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Gilberto Mensajero Armenta
De los creadores del abucheo, llega el perdón
Un Estado donde queden impunes la insolencia y la libertad de hacerlo todo, termina por hundirse en el abismo
Sófocles
La politica nacional actual primero le quita al pueblo la dicha del campechano abucheo, y no contenta con eso, ahora le quita lo “espirituoso” del perdón, convirtiendo ese noble sentimiento en una simple diplomacia que se reclama – lo más dramáticamente posible – a través de una enjundiosa carta de estado. ¡Bah!
El contexto ya se conoce y no se perderá tiempo en explicarlo, pero si los españoles deben pedirles perdón a los mexicanos por la invasión de hace más de 500 años, los mestizos producto de esa conquista le deben pedir perdón a los mayos y yaquis, por la invasión de su territorio siglos después.
Y si nos vamos de largo, también deben pedirles perdón a los chinos, a los que casi masacran a lo largo del territorio nacional.
Pero, que no se pierda el tiempo y la razón con ese ejercicio, el de sacudir la historia para que el presidente exija perdón a quienes invadieron a México, porque ya todos esperan que exija el mismo perdón a su similar de Estados Unidos, por aquella guerra a mansalva en la que le arrebataron gran parte de su territorio, con la complicidad de un paupérrimo político también apellidado López, pero de Santa Anna.
No, que no se pierda el tiempo en eso. Aquí lo a considerar es ese letal maniqueísmo que está ganando adeptos entre los más pobres, que ya ven al presidente como un ser supremo y divino que tiene razón en todo, y que hay que apoyarlo en todo.
En politica, esa manipulación cívica es inaceptable. Cuando se dirige el destino de un país, todas las formas importan en ambos sentidos. Uno es el que se proyecta hacia el exterior, hacia los países con los que se habrá de hacer negocios, firmar acuerdos, compartir agenda. El otro es el que va al interior, donde vive el gobernado que eventualmente se beneficiara de esa politica exterior de la que se habla arriba.
¿Exigir perdón a otro país por agravios históricos? La única connotación que tiene es justamente la de hacer creer al pueblo justo y sabio, que se lucha por ellos, para así mantenerlos cautivos. ¡No tiene otra explicación!
Plantarse frente a ellos como un héroe nacional, valiente y aventurado, no es la posición propia de un presidente nacional, sino la de un líder social que lucha por mantener polarizadas a sus bases, para usarlas “en cuanto hagan falta”.
España respondió firme. Les causó extrañeza una demanda de esa naturaleza. Y no por considerar endeble a México, sino porque España no existía como país al momento de la invasión a la que su dirigente nacional hace referencia. ¿Debe pedir Europa perdón a los países del Eje? ¡Imagine a Estados Unidos exigiendo lo mismo a Gran Bretaña por las trece colonias! No, no es la carta con la petición del perdón que el presidente mexicano envío a España. El agravante que preocupa es descubrir que el presidente no sabía que eso no se debe hacer, o que piense que tiene derecho a hacerlo todo.
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