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Libertad de Expresión, derecho del pueblo.- Crónicas para la historia (No. 85).- En Cajeme, desde su nacimiento, líderes políticos y periodistas sembraron la parcela de la justicia, aún a costa de sus vidas.- Leo Rosenfeld, ciudadano lituano, fundó el primer periódico, La Gaceta del Pacífico, en 1928 

Bernardo Elenes Habas

Es la Libertad de Expresión, un derecho ganado a sangre y fuego por el pueblo de México, desde el movimiento insurgente de 1910.

El Demócrata

Ese reclamo, para eliminar la represión que se abatía sobre la voz y las ideas ciudadanas, afloró como espiga libertaria -entre otras urgentes demandas-, en el Constituyente de 1917, con los artículos 6to y 7mo. Antorchas vivas de la libre expresión.

Dichos preceptos, que perviven en el texto constitucional, se han ido perfeccionando al paso del tiempo y con los avances de la tecnología, cuando el pueblo, para bien, le arrebató a los gobiernos el derecho a expresarse, a manifestarse, sin represión ni controles mediáticos, enarbolando sus verdades, aunque las exposiciones no todo el tiempo sean confiables, como sucede ahora con las “benditas redes sociales” que explota a contentillo el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Cierto. El periodismo había sido, desde siempre, el vehículo o caudal sobre el que transitaba la libertad de expresión. Pero, retorciendo tan sagrado derecho, muchos de esos núcleos informativos se apoderaban de sus fortalezas.

Sin embargo el tiempo, la evolución política y social; el reclamo corajudo de una sociedad actuante porque se reconociera su voz, sus ideas, su derecho a la justicia, destrozó los candados con los que la burocracia oficialista enjaulaba la voz del pueblo. Liberando las aves del pensamiento. Haciendo crecer las alas constitucionales del Derecho.

Hoy, sin duda, gracias a la defensa consistente, heroica de los preceptos constitucionales 6 y 7, los pronunciamientos y las ideas del pueblo, valen tanto o más que la de cualquier encumbrado periodista o comunicador, porque la esencia de las libertades radica en las mayorías, y es esa la luz de la Libertad de Expresión.

En el Cajeme primigenio, hubo, desde siempre, cuando una Estación de Bandera se instaló 10 kilómetros al sur de Estación Esperanza, en 1906, como semilla promisoria de lo que sería Municipio en 1927, destellos limpios de libertad de expresión, surgiendo de los sentimientos e ideas de Matías Méndez, Machi López, Jacinto López, Ramón Danzós Palomino, Vicente Padilla, Rafael Contreras Monteón, en el núcleo y efervescencia de la política militante; pero también, en el crisol naciente del periodismo, con Leo Rosenfeld, ciudadano lituano y su esposa Virginia Gámez; Aureliano A. Anaya, Pedro N. Tirado Páez, Celso Tirado Páez, Alejandro Dumas, Francisco Muro Rouse, José Luis Pérez R., Manuel J. Zavala, Alberto Macías, Jesús Corral Ruiz, Bartolomé Delgado de León, Heriberto Salazar, Carlos Moncada.

Ellos, hombres de tinta, papel y convicciones, dieron vida a esa espiga desde el Eco del Yaqui, 1926-1927; El Heraldo de Cajeme, 1927; La Gaceta del Pacífico 1928; El Demócrata, 1932;

Heraldo del Yaqui

Heraldo del Yaqui, 1929; Diario del Yaqui, 1942; Última Hora, 1954; El Dictamen, 1960; Claridades, 1964; Tribuna del Yaqui, 1965; que se constituían en la parcela de voces y páginas escritas como heredad del periodismo escrito en Cajeme.

Muchos de sus oficiantes (periodistas y políticos), expusieron sus vidas para hacer prevalecer la libertad de expresión. A algunos los asesinaron a mansalva, como al limpio líder agrarista Machi López. 1953. Otros, estuvieron a punto de ser fusilados durante el “Movimiento Renovador” de 1929, drama que sufrió José Luis Pérez R. Y, ¿por qué no decirlo?, todos enfrentaron persecuciones, amenazas, ataques en sus personas y en sus familias.

Ha sido alto, sin duda, el precio que el pueblo de Cajeme ha pagado por lograr el ejercicio de su libertad de expresión. La que hoy defiende sin cortapisas. Aunque a veces trascienda el respeto que merece la dignidad de las personas.

Yo agregaría, históricamente a la defensa y ejercicio de tan valioso derecho en el Municipio, a un batallón de soñadores que han sabido desbordar sus verbos, adjetivos y metáforas, como combatientes ignorados de la palabra libre, justiciera.

Ellos impregnaban e impregnan sus ideas con el toque de la belleza y luz del pensamiento, en ocasiones cimentados con el filo del combatiente sin tregua por la dignidad y la justicia social: Los poetas de mi pueblo, como Alberto Macías, Bartolomé Delgado de León, Juan Eulogio Guerra Aguiluz, Juan Noriega López, Mario León Uriarte, Irma Arana, Jesús Antonio Salgado, Rigoberto Badilla, Daniel Delgado Saldívar, Alí Sierra, Sergio Lamarque, Mara Romero, Sandra Mortiz…Ellos…

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