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Muchos profesionales sanitarios están compartiendo su experiencia en ensayos clínicos o tras recibir alguna vacuna contra el coronavirus en Twitter o TikTok para convencer a la gente de que son seguras. Aunque se arriesgan a sufrir campañas de acoso, su labor es clave para fomentar la confianza en la ciencia

La doctora y profesora asociada de patología, inmunología y medicina de laboratorio de la Universidad de Rutgers (EE. UU.) Valerie Fitzhugh ha estado siguiendo las noticias mucho más que en los últimos cuatro años, más de lo que recuerda haber hecho en cualquier otro momento de su vida. En los primeros meses de la pandemia de coronavirus (COVID-19), el mensaje contante que recibía desde distintos medios de comunicación y en el que no podía dejar de pensar era que no había suficientes participantes de color en los ensayos clínicos para las vacunas contra la COVID-19, especialmente de la comunidad negra. Así que se apuntó a uno de ellos. Participar en un ensayo le pareció una misión muy importante.

Fitzhugh recuerda: “Pensé en la importancia de este momento, en mostrarle a la gente que se parece a mí que los ensayos clínicos son algo completamente diferente a la forma en la que se experimentó con mi gente hace tantos años”. Y es que, mientras Fitzhugh veía todas esas noticias sobre la falta de las personas negras en los ensayos clínicos, comprendió el motivo. Los estadounidenses negros han sufrido abusos del sistema sanitario durante siglos.

El estudio de Tuskegee, que duró 40 años y que resultó tremendamente inmoral, sobre los efectos de la sífilis no tratada en varones negros, terminó en 1972 después de que una filtración a los medios expusiera el proyecto respaldado por el Gobierno estadounidense. “En el caso de mi padre, el ensayo duró casi tanto como su vida”, destaca Fitzhugh.

A mediados de diciembre, Fitzhugh tuiteó sobre su experiencia en el ensayo, justo cuando el mundo empezaba a administrar las primeras vacunas. Como el ensayo en el que participa es de doble ciego, aún no sabe si recibió la vacuna o no. Su mensaje en Twitter sobre su experiencia tuvo miles de retuits y decenas de miles de me gusta.

En el momento del tuit, Fitzhugh había recibido dos inyecciones, o de placebo o de vacuna. La primera fue fácil. Después de la segunda, experimentó algunos efectos secundarios, algo común en las vacunas, y también habló de eso.

La médica cuenta: “Lo publiqué porque quería hacer lo correcto. Me parecía importante porque se hablaba mucho de que ‘Era demasiado rápido, apresurado’. Y solo quería que la gente entendiera que el proceso se había desarrollado con toda normalidad. Sí, fue más rápido, porque recibieron más de 8.000 millones de euros para lanzar esta vacuna”.

La idea de médicos influyentes en redes sociales no nació de la pandemia, pero eso sí les ayudó a conseguir más seguidores. Los médicos influencers empezaron a destacar cuando la gente quiso comprender el nuevo y aterrador virus que se propagaba por todo el mundo, y cuando los profesionales sanitarios intentaban combatir la desenfrenada desinformación que empezó a aparecer sobre el virus. En la actualidad, los médicos, el personal de enfermería y otros profesionales sanitarios comentan y debaten en internet sus propias experiencias tras recibir la vacuna.

Estos creadores de contenido en redes sociales han hecho crónicas de sus experiencias con las vacunas en tiempo real. La doctora de urgencias en Reino Unido Madeline Dann, conocida como @MaddyLucyDann en TikTok, habló sobre cómo recibió la vacuna en una serie de vídeos que acumulan cientos de miles de visualizaciones, en los que explica a los jóvenes usuarios de esta plataforma su experiencia después de recibir la primera dosis de la vacuna.

En una publicación emitida al día siguiente, afirmó: “Me encuentro bien. El brazo me molesta un poco, como un moratón. Me duele cuando lo toco, así que dejé de tocarlo. De hecho, he sido muy eficaz y eficiente esta mañana; he dejado mi coche en la ITV y ¡he hecho torrijas! El efecto secundario de la vacuna son las torrijas”.

“Hay varias dudas sobre las vacunas”

Los expertos en desinformación online sobre vacunas creen que este tipo de historias pueden resultar efectivas para ayudar a las personas que dudan de la vacuna a tener más confianza en su seguridad. La investigadora del Observatorio de Internet de la Universidad de Stanford (EE. UU.) especializada en desinformación médica Renee DiResta afirma: “Ni siquiera puedo decirles cuántas publicaciones he visto de médicos que subían vídeos del momento de su vacunación”.

