Juan Silverio Jaime León, el libro con las vivencias de su abuela Ricarda León Flores.- El Covid-19 acabó con la vida de Juan Silverio, quien murió el 15 de mayo de 2020.- Hoy sábado 4 de mayo le rinden homenaje en el Museo Sonora en la Revolución (Musor), y harán la presentación a partir de las 17:00 horas del texto digital “Testimonios de una mujer yaqui”.
Bernardo Elenes Habas
Hoy, 4 de mayo, se hará la presentación del libro electrónico “Testimonios de una mujer yaqui”, de la autoría de Juan Silverio Jaime León, fallecido el 15 de mayo de 2020, texto que fue impreso en el año 2000, bajo el auspicio de Conaculta y el Centro de Culturas Populares e Indígenas de Cajeme, a cargo de Trinidad Ruiz Ruiz. Tuve el honor de escribir el prólogo de la obra de Juan Silverio.
Cuando murió Juan Silverio, escribí las siguientes líneas, que hoy reproduzco como un homenaje al ameritado maestro y escritor yoreme:
Me duele la muerte del profesor yaqui, Juan Silverio Jaime León, quien fue alcanzado por el rayo letal del coronavirus.
Juan Silverio, quien desde las rústicas escuelas de Vícam y otros poblados yoremes, enseñó a muchas generaciones de niños a fortalecer su lengua ancestral, el cahita, pero también les marcó la ruta del idioma español que les abriría la comprensión definitoria del encuentro de dos mundos, murió el 15 de mayo de 2020, Día del Maestro.
Fue, al lado de otros integrantes de la etnia, parte del Plan de Desarrollo Integral de la Tribu Yaqui, durante los sexenios de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, pero esencialmente mantuvo su visión en la historia y tradiciones de la Nación Yoreme, porque, como lo escribió un día: “Para un yaqui su territorio es sagrado, es una herencia divina al igual que su río, y las luchas que los yaquis han entablado en su territorio han sido las luchas por la resistencia y ese don divino”.
Históricamente, las grandes luchas de la Nación Yaqui, encabezadas principalmente por los caudillos Cajeme y Tetabiate, fueron por la libertad, tradiciones, idioma, territorio, para que el pueblo originario no sucumbiera,
no fuera sometido, exterminado, por las ambiciones de los yoris.
Las batallas memorables como la del Masokoba, se constituyen en un referente de amor por la libertad que cada yaqui lleva en su pecho y en su sangre como río de luz, el que no pudieron llenar de sombras ni de cadenas durante los siglos 18, 19 y principios del 20.
Emotivo el relato de Ricarda León Flores (Juan Silverio Jaime León, rescató los recuerdos de su abuela y los convirtió en libro “Testimonios de una mujer yaqui”, Conaculta y Culturas Populares de Cajeme, 2000, del que tuve el honor de escribir el prólogo), sobre los días de la ira y de la sangre derramada en contra de la etnia.
En ese prólogo dejé asentado que “Cuando el gobierno de Porfirio Díaz daba seguimiento a una lucha despiadada contra la Nación Yaqui, teniendo como objetivo la ambición desmedida por conquistar este vasto territorio sonorense, donde el río Yaqui hablaba con voz líquida y derramaba sus beneficios entre los Ocho Pueblos y muchas rancherías, pero también donde el Bacatete se constituía en espacio sagrado y en sus alturas los yaquis se consagraban hijos de la sierra, del viento, de la libertad, porque así lo había determinado Dios, desde cuando el tiempo se perdía en las estrellas y los primeros habitantes del territorio yaqui estrenaban las silvestres voces del cahita, y bautizaban aves, mezquites, pitahayas, arroyos, praderas y flores del camino.
“Cuando los soldados del gobierno federal ajustaban las miras de sus rifles sobre niños, mujeres y ancianos, y disparaban con perversidad inaudita, como sucedió un 18 de enero de 1900, en la batalla del Mazocoba; alturas donde, a pesar de que la muerte se convertía en llamarada, los yoremes demostraron su valor y murieron luchando, o bien, sacrificando sus vidas arrojándose a la profunda cañada, como una forma de alcanzar la libertad…”.
El contenido del libro escrito por Juan Silverio con los recuerdos de su abuela Ricarda, impacta por la forma en que ella cuenta vivencias de su niñez y las de su familia, en los aciagos días en que la muerte cabalgaba por las veredas del Bacatete; y mujeres, niños y ancianos eran hechos prisioneros y deportados principalmente a las haciendas henequeneras de Yucatán y Valle Nacional.
Por eso conmueve que la memoria histórica de grupos yaquis se esté perdiendo, y que los grandes motivos de sus batallas, no sólo con las armas, sino con la unidad de la resistencia pacífica, demostrando el poderío de su moral de pueblo, la estén disminuyendo, degradando y propiciando ahora luchas entre ellos mismos, donde la perversidad política de algunos yoris asoman sus estrategias frías para sacar ganancias.
Murió Juan Silverio, con quien hice una guardia de honor ante la tumba de Juan Maldonado Tetabiakte en el Bacatete, el 10 de julio de 2001, cuando se cumplieron 100 años de la muerte en batalla del más legítimo de los caudillos yaquis, y él pronunció un encendido discurso defendiendo la libertad de la tribu y el recuerdo de uno de los caudillos más legítimos de la etnia.
Le saludo, lector.