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Ayer en los micrófonos de la 101.1 FM abordamos un tema con mar de fondo.

Los Consejos Ciudadanos, esas instancias de participación social que se supone, deberían contribuir en el diseño, implementación y fiscalización de las políticas públicas, pero que históricamente han servido sólo para validar acciones de gobierno, incluyendo aquellas que van a contracorriente del verdadero sentir ciudadano, porque simple y llanamente, esos consejos no son, en general, una muestra representativa de la sociedad.

Más aún, diríase que independientemente de las siglas partidistas del gobierno en turno, se repiten en un desfile infinito, nombres y apellidos de empresarios, académicos, intelectuales, dirigentes de membretes, asociaciones civiles, organizaciones diversas, todos ellos con una gran capacidad de adaptación a los vaivenes políticos que llevan a uno u otro partido al poder, y con los cual colaboran gustosamente.

Tienen, sin embargo esas instancias, una contradicción de origen. Nacen para cubrir una necesidad de los gobiernos, relacionada con la integración de una visión ciudadana en su quehacer; con la transparencia y la rendición de cuentas, pero bien vistas las cosas, quizá sean organismos más opacos que los mismos gobiernos.

Nadie, fuera del cerradísimo círculo de quienes están directamente relacionados con su integración y actividades, saben por ejemplo los nombres, los currículum, los perfiles de sus integrantes, y sobre todo, nadie sabe su agenda: lo que están discutiendo, lo que están acordando, planeando.

Esa es la principal contradicción: designados por los gobiernos en turno, los consejos ciudadanos carecen de una vinculación real con los ciudadanos. Ya no hablemos de la promoción de consultas, por ejemplo. Simplemente no poseen ni siquiera la más elemental voluntad para explicar qué están haciendo, a través de vías de tan fácil y barata operación como las redes sociales.

Esto cobra especial relevancia en estos tiempos, cuando hay temas torales y de obligada discusión pública como son la seguridad, el transporte, la democracia (sí, la democracia, ese tema que en el fondo, es el que menos se discute); la transparencia, la educación, la salud, por mencionar algunos.

Porque tanto en el nivel estatal como en el municipal, existen esos consejos que, cualquiera supondría están reuniéndose periódicamente para contribuir en el diseño, aplicación, evaluación, supervisión de las políticas púbicas en cada dependencia.

Pero nadie, a reserva de equivocarme y la ciudadanizada lectora, el participativo lector sí lo sepan, conoce la agenda, las fechas y lugares donde se reúnen; los temas que allí abordan, las propuestas (si es que existen), y sobre todo el origen de esas propuestas, porque no es lo mismo que surjan de un soplo en la oreja desde una oficina gubernamental, a que surjan de alguna reunión vecinal, un encuentro con organizaciones ciudadanas o representaciones sociales, sea cual fuera su signo, filiación, área de influencia.

No hay registro de la actividad de esos consejos ciudadanos. Eventualmente alguno aparece en la escena mediática, sobre todo cuando se ‘calienta’ el tema con el que están relacionados. El ejemplo más a la mano es el Consejo Ciudadano de Seguridad Pública, encargado de elegir las ternas de las cuales surgieron los fiscales especiales anticorrupción y el de asuntos electorales.

Ternas muy polémicas, por cierto y de las que finalmente se eligió en el Congreso del Estado a Odracir Espinoza y Pedro Pablo Chirinos en cada una de esas fiscalías, con el minoritario voto del PAN en contra.

Desde luego, los panistas están en este, y en todos los temas, descalificados para la crítica, pues durante su efímero paso por el gobierno estatal, no sólo hicieron lo que habían hecho los priistas durante los anteriores 80 años, sino también lo que imaginaban que hacían.

En ese desbocado mareo sobre el ladrillo sexenal, el panismo padrecista tiene ahora una lista nada despreciable de ex funcionarios en la cárcel, comenzando por el mismísmo Guillermo Padrés. Otros tantos detenidos en Estados Unidos, unos más huyendo de la justicia por cualquier parte del globo terráqueo, y otros con una pesada mochila de amparos en la espalda.

El fracaso de los consejos ciudadanos, precisamente, sale a relucir en ese sexenio trágico de Guillermo Padrés, cuando tales instancias callaron, se voltearon hacia otro lado, prefirieron el silencio frente al flagrante saqueo.

Esta debería ser una llamada de atención para el actual y para los gobiernos que vengan.

Como idea de auspiciar, crear, fomentar la participación ciudadana en el ejercicio de gobierno, los Consejos Ciudadanos parecen una buena idea.

Pero no se puede hablar de democratización de la vida pública, de ciudadanización del gobierno, de participación social, si no se comienza por democratizar y transparentar los procesos de selección de esos ciudadanos que deberían fungir como contrapeso a las políticas públicas, pero también como base de apoyo de un gobierno dispuesto a socializar verdaderamente esas políticas, antes de ejecutarlas.

Si esos Consejos hubieran funcionado, quizá nos estaríamos ahorrando muchas penas ajenas con la detención y encarcelamiento de quienes saquearon el erario antes, y estuviéramos previniendo que esa historia no se repita.

Cabe precisar que una cosa son los Consejos Ciudadanos y otra, los comités vecinales, de participación social o como les llamen en cada administración. En la municipal de Hermosillo, por ejemplo, se llaman COMPAS y hay 586 en Hermosillo. Cada uno tiene un presidente, un secretario, un tesorero y al menos diez integrantes más, presuntamente encargados de cada área de gobierno: deporte, cultura, seguridad, fomento económico, jóvenes, mujeres, etc.

Estamos hablando de un ejército de casi 4 mil ciudadanos que en Hermosillo, se supone están incidiendo en las políticas públicas del gobierno municipal, pero que en los hechos, asumen funciones de gestión mínimas, pero muy útiles como clientelismo electoral y de las que ni siquiera el gobierno en turno puede estar seguro que sean a su favor.

Hay casos, y lo digo con conocimiento de causa porque se trata de mi colonia, donde el secretario de Desarrollo Social del Ayuntamiento, Carlos Rodríguez Freaner se aferra en mantener a una doñita que está trabajando duro para los panistas y que en menos de lo que se imagina, le van a dar una sorpresa. También a Pumarino y al diputado David Palafox, que le están haciendo el caldo gordo.

Pero bueno, ninguno de los anteriormente mencionados son amateur y le entienden bien a la cooptación de ‘liderazgos sociales’, porque deben recordar muy bien la chinga que les puso Alejandro López Caballero en 2012 con esos liderazgos en las colonias, que antes eran suyos y luego no. Y la forma en que recuperaron esos liderazgos para 2015, así como la manera en que les están minando el terreno para lo que viene.

El punto es que si en verdad se quiere ciudadanizar las políticas públicas, se debe empezar por transparentar los procedimientos y los criterios para la selección de esos ciudadanos que integran a los Consejos. Pero sobre todo, ponerlos a trabajar en eso: en la recolección del sentir popular en serio, para que luego no salgan los gobiernos con acciones que sólo les engordan la chequera a los mismos.

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