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Ciudad Obregón, Sonora, 17 de julio de 2025.— Un día como hoy, hace 97 años, fue asesinado en la Ciudad de México el general Álvaro Obregón Salido, expresidente de México y figura clave en la consolidación del país tras la Revolución. Nacido el 19 de febrero de 1880 en la Hacienda de Siquisiva, Navojoa, Sonora, Álvaro Obregón participó activamente en la Revolución Mexicana, destacando como estratega militar y político hábil. Gobernó México del 1 de diciembre de 1920 al 30 de noviembre de 1924.

Apenas un mes antes de su muerte, el 27 de junio de 1928, Obregón escribió una carta a su hijo Humberto con motivo de su mayoría de edad. El documento fue hallado y publicado décadas después, sorprendiendo por su actualidad y profundidad. A continuación, se transcribe de forma íntegra:


CARTA DEL GENERAL ÁLVARO OBREGÓN A SU HIJO, CON MOTIVO DE LA MAYORÍA DE EDAD. UN MES DESPUÉS MUERE ASESINADO:

Cajeme, Sonora, junio 27 de 1928.

Sr. Humberto Obregón.
México, D.F.

Mi querido hijo Humberto:

Este día reviste gran trascendencia en tu vida porque marca la fecha en que llegas a la mayoría de edad, produciendo este acontecimiento la transición de mayor importancia en la vida del hombre. Hoy asumes, por ministerio de la ley, el honroso título de ciudadano y te substraes de la patria potestad que a tu padre ponía en posesión de la dirección de tus actos; asumes por lo mismo, toda la responsabilidad de tu futuro, sin que esto signifique —por supuesto— que yo me considere relevado de la constante obligación que los padres tenemos para aconsejar y apoyar a nuestros hijos. Y he querido, con motivo de esta fecha, darte algunos consejos derivados de los conocimientos adquiridos con mi experiencia y con el conocimiento del corazón humano, que la intensidad de mi vida me ha permitido adquirir y del privilegio que del destino he recibido al permitirme actuar en todas las clases sociales que integran la familia humana.

No pretendo incurrir en el error tan común en los padres de querer transmitir su propia experiencia a los hijos; si la juventud es tan hermosa, lo es precisamente porque carece de esa experiencia. La experiencia no es sino el resumen de todas las rectificaciones que el tiempo, al transcurrir, viene haciendo del bello concepto que de la vida y de nuestros semejantes nos formamos, desde que entramos en posesión de nuestras propias facultades.

Lo primero que necesitan los hombres para orientar sus facultades en la vida, y para protegerse y defenderse de las circunstancias que le son adversas ya que por causas ajenas a su voluntad convienen sobre su voluntad, es clasificarse. Clasificarse ha sido uno de los problemas, cuyo alcance, son muy pocos los que saben comprender. Tú debes, por lo tanto, empezar por hacerlo y voy a auxiliarte con mi experiencia.

Tú perteneces a ese grupo de impetos que integran, con muy raras excepciones, los hijos de personas que han alcanzado posiciones más o menos elevadas, que se acostumbran desde su niñez a recibir toda clase de atenciones y agasajos, y a tener muchas cosas que los demás niños no tienen y que van por esto, perdiendo la noción de las grandes verdades de la vida y penetrando en un mundo que lo ofrece todo sin exigir nada, creándose una impresión de superioridad que llega a hacerles creer que sus propias condiciones en sus vidas los hacen merecedores de esa posición privilegiada. Los que nacen y crecen bajo el amparo de posiciones elevadas, están condenados por una ley fatal, a mirar siempre para abajo, porque sienten que todo lo que les rodea está más abajo del sitio en que a ellos los han colocado los azares del destino, y cualquier objetivo que elijan como una idealidad de sus actividades, tiene que ser inferior al plano en el que ellos se encuentran.

En cambio, los que pertenecen a las clases humildes y se desarrollan en el ambiente de modestia máxima, están destinados, felizmente, a mirar siempre para arriba porque todo lo que les rodea es superior al medio que ellos alcanzan, lo mismo en el panorama de sus ojos que en el de su espíritu, y todos los objetivos de su idealidad tienen que buscarlos siempre sobre planos ascendentes.

Y en esos constantes esfuerzos por liberarse de la posición desventajosa en que las contingencias de la vida los han colocado, fortalecen su carácter y apuran su ingenio, y logran en muchas casos adquirir una preparación que les permita seguir una trayectoria siempre ascendente. El ingenio, que no es una ciencia y que, por lo tanto, no se puede aprender en ningún centro de educación, significa el mejor aliado en la lucha por la vida y sólo pueden adquirirlo los que han sido forzados por su condición de encontrarse en constante esfuerzo por usar sus propias facultades. El ingenio es patrimonio de los niños o jóvenes que han realizado ningún esfuerzo para adquirir lo que necesitan.

El valor de las cosas, lo determina el esfuerzo que se realiza para adquirirlas y cuando todo puede obtenerse sin realizar ninguno, se pierde la noción de lo que el esfuerzo vale y se ignora el importante papel que éste desempeña en la resolución de los problemas importantes de la vida, y el tiempo que nos sobra, nos aleja de la virtud y nos acerca al vicio. Y éste es el otro factor negativo para los que nacen al amparo de posiciones ventajosas.

Todos los padres generalmente recomiendan a sus hijos huir de los vicios. Yo he creído siempre que existe un solo vicio, que se llama “exceso” y que de éste, deben todos los hombres tratar de liberarse. Yo conozco casos de muchas personas que de la virtud hacen un vicio, cuando se han excedido en practicarla. Procura siempre no incurrir en ningún exceso y nadie podrá decir que tengas un solo vicio.

El objetivo lógico de todo hombre que se inicia en la lucha por la vida, debe encaminarse a obtener todo aquello que le es indispensable para la satisfacción de sus propias necesidades. Obtener lo indispensable y hasta lo necesario resulta relativamente fácil para un hombre honesto, que no practica ningún exceso que le reste su tiempo y le mengüe los ingresos de su trabajo. Cualquier esfuerzo encaminado a realizar estos propósitos, estará siempre justificado y es siempre reconocido por todos nuestros semejantes, pero si se incurre en el error, tan común desgraciadamente, de caer bajo la influencia de lo superfluo, todo sacrificio resultará estéril, porque el mundo de lo superfluo es infinito, no reconoce límites y son mayores sus exigencias mientras mayor satisfacción se pretende darle.

Es lo superfluo el más grande enemigo de la familia humana, y a este imperio de la vanidad se ha sacrificado mucho del bienestar y de la tranquilidad que los hombres disfrutarían, si a sus imperativos hubieran logrado substraerse, y se ha perdido mucho del honor que en holocausto a lo superfluo se ha sacrificado.

De todas estas verdades, solamente pueden librarse los que, teniendo un espíritu superior, llegan a constituir las excepciones de las reglas que siempre se refieren a los casos normales. Si tú logras constituir una de esas excepciones, tendrás que aceptar que has sido un privilegiado del destino, logrando así para honor tuyo y satisfacción de tu padre, librarte de los precedentes establecidos y podrás crearte una personalidad propia, cuyo mérito lograrás sin esfuerzo que todos reconozcan.

Éstos son los deseos de tu padre y lo serían de tu madre, si a ella el destino no la hubiera privado de la infinita ventura que una madre debe experimentar cuando su hijo primogénito llega a su mayoría de edad, sin haberles dado a sus padres un motivo de rubor o pesar como es el caso tuyo.

Gral. Álvaro Obregón.