
“Llegué a Cajeme en 1925, a trabajar”.- Apenas el naciente pueblo se perfilaba de Congregación a Comisaría, Francisco Santacruz pisaba tierra del Valle del Yaqui.- Laboró en la casa del general Álvaro Obregón, El Náinari, y en la primera empresa Aceitera.- Fundó y fue secretario general del Sindicato de Albañiles, Carpinteros y Similares. Su mano de obra estuvo presente en la construcción del Centro Escolar Cajeme.
Bernardo Elenes Habas
(Faltaban cinco meses para que Cajeme cumpliera su primer cincuentenario como Municipio, noviembre 30 de 1977; fungía como presidente municipal el doctor Oscar Russo Vogel. Y desde las filas de Diario del Yaqui, como reportero, con el apoyo del director ejecutivo Gilberto Márquez Trujillo, y del director general Jesús Corral Ruiz, me di a la tarea de entrevistar a ciudadanos que, con sus manos y sus acciones, muchas de ellas anónimas, construyeron la ciudad. Don Francisco Santacruz, fue uno de ellos).
Es un obrero.
Tiene las manos recias, curtidas por el trabajo, el sol y la vida.
Su nombre, Francisco Santacruz. Y al hablar, a sus 77 años, le aflora la juventud vigorosa que gozó cuando Cajeme apenas se perfilaba como Comisaría, tiempo en que sus pocas casas de carrizo y lodo vibraban al sonido guerrero de los tambores yaquis. Cuando el sol alto y majestuoso, desparramaba sus rayos sobre el valle con grandes porciones enmontadas, y por las noches las estrellas parecía que podían tomarse con solo alzar los brazos, mientras que por las mañanas, las auroras se le escapaban a los eternos cerros al oriente, centinelas mudos del avance de la ciudad…
-Nací en Ahome, Sinaloa, pero me formé en La Higuera de Zaragoza. Luego en el año de 1925 llegué a estas tierras, donde me quedé definitivamente. Yo trabajé en la casa del general Obregón en El Náinari, igualmente en la primera empresa Aceitera que se instaló en la región y que posteriormente se quemó. En la segunda Aceitera trabajé igualmente. Construí sus jaboneras y barriles para vinos de uva… Así fue mi vida, trabajando, hasta que me encarrilé y pude poner mi propio taller –relata con voz pausada y grave don Francisco, sus inicios en Cajeme…
En 1930, el entonces joven Francisco contrajo matrimonio con su ahora esposa, señora Jesús Meza de Santacruz, procreando ocho hijos.
Luego, habló de su visión de trabajador, de la fe que tenía en la organización obrera para avanzar y lograr justicia laboral:
-Quiero decir que fui un enamorado de los sindicatos. En Sinaloa, cuando joven, los caciques del pueblo nos perseguían a mí y a mi hermano. Nos acusaban, pues, de que al formar uniones de trabajadores en el poblado y en el campo, andábamos alzados contra el gobierno. Peleábamos tierras nacionales para las familias, para los desheredados. La “acordada” (policía rural) me buscaba…
-Cuando mataron al general Obregón en 1928 –afianza sus palabras don Francisco-, aquí estaba yo en Cajeme, y ayudé a formar el Sindicato de Albañiles, Carpinteros y Similares. Fui secretario general de ese sindicato un tiempo. Luchaba por el mejoramiento de los compañeros. Cuando laboré en la construcción del Centro Escolar Cajeme por espacio de nueve meses, con el ingeniero González Aparicio, trabajábamos ahí varios carpinteros, albañiles, miembros del sindicato, consiguiendo buenos salarios. Era un sindicato con autonomía, nadie nos manejaba, por eso comenzaron los problemas, porque defendíamos los intereses de los compañeros. Si llegaban personalidades de esa época a exigirnos cuotas, los directivos no lo permitíamos. Y me cargaron en vueltas, comenzaron las intrigas… hasta que renuncié a la secretaría general. Nunca perdí un pleito…
-Ahora ya han pasado muchos años –reflexiona-, mi familia está formada. He olvidado muchas cosas. Me retiré a trabajar sin volver a meterme en política. Mi única preocupación ha sido la de cumplir honradamente con todo. Tengo la satisfacción de hablar con franqueza, de frente y donde quiera, porque me considero con ese derecho que gané a pulso y nadie puede decirme que es mentira.
Es el idioma del pueblo el que habla don Francisco Santacruz, porque sus raíces de ahí provienen, porque su vida transcurrió en los talleres de carpintería, respirando el aroma de las maderas en las construcciones, junto a los albañiles, donde la palabra maciza y certera se estrellaba en la frente y en el corazón de cualquiera y encendía o arrancaba risas. Es la vida del artesano, del obrero, donde prevalece la madera, la cal, el ladrillo, la garlopa, la plomada y la cuchara…
-En el pueblo de Cajeme, a mi llegada, construían apenas el pozo de la Compañía Arrocera. Y del otro lado, en lo que es Plano Oriente, se vislumbraban unas cuantas casitas donde vivía casi pura gente de Sinaloa y Chihuahua. Mientras que en la otra parte, lo que sería con el tiempo cabecera municipal, comenzaban a multiplicarse las casas de ladrillo, adobe y chinames. Por ejemplo, donde ahora está Mexsuiza, estaban unos cuartitos de adobe donde daba consulta un médico norteamericano. A mí me tuvo internado varios días en ese lugar, porque se me fundió lo blanco de uno de los ojos. Logró aliviarme.
Rememora don Francisco los pasatiempos de esa época de polvaredas y remolinos en los llanos del viejo Cajeme:
-La diversión era “la jugada”. Un señor de apellido De la Paz, instaló enfrente del mercado una arena de box, a donde asistíamos a ver buenas y malas funciones…
Muchas cosas nos dice el señor Santacruz, y brotan de su memoria los recuerdos del pueblo, como aquel “tinaco”, el primero dice él, que funcionó y estaba en Plano Oriente. Luego rememora a los barriqueros, las carretas que portaban un depósito grande, hecho de madera, donde se transportaba el agua y era entregada a domicilio…
Este es el valioso testimonio en la palabra del señor Francisco Santacruz, sobre Ciudad Obregón en sus inicios, cuando se perfilaba con su pujanza hacia el desarrollo, hacia el progreso con el sustento de la agricultura. Y es el homenaje que Diario del Yaqui y este reportero, hacen a la gente toda, la que tiene raíces hondas en la región y que con sus manos, con sus esfuerzos, con su capacidad creativa, han contribuido al forjamiento de esta comunidad, que el próximo 30 de noviembre cumple cincuenta años como Municipio.
Le saludo, lector.