
En política no hay segundos actos: todo queda grabado.
Un gesto, una frase o una confusión pueden decir más que un discurso completo.
El alcalde de Cajeme, Javier Lamarque Cano, viajó a San Luis Río Colorado para participar en el Encuentro Municipalista por el Desarrollo, un foro organizado para intercambiar experiencias entre alcaldes y reflexionar sobre los retos del proyecto de transformación en Sonora.
El evento contó con la presencia del anfitrión Iván Sandoval, alcalde de San Luis, el diputado federal Manuel Baldenebro y de la senadora Lorenia Valles, quien encabezó los trabajos destacando la importancia de fortalecer a los gobiernos locales mediante capacitación, inversión en servicios públicos y gestión ciudadana.
Todo parecía transcurrir con normalidad, hasta que el momento más comentado del encuentro no fue un acuerdo ni una propuesta, sino un error.
Durante su intervención, el alcalde Lamarque confundió a Ricardo Lugo, delegado federal de la Secretaría de Gobernación y suplente del senador Heriberto Aguilar, con el propio alcalde anfitrión. La confusión quedó registrada en video y rápidamente se volvió tema de conversación en redes sociales y grupos políticos.
Más allá del lapsus, el episodio dejó entrever algo más profundo: la falta de atención a los detalles en un espacio donde la forma también comunica liderazgo. No es solo una equivocación menor —sucede a cualquiera—, sino un recordatorio de que los servidores públicos están siempre bajo escrutinio, y que cada palabra construye (o deteriora) la percepción ciudadana.
Lamarque intentó desactivar la crítica con humor: dijo que le habían aconsejado “hacer algo que se escuchara, que sonara, que se comentara”, aunque reconoció que quizá “se pasó la mano”. Más tarde afirmó que “un error no borra una trayectoria de vida”. Y tiene razón. Pero en la política actual, donde todo se graba y se comparte en segundos, un error puede eclipsar una trayectoria, aunque sea momentáneamente.
Mientras tanto, la senadora Lorenia Valles mantuvo el enfoque en el propósito original del foro, subrayando que los gobiernos municipales deben consolidarse como gobiernos de territorio, cercanos a la gente y enfocados en resultados.
El contraste fue evidente: de un lado, el discurso institucional; del otro, la anécdota que robó la atención.
Al final, el mensaje que quedó flotando no fue sobre desarrollo municipal ni justicia social, sino sobre cómo los pequeños descuidos pueden marcar grandes diferencias.
Porque, en política, las palabras pesan, los nombres importan y la atención a los detalles es una forma de respeto.
Y como suele decirse en La Batanga —que lleva y trae información de norte a sur y de este a oeste en Sonora, todo se sabe, todo se comenta… y los tropiezos, aunque breves, dejan huella.



















































