Nadie quiere un Congreso paralizado.- El diputado cajemense, Rogelio Díaz Brown, pidió cordura a sus pares para someterse a los designios de la ley.- Ana Gabriela Guevara, del PT, remarcó que las leyes no tienen nombre ni apellido.- Todo indica que ya hubo acuerdo en la CRICP
Bernardo Elenes Habas
La ciudadanía tiene cierto que quienes fueron nominados mediante el voto popular el pasado 1 de julio, para que se convirtieran en voz y rostro de los sonorenses desde el Congreso del Estado, mantienen la
obligación de cumplir y hacer cumplir las leyes, tal como lo juraron en el marco de un ceremonial republicano el 15 de septiembre.
Sin embargo, los ánimos comenzaron a caldearse ante una decisión de conciencia parlamentaria, cuando las dos terceras partes de los votos, como lo expresa la ley, no favorecieron a los legisladores de Morena en su intención de nombrar nuevos funcionarios dentro de la estructura del parlamento local, generando inconformidades, gritos, desorden.
Cierto, pues. Brotaron en ese panorama, voces de inconformidad, cargadas de odio, por parte de los morenistas. Amenazando con sus actitudes, transitar el camino extremo del desacato. Olvidando que son gobierno.
Y en momentos críticos del desorden legislativo, se alzó la voz del diputado cajemense Rogelio Díaz Brown, quien lidera la bancada priísta en el Congreso, pidiendo cordura a sus pares para que aceptaran someterse con inteligencia y humildad al irrestricto cumplimiento de la ley, y no hundirse en la arena movediza del desacato y sus consecuencias dolorosas para Sonora y los sonorenses en general.
Por supuesto que Rogelio fortaleció subjetivamente su llamado con las vivencias de haber sido diputado local y federal, trayectos que le proporcionan la experiencia de reconocer palmo a palmo los daños que podría causarle a la Entidad, a sus
sectores, sus habitantes en su proceso de desarrollo, trabajo y búsqueda del bienestar de las familias, la falta de respeto a la ley y a las decisiones mayoritarias con el fantasma amenazante de un Congreso paralizado, como ha sucedido en otros tiempos.
La misma comisionada nacional del Partido del Trabajo, instituto que con la decisión de tres integrantes de su bancada cambió el rumbo que Morena había marcado para nombrar nuevos funcionarios en el organigrama parlamentario, manifestó en un comunicado fechado el mismo 2 de octubre por la noche, “que el acuerdo del PT con Morena había sido estar al lado de la democracia dentro del Congreso y no del calor de intereses de inmediatez en algo que va en contra de la ley y de un
dictamen del Tribunal de Justicia Administrativa que no encuentra fallas de gravedad que ameriten la destitución de los directivos del Poder Legislativo”.
Y la ex atleta olímpica remarcó sus conceptos, con legitimidad:
“También les reitero que el mandato y protesta de todos los diputados y diputadas el pasado 15 de septiembre, fue y es el cumplir y hacer cumplir la Constitución Política del Estado, y las leyes que de ella emanen. Mismas leyes que no tienen nombre ni apellido”.
A estas alturas del problema, me informan que, en apariencia, las aguas de la tormenta vuelven a su nivel. Y como consecuencia de un acuerdo en la Comisión de Régimen Interno y Concertación Política en el parlamento sonorense, estarían regresando los 16 directivos cesados a fin de darle, posteriormente, una solución política al conflicto laboral.
Pero, inevitablemente, estos escarceos deben dejar una enseñanza para la nueva clase política en Sonora, en el sentido de que el hecho de haber logrado el poder público a través de un sorprendente proceso electoral, no permite comportamientos llenos de soberbia y descalificaciones, sino el respeto al imperio de la ley, porque hay ciudadanos -y muchos-, que comienzan, desde ahora, a arrepentirse de haberlos convertido en gobierno.
Ese mensaje sería también, por supuesto, para cuerpos colegiados de cabildos y estructuras municipales, donde varios de los nuevos funcionarios tienen la certeza de que las dependencias que les fueron asignadas son de su propiedad y las pueden manejar a su antojo, atropellando, de entrada, a servidores públicos que han visto desde su antigüedad, desfilar ideologías, colores, altanerías, que solamente duran en el poder, tres años…
Le saludo, lector.