La inteligencia artificial ya forma parte de nuestras vidas, pero según proyecciones generadas por la herramienta GPT-4, su influencia para el año 2100 será tan fundamental y ubicua como lo es hoy la electricidad.

Al ser consultada sobre cómo podría funcionar la sociedad en las próximas décadas, la IA describe un futuro donde la tecnología no solo estará presente en objetos cotidianos, sino que será parte esencial de la toma de decisiones, la gestión de ciudades, la salud, la educación e incluso las relaciones humanas.
Según esta visión, en 2100 no se tratará de “usar” la inteligencia artificial, sino de vivir con ella de forma permanente. Será una presencia invisible pero constante, operando en segundo plano para asistir, predecir necesidades y resolver problemas de manera automática y personalizada. “Será tan silenciosa y vital como la electricidad”, apunta el modelo.
Además, plantea que la convivencia entre humanos y máquinas será más natural, con asistentes de IA que conocerán a fondo nuestros hábitos, preferencias y objetivos, ayudando a optimizar desde rutinas personales hasta políticas públicas.
El planteamiento de este escenario ha generado conversación en redes sociales, donde muchos usuarios se muestran fascinados, pero también preocupados por los retos éticos que supondría un mundo hiperconectado y automatizado.
Aunque se trata de una predicción hipotética, el análisis invita a reflexionar sobre el camino que estamos trazando con la tecnología y cómo las decisiones actuales moldearán el entorno social, económico y cultural de las próximas generaciones.