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Al inaugurar el foro “Tecnología de Alimentos: Un aliado en la salud y alimentación de la población”, la secretaria de la Comisión de Salud, diputada Teresa de Jesús Lizárraga Figueroa (PAN), señaló que el sobrepeso, la obesidad y la diabetes son de los principales padecimientos en México, y una de sus causas es el desequilibrio energético entre las calorías consumidas y las gastadas.

 

Señaló que la tecnología en alimentos ofrece a la población productos que ayudan a controlar la ingesta de calorías; sin embargo, en ocasiones la gente se muestra incrédula o insegura respecto a la inocuidad de su consumo.

 

Esta situación es preocupante debido a que se dejan de aprovechar productos científicamente desarrollados para mejorar la calidad de vida y hábitos alimentarios a pesar de estar aprobados y certificados por la autoridad competente en la materia.

 

Lizárraga Figueroa subrayó que en el caso de la desnutrición, la tecnología en alimentos se ha posicionado como un aliado del gobierno federal por medio de la fortificación de productos. Actualmente, casi la totalidad de las harinas de trigo mexicanas están fortificadas, lo que contribuye al combate de la desnutrición y la anemia de nuestro país.

 

Explicó que el objetivo del foro es exponer los avances de la tecnología en alimentos, haciendo énfasis en los proceso de seguridad al que son sometidos los productos previo a su aprobación para consumo y ejemplificación de la manera en que pueden ser aprovechados para beneficiar a la población.

 

Se busca, dijo, utilizar la información científica para atacar uno de los principales retos en materia de salud que enfrenta el país: la doble carga de malnutrición (desnutrición, sobrepeso y obesidad).

 

La coordinadora de Nutrición y Estilo de Vida del Consejo Latinoamericano de Información Alimentaria, Cecilia Robles Martínez, señaló que de acuerdo con la FAO, se pronostica que para el 2050 la población será de aproximadamente 9 mil millones y el mayor crecimiento se dará en los países en vías de desarrollo.

 

Para poder alimentar a estas personas se necesitará aumentar la producción de comida en un 70 por ciento y para ello la tecnología se convierte en una herramienta por su inocuidad, aportando alimentos nutritivos, variados, con buen sabor, no dañan la salud, y a un costo razonable, agregó.

 

Además, se tienen algunos comestibles con mayor grado de especialización de vitaminas y minerales que han ayudado a combatir epidemias a nivel nacional, como la adición de yodo en las harinas para combatir la anemia.

 

Mencionó que la tecnología de alimentos ha ayudado también a disminuir enfermedades infecciosas. En 1950 la esperanza de vida era de 50 años, más de la tercera parte moría por enfermedades infecciosas y parasitarias; para 2015, esta cifra bajó en un 2.5 por ciento y, de acuerdo a datos del INEGI, la esperanza de vida ha aumentado a los 75 años.

 

En la actualidad, dijo, las tres principales enfermedades causantes del 34 por ciento de las muertes son la diabetes tipo 2, las sistémicas del corazón y las cerebrovasculares, las cuales tienen en común el sobrepeso y la obesidad y esto afecta al 70 por ciento de la población adulta en México.

 

El reto, indicó, es la disminución y el combate de estas enfermedades no transmisibles. La industria de alimentos es uno de los organismos que debe participar en esta lucha, mediante la innovación, la reformulación y el uso de herramientas como los sustitutos de azúcar.

 

El asesor de Servicios de Salud del gobierno de la Ciudad de México y coordinador de Vinculación Institucional de Médica Sur, Marco Polo Peña Corona, sostuvo que la esperanza de vida es de 75 años, “pero con las tendencias de sobrepeso en edad infantil es probable que en esos grupos poblacionales disminuya dentro de muy poco tiempo”.

 

Además, “será gente que viva en una condición precaria de salud y demandante de los servicios de los sistemas sanitarios a un alto costo, por infartos, baipás, amputaciones de miembros inferiores por gangrenas o diabetes, ceguera y la nefropatía diabética”.

 

Refirió que de acuerdo con un informe de la Asociación Americana del Corazón en 2012, el uso sensato de los edulcorantes no calóricos puede ayudar a reducir la ingesta calórica y de carbohidratos, pero no hay evidencia suficiente de que lleven a la pérdida de peso o reduzcan el riesgo de cardiopatías; tampoco que estén asociados con riesgos de cáncer o cardiopatías coronarias, por lo que es necesario realizar más investigaciones.

 

Luis Hernández Lezama, coordinador científico del Consejo Promotor de Alimentación y Hábitos Saludables, de la Fundación Mexicana para la Salud, comentó que de acuerdo con la OCDE, a pesar de los avances en el sistema de salud mexicano, la aparición de enfermedades crónicas no transmisibles como la diabetes y el sobrepeso, son una realidad.

 

Afirmó que ésta es una amenaza para la cual “aparentemente no tenemos estrategias suficientemente sólidas”. Por ello, estimó que se debe revalorar el papel de la ciencia y “cualquier país que quiera crecer requiere de dos pilares fundamentales: educación y cultura”.

 

Enfatizó que es preciso contar con información sólida y confiable sobre los productos que se usan. Aseguró que el desarrollo de la tecnología “no es el resultado del crecimiento espontáneo de algo, sino que necesariamente devienen de haber sido el resultado de la investigación, evaluación y reflexión sobre su uso”.

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