Dos de octubre, lección no aprendida.-

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Dos de octubre, lección no aprendida.- La ignominia de Tlatelolco arde como un memorial en la conciencia y en la historia de México, un país cuyos gobiernos, incluido el actual, no aprendieron ni aprenden los signos de los tiempos.- “Nunca el verde fue más tétrico y odiado que en esta noche que produce un rojo desolado, caliente y borboteante…”, grita el poeta Othón Villela Larralde, testigo de los hechos…

Bernardo Elenes Habas

El hartazgo de la generación del 68 en México, se concentraba contra un sistema represor, cuyo presidente de la República, escudado en los valores de la democracia, acumulaba el poder absoluto, como si fuese emperador.

Fue la juventud estudiosa quien abrió las jaulas del grito y la rebeldía buscando la justicia. Pero la reprimieron a sangre y fuego por esa osadía.

A 54 años de los hechos en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, colocándolos en la balanza de la historia y de la realidad, es inevitable deducir que actualmente el sistema mexicano, con algunas variantes maquilladas, sigue siendo el mismo.

En esta etapa del país, el presidente absorbe, desde una supuesta aplicación de democracia participativa, la fuerza portentosa de la decisión política, social y hasta moral, adjudicando al Poder Ejecutivo, los ejes formidables que sostienen la República: Legislativo y Judicial.

Hoy más que nunca alcanzan relevancia las raíces de inconformidad de la juventud estudiosa de 1968, muchachas y muchachos rebeldes que aún no descansan en paz.

Los testimonios de hace 54 años, están en los libros.

Pero también, asoman desde pueblos y ciudades, la memoria acribillada, el recuerdo ensangrentado de los jóvenes de ayer.

Generación deslumbrante, tocada por el rayo de las ideas. Iluminada por el ideal de libertad y justicia.

Generación que incendiaba sus cerebros a través de los textos. Leyendo a Neruda, Miguel Hernández, Octavio Paz, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Walt Whitman. (Este último, el legendario poeta gris que cabalgó las praderas de Norteamérica, derramando sus versos como lluvia, y cantando: “La libertad exige nuestro esfuerzo, suceda lo que suceda”).

El tiempo maduró como una espiga, y de aquel 2 de Octubre, donde brotó la sangre casi niña de hombres y mujeres, donde los gritos se confundieron con la noche, con la metralla, con la muerte, solo quedó el Memorial de Tlatelolco, erosionado por el viento de los años. Perpetuando el recuerdo. Dolor convertido en semilla silenciosa…

También perduran en la impunidad los nombres de personajes emplazados por la historia, sin haber sido juzgados plenamente: Gustavo Díaz Ordaz, Marcelino García Barragán, Luis Echeverría Álvarez, Miguel Nazar Haro. Entre tantos integrantes del sexenio 1964-1970.

Othón Villela Larralde, poeta que desde la clandestinidad alumbraba las calles con sus poemas convertidos en fogatas urbanas, pasaba lista de presente, y aunque permanecía vivo, se contaba entre los muertos:

“Las bayonetas,/ fieras aceradas; clavaron su crueldad en los pupitres/ y en los pechos abiertos de los jóvenes.

“La sangre derramó su son rebelde/ desde la voz truncada por el fuego./ México supo del dolor y el crimen/ y la noche cayó sobre la angustia/ con las arterias rotas…

“¡Gonzalo estaba muerto!/ Guadalupe, abril tamaulipeco,/ no volvió a decir en sus corridos/ las cosas nuevas de su tierra vieja;/ ya ni el corrido injusto de sí mismo./ Cuántas sonrisas frescas/ se cambiaron de golpe/ por muecas permanentes de distancia/ sin pasar por el huerto del sollozo./ ¿Su delito? Exigir la verdad y la justicia.

“Nunca el verde fue más tétrico y odiado/ que en esta noche que produce un rojo desolado,/ caliente y borboteante,/ con el viaje del plomo despiadado/ que equivocó de rumbo.

“Arriba,/ un general y un presidente,/ embadurnados,/ con su danza mortífera e histérica,/ con la mueca del odio y la injusticia/ en parodia de Herodes y de Hitler…”.

Han pasado 54 años, y la noche de la ignominia permanece como herida abierta en la conciencia.

Pero también, en la historia de un país cuya clase política, pese a cambios y transformaciones, no aprende las lecciones de los tiempos, y continúa desafiando la paciencia de una sociedad impredecible…

Le saludo, lector.

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