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Proteger edificios de valor histórico.- Tendrá que ser un compromiso del gobernador electo Alfonso Durazo y un reto de la nueva Legislatura sonorense, impulsando o reforzando leyes que preserven inmuebles de valor tradicional e histórico en la entidad.- Que no se arrase las raíces de los pueblos como se hizo con más de 10 escuelas antiguas en Cajeme.- El Gobierno del Estado le arrebató al Municipio, más de 80 años de identidad

Bernardo Elenes Habas

La nueva legislatura sonorense -y el mismo gobernador electo Alfonso Durazo-, estará obligada a proteger el rostro referencial que conforma el tejido histórico de las comunidades en la Entidad.

Secundaria Campoy demolida

Los diputados de Morena (evidentemente porque son mayoría), tendrán que elaborar, sentir e impulsar una ley que proteja de verdad -no simuladamente-, edificios con valor histórico en Sonora. Legislación que evidentemente no se aplica o no existe, porque durante los días de julio de 2018 se procedió a destruir en Cajeme más de diez escuelas antiguas, bajo el argumento de daños estructurales como consecuencia de sismos registrados en la región.

Tendrá que ser una ley con alto sentido de responsabilidad social, cultural, histórica. Misma que deberá partir de la obligación que emana de los Gobiernos por conservar, proteger, restaurar, la heredad material de toda comunidad que se constituya en referente paralelo a su crecimiento, desarrollo urbanístico y humano, y que se convierta en alma y acta de identidad de pasadas generaciones entregadas a las actuales y futuras, con el compromiso inédito de que el tiempo y las circunstancias no logren borrar la memoria de los pueblos. 

Ignoro quiénes de los nuevos diputados podrán enfrentar este reto. Pero creo, con sentimiento y raigambre popular, que tendría que ser una acción colectiva entre pueblo y gobierno, incluidos los nuevos alcaldes como es el caso de Javier Lamarque Cano, de honda raigambre en Cajeme, para que se dimensione un profundo respeto al pasado y al presente, con sensibilidad y amplia visión de futuro; porque, como refería el poeta norteamericano Walt Whitman, “Aquél que camina una solo legua sin amor, avanza amortajado hacia su propio funeral”.

Borraron el rostro de Cajeme

Con impunidad asombrosa, el Gobierno de Sonora, borró parte importante del rostro histórico de Cajeme, en el tejido de la educación.

Se argumentó que la estructura de más de 10 antiguos planteles, algunos de ellos emblemáticos como las primarias Carlos M. Calleja, Presidente Alemán, Fernando F. Dworak, y la secundaria José Rafael Campoy, habían sufrido daños en su cimentación debido a los sismos que se resintieron en la región a principios de 2018, y la única alternativa era demolerlos.

Todo sucedió muy rápido

A partir del 11 de julio de 2018, iniciando con el plantel de la Recursos Hidráulicos en la colonia Cumuripa, se vertebraron las demoliciones de edificios que se constituían en referentes del rostro histórico de Ciudad Obregón y en la memoria de sus habitantes.

Pero también, esa labor de transformación desde los cimientos de inmuebles escolares, se extendió a otras comunidades de Cajeme, como Esperanza, Cócorit y Pueblo Yaqui. Y la única voz que se alzó con duros cuestionamientos fue la del profesor Oscar Manuel Coronado Bayliss, quien fuera director por once años de una de las escuelas caídas: la Calleja.

La destrucción inició el 11 de julio

El proceso de arrasamiento inició el miércoles 11 de julio de 2018, cayendo la primera de las escuelas, con apariencia sólida: La primaria Recursos Hidráulicos de la colonia Cumuripa, con 63 años de existencia.

Así, continuaron en la lista, la Presidente Alemán, de la colonia Benito Juárez con 71 años; secundaria José Rafael Campoy, 83 años; Fernando F. Dworak. 74 años; Carlos M. Calleja, 88 años. 

