A quienes aprendí los secretos del oficio, fue a los trabajadores de talleres, cuando en las madrugadas, al salir del DIARIO, me iba junto con ellos al Mercado Municipal de Cajeme, a tomar café o a comer asado. Los obreros me enseñaron de medidas. De cuadratines. De todas esas cosas que son esenciales en el periodismo”.
Carlos Moncada me lo comenta, con su voz precisa, moviendo apenas los labios, mientras detrás de los cristales graduados de sus lentes, su mirada parece perderse en el bullicio que reina en el restaurante “El Merendero de José Luis”, donde se desarrolla la charla nocturna.
Luego, hace recuerdos de su principio en el periodismo, año de 1953, como corrector de pruebas en el periódico fundado por Jesús Corral Ruiz un 9 de abril de 1942. Pero antes de que ello sucediera, afirma que la antigua revista “Confidencias”, le había hecho el pago efectivo de 15 pesos, por un relato inventado que le publicaron.
Fueron tales aproximaciones, realmente, los inicios en el oficio del periodismo y las letras del cajemense Carlos Moncada Ochoa, quien recientemente –el pasado 3 de noviembre (la entrevista se realizó en diciembre de 1983)-, cumplió 30 años activo entre máquinas de escribir, entrevistas, reportajes, columnas. Y, si consideramos su participación constante en las filas de la tinta, los teletipos, las rotativas y la responsabilidad de investigar y mantener comunicación constante con el público lector, se deduce que son 30 años también de iniciación en la difícil disciplina y práctica intelectual de escritor.
“Yo hacía cuentos. Prácticamente comencé a desenvolverme en la literatura. Cuando Bartolomé Delgado de León fue mi maestro en la Escuela Secundaria José Rafael Campoy, convocó a un concurso de cuento entre los estudiantes. Lo gané. Como premio me entregó un libro. Después realizó otro certamen, mismo que gané nuevamente junto con otro libro. Además, el mismo Bartolomé creó un periódico estudiantil editado en mimeógrafo, en el que yo colaboraba”, comenta Carlos. A su lado, Jesús Antonio Salgado Figueroa, Víctor Manuel Zárate Urbina, Horacio Soto Valencia, Gilberto Márquez Trujillo (director del Diario), y yo, escuchándole con atención. Sobre la mesa, descansa una botella de vino tinto casi vacía. Cabrerilla asada, quesadillas en tortillas de harina y los insustituibles vasos de cristal que se escancian con avidez. En mesa contigua, se escucha la voz del poeta chiapaneco Juan Bañuelos –cuyos libros Espiga amotinada, Puertas del mundo, Escribo en las paredes, Espejo Humeante, No consta en actas, y Tocar la guitarra azul, tienen resonancia a nivel Latinoamérica-, quien es atendido por el director de la Biblioteca Pública, Ramón Iñiguez Franco, y ha venido a Cajeme en su carácter de presidente del jurado de los Juegos Trigales del Valle del Yaqui, para participar en la premiación del poeta capitalino Ricardo Pérez Gallardo.
-¿El Carlos Moncada de hoy, quien en cierta forma se ha alejado de las salas de redacción, talleres y del esfuerzo de reportear cotidianamente, aunque no de los periódicos, sería capaz de “cerrar” una primera plana?- pregunto. A lo que Moncada, sin perder su habitual tranquilidad, tras la cual, en ocasiones se esconde una fina ironía, responde:
“Sí, porque el oficio no se olvida, y ahora, con las nuevas técnicas incorporadas al periodismo, se simplifica un tanto”.
Indudablemente que Moncada tiene razón. Porque quienes conocimos y manejamos la técnica antigua de la impresión directa. De los lingotes de plomo, los linotipos y la verdadera esencia artesanal del taller, comprendemos que se ha avanzado para bien, en limpieza y facilidad en el manejo de tales menesteres. Lógicamente, abriendo alternativas para que quien diagrama o planifica, encuentre otras perspectivas donde pueda aplicar su capacidad creativa, circunscrita al oficio.
Enseguida, el autor de seis libros de diversos temas (La juventud ¿5to. poder?, El México de acá visto desde el más allá, Años de violencia en Sonora, Este es mi mundo –cuentos-, ¡Cayeron!, y El Quijote de la Revolución –vida y obra de Adolfo de la Huerta), comenta sobre un nuevo texto próximo a ver luz pública: “Treinta años en esto”, donde, según puntualiza, lleva el rasgo anecdótico acerca de hechos y situaciones que involucran a quienes fueron, junto con el autor, copartícipes en los avatares del oficio durante tres décadas, pero sin perder el valor histórico que la investigación y la búsqueda le confiere para los lectores que no tuvieron oportunidad de vivir esos tiempos; o que, si acaso los vivieron, solamente cuentan con el testimonio de los hechos a través de periódicos.
En las casi 200 páginas que conformarán el volumen –comenta- están inmersos casos como “El contrerismo” y la participación de los medios informativos en él. La muerte del “Machi” López, suceso del que Carlos guarda especial recuerdo, porque, “siendo reportero se me fue un muerto”; narra, igualmente, una entrevista memorable con Fidel Velázquez, en el verano de 1962. “Cuando le pregunté, durante una comida que le ofrecían en Ciudad Obregón, si pensaba reelegirse para otro periodo: de ninguna manera –respondió-, mi retiro es definitivo. Y aún continúa como dirigente nacional de la CTM”.
Moncada se viene a Sonora, deja el DF. Este mismo mes de diciembre establece su residencia en Hermosillo, lo que constituye para los intelectuales de provincia y para los escritores en ciernes o con cierto camino recorrido, algo benéfico.
Estará con nosotros. En su Estado. Y deberá pugnar, como irrenunciablemente le corresponde porque su posición lo responsabiliza, por el incremento y florecimiento del oficio de escribir, considerando que cuenta con la experiencia suficiente y el buen dominio de dichos quehaceres, para que las nuevas generaciones vean en él a un seguro portavoz de sus inquietudes. Alguien capaz de lograr definir los mecanismos adecuados que fortalezcan a quienes luchan porque Sonora encuentre su posición definitiva en la literatura nacional.
Por lo que corresponde al periodismo, la batalla es diferente, debido a que alcanzará con la presencia de Carlos, logros y beneficios plurales.
Un fuerte abrazo ¡Maestro Carlos Moncada!
Le saludo, lector.














