Durante mucho tiempo, los promotores de desinformación antivacunas han utilizado distintas anécdotas para respaldar sus afirmaciones falsas: los vídeos de YouTube de madres explicando cómo creían que alguna vacuna había perjudicado a su hijo, por ejemplo, o historias personales de conversión de profesionales médicos que, después de dejar atrás la medicina basada en la ciencia, hacían carrera vendiendo información que, según ellos, la industria sanitaria no quería que los demás conocieran.

Pero, las publicaciones de los profesionales sanitarios que se vacunan funcionan bien porque parecen personales. La honestidad sobre la experiencia y los posibles efectos secundarios pueden ayudar a crear las expectativas y abrir la comunicación entre los que podrían ser los principales objetivos de la propaganda antivacunas. “Cuando hablamos de las dudas sobre las vacunas, son varias”, señala la becaria postdoctoral del Centro para la Sociedad Informada de la Universidad de Washington (EE. UU.) Kolina Koltai.

Sí, existen activistas antivacunas. Pero hay muchas otras personas que, por alguna razón, no están seguras de querer recibir esta vacuna, pero generalmente se consideran a favor de la ciencia. Puede que escucharan que el proceso ha ido demasiado rápido o su comunidad tenga un buen motivo para no confiar en los médicos. O simplemente no tienen demasiada información sobre cómo se desarrolló la vacuna. Es el grupo social al que intentan llegar tanto los antivacunas como los que quieren poner fin a la pandemia.

“Ahí están los profesionales sanitarios explicando: ‘He recibido esta vacuna. Estos son los efectos secundarios, esto es lo que pienso sobre los efectos secundarios frente a la posibilidad de contraer la COVID-19”, explica DiResta. Esas historias pueden resultar importantes, pero compartirlas no está exento de riesgos. Los activistas antivacunas online tienen un largo historial de incitación al acoso multitudinario contra sus objetivos, incluidos los profesionales sanitarios y otros que promueven la seguridad de las vacunas.

Lo centran todo en una afirmación falsa de que una enfermera había muerto y que el hospital donde trabajaba lo ocultaba.

Koltai advierte que hay un riesgo aún mayor en la descontextualización de las historias auténticas para promover una narrativa falsa. Una enfermera de un hospital de Chattanooga (EE. UU.) se desmayó ante las cámaras después de recibir la vacuna a mediados de diciembre, como resultado de una patología previa que puede provocar desmayos como respuesta al dolor. Pero a los antivacunas eso les daba igual, tomaron la imagen dramática de su desmayo y la publicaron. Su afirmación falsa era que la enfermera había fallecido y que el hospital donde trabajaba lo ocultaba.

Al final de la semana, las búsquedas en Google del nombre de la enfermera generaron automáticamente otras palabras clave como “muerte” y “obituario”. Los resultados incluyeron un obituario falso que circuló en Facebook y unos vídeos de YouTube donde los principales comentarios estaban llenos de teorías de conspiración. “Además de los resultados en Google y en Twitter, alguien entró en Instagram y creó una falsa publicación in memoriam. Le robaron todas sus fotos antiguas y así crearon su in memoriam”, detalla DiResta

“Crear toda esta desinformación no requiere casi esfuerzo”, opina Koltai. Incluso si esta enfermera en concreto no se hubiera desmayado, este tipo de campañas de desinformación simplemente habrían encontrado otro objetivo. “Los hospitales, los profesionales sanitarios y la sociedad en general deben ser conscientes de que la desinformación sobre las vacunas y las personas que usan sus propias historias como desinformación no es algo que vaya a desaparecer pronto”, advierte.

“No espero un milagro de la noche a la mañana”

Para Fitzhugh, aunque la respuesta a sus tuits fue sumamente positiva, aún recibió algunas respuestas de odio. Las que más le costó ver fueron las de otros afroamericanos. Pasó días respondiendo a las preguntas publicadas en su hilo. ¿La más común? ¿Cuándo sabrá si recibió la vacuna o el placebo? (La respuesta: ¡pronto! Y si no recibió la vacuna en el ensayo, entonces se apuntará para vacunarse). La médica afirma: “No espero un milagro de la noche a la mañana. Cientos de años de experimentación y desconfianza… eso no desaparece en una semana, un mes o un año”.

Aun así, algo en las respuestas a sus tuits le dio esperanza. Y añade: “Muchas personas me escribieron y dijeron: ‘Yo también participé en un ensayo’, y empezaron a describir su experiencia”. A medida que un número cada vez mayor de esas historias se publican unas sobre otras, Fitzhugh confía en que “se vaya creando algo más allá de la anécdota. Y es así como se puede volver poderoso”.

Fuente: technologyreviews.es

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