Reclama el Profr. Coronado Bayliss

La mañana del jueves 26 de julio de hace tres años, cuando dos enormes máquinas retroexcavadoras golpeaban con sus brazos mecánicos articulados las paredes y techos de un plantel emblemático con 88 años de vida: la Carlos M. Calleja; el profesor Oscar Manuel Coronado Bayliss, contemplaba, desde la calle Veracruz, el arrasamiento del plantel donde laboró, enseñó, jugó beisbol, futbol y corchitocon sus alumnos, denunciando con evidente coraje, que las autoridades no habían propiciado un legítimo y necesario ambiente de información hacia la sociedad sobre el proyecto de demolición, menos manifestando otras alternativas.

Por el contrario –dijo-, luego de los sismos se ejerció una labor precipitada y se condenó a muerte a planteles señeros, como la Calleja, Fernando F. Dworak, Presidente Alemán, Eusebio Montero Morales, Recursos Hidráulicos, secundarias José Rafael Campoy, Manuel Robles Tovar entre otras de la ciudad, comisarías y Valle del Yaqui.

“Un día, llegaron funcionarios del Gobierno del Estado –dijo-, apuntalando el edificio como si estuviera a punto de derrumbarse. Generando pánico entre alumnos, docentes y padres de familia de la Calleja. Y anunciando que sería demolida”.

Recordó la forma arbitraria como se destrozó la Catedral de Ciudad Obregón en 1977, con todo y su heredad religiosa. Templo construido en 1930. Y que, en una reacción tardía de un grupo de feligreses –apuntó-, lograron salvar sólo una de las torres, la del campanario, que ahí permanece.

El ameritado maestro ya jubilado, formuló ese mismo día un cuestionamiento de fondo dirigido a la estructura de la Secretaría de Educación y Cultura, y al gobierno de Claudia Pavlovich:

Se preguntó y preguntó, el por qué en regiones de constantes fenómenos sísmicos del país, “sí se preservan edificios de valor histórico, inyectándoles material. Reforzando castillos y paredes sin dañar sus fachadas y planos originales”.

E interrogó al viento, al espeso polvo que se desprendía de los muros de su escuela agonizante, “¿por qué no acaban, debido a los sacudimientos del suelo, con las escuelas Leona Vicario, Heriberto Aja, de Hermosillo; o la Othón Almada, de Navojoa, cuyos diseños y cimentaciones son a imagen y semejanza de las ahora borradas de la historia en Ciudad Obregón, construidas bajo la guía sabia del arquitecto Gustavo F. Aguilar?”.

Los hechos lamentables que dañaron importantes referentes de la historia de Cajeme, dejan muchas interrogantes en la inteligencia de la ciudadanía, mismas que no deben admitirse como borrón y cuenta nueva. Tendrá que investigarse a satisfacción el proceder tan improvisado y extremo, para convertir en ruinas edificios aún funcionales. 

Cierto, la vida de niños y docentes, es primero, ¿pero, en realidad los planteles (y no otros edificios antiguos del Municipio) estaban en peligro de vida y muerte, de tal forma que no podían salvarse? ¿Se gestionaron primero los recursos para construir nuevas escuelas y luego se diseñó el proyecto?

No hay, hasta el momento, información consistente al respecto. Pero aquí, lo irrenunciable, es que la nueva Legislatura del Parlamento Local, estará obligada, más que nunca, a lanzar una iniciativa para que los edificios públicos, esencialmente las escuelas con valor histórico en las comunidades de la geografía estatal, no sean amenazadas y sentenciadas con ligereza, y buscar, primero, su conservación hasta el último esfuerzo.

Por lo pronto a Cajeme, a Ciudad Obregón, le arrebataron impunemente parte de su alma de nacimiento, de su acta de identidad al demoler más de 80 años de vida (cumplirá el Municipio 94 años en noviembre próximo), sin que nadie, menos el Gobierno del Estado, haya previsto como restaurársela.

Le saludo, lector.

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