¡Detener la violencia, es la premisa moral!.-

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¡Detener la violencia, es la premisa moral!.- Nadie que ame a su familia, sus niños, y anhele un presente y un futuro de paz para ellos, puede aceptar que en la patria es más importante alentar la farsa de una consulta sembradora de odio y división propiciada desde Palacio Nacional, que convocar a unir esfuerzos contra la crueldad que conduce a la destrucción de valores y a la muerte misma… ¡Nadie!

Bernardo Elenes Habas

Los hechos, las circunstancias que viven y sufren regiones específicas del país, entre ellas Sonora, y por supuesto Cajeme, abren la alternativa de una premisa moral por parte de las familias, para exigir un cambio dimensional e histórico en la conducción de México.

Nadie que ame a su familia, sus niños y se esfuerce en construir un presente y un futuro de paz para ellos, puede aceptar que en estos momentos de heridas abiertas, de sangre derramada, es más importante atender una iniciativa cargada de venganza y de rencor contra el tejido político de sexenios anteriores, que garantizar la paz de los pueblos, la tranquilidad de sus habitantes, la construcción de los puentes que propicien el advenimiento de un nuevo amanecer de progreso compartido, de justicia social legítima, sin el miedo a las balas, sin la macabra sinfonía de la muerte que ronda sobre hombres, mujeres, niños, expuestos a ser alcanzados por el terror de los ajustes de cuentas entre delincuentes.

La preocupación en la región del sur de Sonora crece. Los casos de desapariciones se siguen dando en territorio yaqui.

Las ejecuciones alcanzan estadísticas alarmantes en las áreas de Cajeme, Empalme, Guaymas, y, es preciso repetirlo, solamente se sabe en la narrativa cotidiana sobre los recorridos que realiza el Ejército, Marina, Guardia Nacional y Policía Estatal, que se trata de acciones que no rinden frutos, porque sus elementos están obligados a obedecer la consigna ciega del enunciado filosófico abrazos y no balazos, que los mantiene como escenografía del bien en la tragicomedia de la 4T.

El sentido común grita –lo dije hace unos días- con verbos desesperados a las familias de México, que lo urgente en estos momentos dramáticos, no es atender la farsa de la consulta para enjuiciar a malos y corruptos funcionarios del pasado (en la actual administración federal también los hay, Bartlett, Eréndira Sandoval, los parientes del presidente: Pío, Martín, Ramiro, Felipa y Manuela del Carmen Obrador), con un simulacro de votación prevista para el 1 de agosto.

No es, tampoco, adelantar los procesos de selección de candidatos para abrir el camino a Claudia Sheinbaum, perfilándola subjetivamente para que marque la continuidad de la Cuarta Transformación desde Palacio Nacional.

No es, de manera alguna, montar escenarios en pueblos originarios para pedir a sus habitantes perdón por las atrocidades del pasado, olvidando que en el presente esos latigazos se lanzan arrasando selvas y minimizando hallazgos arqueológicos, como sucede en los espacios donde se construye el tren Maya y el aeropuerto Felipe Ángeles. O como en la Nación Yaqui, donde la muerte tiene permiso.

No son, pues, las anteriores iniciativas que impulsa la 4T entre otras más, las que importan al alma herida de los mexicanos, sino ¡detener la violencia! Anular la carta de residencia que la muerte ejerce en los caminos, en comunidades, en ciudades, en desiertos, litorales, montañas, destrozando seres humanos y recibiendo en cambio, como agradecimiento por su barbarie, los nobles, limpios, candorosos abrazos, que les prodigan el presidente Andrés Manuel López Obrador y el pueblo bueno y sabio que lo respalda…

Le saludo, lector.

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