El “paradero” de la familia Mares.-

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El “paradero” de la familia Mares.-En la esquina suroeste de las calles Tabasco y Cuchus (Jesús García), pernoctaban carretas, barricas, mulas, caballos y asnos.- Hoy funciona un moderno complejo comercial con estacionamiento al frente…

Bernardo Elenes Habas

Durante los años 40, 50, en los barrios y colonias de Ciudad Obregón, comunidad de pocos habitantes que apenas despertaban con ojos asombrados a la vida, ésta transcurría lenta y apacible.

No había mayores sobresaltos ni estridencias vertiginosas como se experimentan ahora; salvo la llegada de las carpas con actores de la legua, o los húngaros con sus funciones de cine, sus mujeres lectoras de la buenaventura en la palma de la mano…

Los niños y los jóvenes en sus espacios alejados del centro de la ciudad, se constituían en el mejor termómetro de la quietud de la comunidad y sus asentamientos nacientes, olorosos a batamote y yerbabuena, aroma rural que se respiraba en las calles desnudas y en los llanos que se convertían en escenarios para los remolinos formados con los vientos de marzo y abril, trayendo su presagio de verano…

Durante esos días cargados de quietud, los muchachos y adolescentes que avanzaban tranquilos por las veredas de la vida como Rogelio Arenas, Rodrigo su hermano, Pancho Ibarra, Leonor Habas, Severiano Mares, Ramona Mares, Paco Calderón, Basilio Gómez, y con menos años Javier Leonardo Mares Sarmiento, Esteban Meza, Cachano Arce, miraban como escenario común y natural, porque era parte de la cotidianidad, que en la esquina suroeste de las calles Tabasco y Cuchus (hoy Jesús Garcia), funcionaba un “paradero” para carretas, barricas, caballos, mulas, burros, de vendedores de leña, carbón y agua, propiedad de don Manuel Mares. 

En ese sitio pasaban la noche los animales a los que se alimentaba y daba de beber, para que estuvieran dispuestos al trabajo del día siguiente.

En dicha esquina, al paso del tiempo se edificaron viviendas, las que hace algunos meses fueron derrumbadas para dar paso a la construcción, de un moderno edificio con estacionamiento al frente donde antaño se resguardaban carros tirados por bestias y que, ahora -contraste de los tiempos-, alberga modernos y deslumbrantes automóviles.

Con el transcurrir de los años, por la misma calle Cuchus esquina con Tlaxcala, abrieron en el año 1949 un pequeño comercio Salvador Varela y su esposa Ramona Ayala (Mony), matrimonio proveniente de Zacatecas, con notoria calidad humana, respeto y amabilidad en su trato. “El Paso del Yaqui”, le llamaron al abarrotes que pronto creció atendiendo las demandas de alimentos, verduras, pan, carnes, leche bronca, de las familias.

Pero también en “El Paso del Yaqui” se vendían enseres para el campo como lámparas para regadores de siembras, botas de hule, palas, mangueras, piolas, petróleo, lonas.

Efectivamente, era la senda natural de la gente, porque a ese lugar llegaban familias campesinas dotadas de tierras por el presidente Lázaro Cárdenas en 1936-37, concertando créditos con don Salvador “para pagarle cuando llegue la liquidación”, decían. La tienda, en el devenir de los años fue atendida también, esporádicamente, por los hijos de don Salvador y doña Mony, Poncho, Yolanda, Rubén.

La “liquidación” era la rendición de cuentas y reparto de utilidades en los ejidos colectivos, luego de las cosechas y venta de las siembras, lo que daba pie a temporadas de bonanza y algarabía de las familias, pero también de preocupación por parte de mujeres amas de casa, porque el dinero, en muchos casos, era despilfarrado por los campesinos en cantinas y en la zona de tolerancia de Plano Oriente. Actualmente, en la citada esquina se encuentra una tienda denominada “Tres Hermanos”.

Eran épocas de transición social. Tiempo en que el paisaje tranquilo comenzaba a transmutarse, entrando a los balbuceos de una modernidad no asimilada.

Cuando las antiguas costumbres de la convivencia cotidiana empezaron a erosionarse lentamente, ante el influjo exigente del desarrollo, propiciando el cambio de viviendas de chiname (horcones, techo de tierra y paredes de carrizo enjarradas con barro) por ladrillo y cemento. Introducción de drenaje, agua potable, alumbrado público, estufas de gas que reemplazaron las hornillas para leña. Pero, lamentablemente, cambió también la conducta y el comportamiento humano…

Se cumplía, pues, el sino inexorable de toda sociedad que, como organismo vivo, nace, crece y alcanza nuevos horizontes…

Le saludo, lector.

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