
Poema de domingo.- Sucedió en Cajeme, el lunes 11 de octubre de 2021. Rafael tenía tres años de edad. Jugaba con la vida que brillaba como estrella en sus manos, pero ganó la muerte… Lo acribilló la barbarie desatada…
Un tejido social descompuesto que guarda silencio y no se conmueve ante el asesinato de un niño. Que muestra indiferencia y deja pasar los hechos como pasan las modas, está condenado a que la historia se repita una y mil veces, porque ha perdido su capacidad de asombro, su alma solidaria…
La frialdad no es el precio que debe pagarse por la democracia. No es con sangre inocente como debe lavarse la perversión política… ¡Así no se construye la fe luminosa y unida de la Patria!
¡Cuántos niños hay que inmolar para que los caprichos se vuelvan realidad para los pocos, y sufrimiento y muerte para los muchos…!
Bernardo Elenes Habas
No se oirán sus risas
-cantos improvisados-;
los diluyó el otoño,

se fueron con el viento…
Una ráfaga ardiente
se bebió sus tres años,
porque la muerte acecha
en calles y caminos,
más allá del silencio…
¿Acaso, en esta hora,
tienen valor alguno
las frías circunstancias?
¿Justifican la muerte
cruzar los escenarios
donde se mide el odio
con el golpe brutal
de la barbarie ciega
que no respeta edades,
que aniquila, que hiere?
¡La indiferencia muerde
los textos del Derecho!
el silencio es cuchillo
cortando las arterias
del alma de los pueblos!
Creeré en la democracia,
en el filo implacable
de la espada silente
que empuña la Justicia,
cuando los pequeñitos
que descubren colores,
que construyen sus sueños,
que vuelan como aves,
puedan tener los frutos
en sus manitas breves…
Creeré en la democracia,
cuando los niños logren
estar de pie ante el mundo
con su luz de alborada,
cuando vivan la lluvia
y sean timoneles
navegando las barcas
de papel y de magia…
Creeré en la democracia,
cuando el Lábaro Patrio
cobije el viento frío…
Cuando el águila incluya
en sus alas maternas
de Nación protectora,
los sueños de sus hijos,
sin distingos de buenos,
de malos, de perversos;
sin el sello obsesivo
que separa la sangre
con racismo enfermizo,
reavivando el encono
que calcinó la historia…
Creeré en la democracia,
cuando los niños tiernos
de la Patria de Juárez,
entonen como un himno
el apotegma cierto
que el respeto al derecho
entre hombres y naciones,
es vuelo de palomas
anunciando los tiempos
de justicia y de paz…
¡Creeré en la democracia
construida por niños,
defendida por niños
con su sangre inmolada;
creeré en sus sentimientos
sencillos como el día,
en su verdad redonda
como el sol que nos mira,
porque lo sé, lo juro,
en los adultos grises,
políticos que mienten
levantando sus muros
con odio y fanatismo:
en esos, lo confieso,
imposible creer…!
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