Cajeme, a cinco años del centenario.-

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Cajeme, a cinco años del centenario.- Muy pocos imaginaban que en el pozo excavado para lo que sería Estación de Bandera Cajeme, nacería una ciudad, un Municipio que haría historia, decía Nacho Habas, cuando evocaba las raíces de su pueblo…

Bernardo Elenes Habas

Un viejo camino de herradura, por donde transitaban agricultores y jornaleros del campo, desde Cócorit y otros poblados, con rumbo al Valle del Yaqui, en los albores de 1900 y antes, fue el horizonte primario lleno de sol y soledades, de lo que sería, alguna vez, Cajeme.

Quizás, algunos de quienes diariamente utilizaban ese rústico sendero, llegaron a imaginar que las extensas llanuras que inundaban sus ojos de cielo, con el perfil de la sierra al oriente, sería, alguna vez, asentamiento humano.

En los años 1906, 1907, asomaron las vías del tren, provenientes de ramales del norte, creando Estación Corral y Estación Esperanza, porque sobre rieles, en furgones movilizados por los poderosos motores de vapor del ferrocarril, llegaba el progreso, como decían los antiguos pobladores de la sierra.

Mi abuelo materno Nacho, quien había nacido en 1900, llenaba mi imaginación infantil con extensas narraciones, diciéndome que a los siete años de edad, al pasar con sus padres a lomo de caballo o en carreta tirada por mulas, desde Cócorit a trabajar las tierras al Valle, veía a los obreros de la empresa Sud Pacífico extendiendo la “punta de fierro” hacia el sur. Excavando un pozo para abastecer al tren a su paso. Construyendo una casa de madera. Generando un motivo novedoso de distracción en la soledad del monte.

Este 2022, cuando deberá celebrarse con júbilo los 95 años de Cajeme como Municipio, vislumbro que su verdadera raíz, se extiende más de 20 años atrás del momento solemne en que el entonces gobernador de Sonora, Fausto Topete Almada, decretase la Ley Número 16 (29 de noviembre de 1927), que lo transformó de Comisaría en Municipio, cuando aún la comunidad tenía aroma rural y por su cielo límpido cruzaban miles de aves que se convertían en espectáculo natural de sus moradores.

Los viejos fundadores lo recuerdan. En sus apuntes solariegos, historiadores y cronistas como Claudio Dabdoub Sicre, Oscar Sánchez Márquez, Miguel Mexía Alvarado, Rogelio Arenas Castro, Mayo Murrieta, José Escobar Zavala, dejan testimonio de que fue en 1907, cuando debido a los planes de extensión de los ramales del Ferrocarril Sud Pacífico, se propició el nacimiento de Estación Corral y de Esperanza, perfilando diez kilómetros hacia el sur de esta última población, un pozo que abastecería de agua a las máquinas del tren, donde se construyó también una casita de madera que cumplía como oficinas del Jefe de la Estación de Bandera, denominada Cajeme.

Cinco años después, personajes como Federico Seaman, Rodolfo Scott Tobie, y Pablo Kuraica, construyeron los cimientos de la comunidad, al abrir un embarcadero para ganado, comercios mínimos, una hospedería, y un expendio de bebidas y venta de implementos de labranza, en torno a la Estación de Bandera, donde los habitantes de Cócorit, que era entonces cabecera municipal, y otras comunidades serranas al cruzar por la brecha de herradura hacia el Valle, se detenían para forjar sus sueños visionarios en los nacientes comercios, como me lo platicaba mi abuelo Nacho, quien ya adulto, fue mayordomo en la Hacienda La Realidad, frente al Campo 3, cuando era propiedad del norteamericano Jimmy Ryan.

Así, con el transcurrir de los años, de 1907 a 1912 y 1917, comenzaron a erigirse pequeñas casas, surgiendo los trazos de las primeras calles frente a la Estación, propiciando que estos parajes antes inhóspitos, por donde años atrás cruzaban, levantando polvaredas con sus caballos, partidas de yaquis rebeldes y soldados federales en franca guerra, se convirtió en Congregación.

El crecimiento del naciente núcleo de población –establece en su libro Historia de El Valle del Yaqui, Claudio Dabdoub–, fue vertiginoso, de tal manera que en 1925 ya contaba con 450 habitantes, y se forjaban nuevos negocios como un molino para arroz, instalado por los agricultores H. F. Brunk, Jimmy y W. A. Ryan, bajo la razón social de “Yaqui Valley Rice Associattion”, que se convertiría posteriormente en Cía. Molinera del Río Yaqui.

Ese mismo año, como resultado del crecimiento inusitado que registraba la Congregación impulsada por el general Álvaro Obregón, quien radicaba en la región luego de concluir su mandato presidencial, se le dio nivel de Comisaría, en la que fungió como su autoridad principal Ignacio Ruiz Armenta, quien, de comisario, pasaría a encabezar el Primer Ayuntamiento Constitucional de Cajeme, por decreto de la Ley No, 16 emitida el 29 de noviembre de 1927 por el gobernador Fausto Topete Almada, llevando como regidores a Joaquín R. Ibarra, Ignacio Mondaca H., Carlos H. Mízquez, Eduardo C. Gaxiola, Francisco J. Rodríguez y Alejandro Méndez Limón (padre, éste último, del ex diputado local y ex agente fiscal del Estado y hoy funcionario de Oomapas, Fructuoso Méndez Valenzuela, El Tocho), quienes rindieron protesta ante el diputado local Alberto J. Moreno, el 1 de enero de 1928, comisionado para tan solemne e histórica ceremonia, por Topete Almada.

Así nació, como semilla de sol en mitad del llano, mi pueblo…

Le saludo, lector.

(Fotos tomadas del libro Momentos, del historiador David Munguía Vélez).

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