Poema de domingo.-

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Bernardo Elenes Habas

Poema de domingo.- Hace un año, los días cargaban sobre sus espaldas como costras de metal, el azoro y la incertidumbre. Las estadísticas de muertes y contagios por el coronavirus crecían terriblemente. Cada familia sentía que sobre sus integrantes se había decretado, inexplicablemente, una sentencia de muerte que podía cumplirse en cualquier momento.

Parientes y amigos se marcharon por el camino de la soledad…

Hoy, a pesar de los procesos de vacunación, el peligro sigue latente. El grito de aliento de gente buena, de personal médico y de enfermería de hospitales públicos y privados, de funcionarios honestos y responsables (como el sonorense Enrique Clausen Iberri), quienes desde instituciones de salud abrieron las puertas de la atención, mantuvieron y mantienen la información y el llamado constante a no bajar la guardia, a aferrarse al rayo de luz de la vida, a cruzar la tormenta.

En esos días –mayo 3, 2020-, escribí y publiqué un poema que pretendía se convirtiera en voz de aliento ante la desesperación que crecía. Ante la duda que quemaba como brasa el alma dolida de la gente. Hoy, se lo entrego de nuevo:

Bernardo Elenes Habas

¡CRUZAREMOS LA TORMENTA!

Aunque crezcan los cuchillos del silencio

entre calles somnolientas.

Aunque el viento disemine pesadumbres

sobre pueblos y caminos.

Aunque negros nubarrones

adelanten sus presagios

y acribillen horizontes con feroces remolinos,

cruzaremos la tormenta.

Aunque alargue su castigo con sus días

y sus noches, la vigilia resignada.

Aunque nadie tenga claro su destino

en el viaje estremecido

de la angustia,

cruzaremos la tormenta.

Aunque queme como brasa nuestras manos

la semilla de la duda,

reventando su flor roja sin distingos,

cruzaremos la tormenta.

¡Aunque viertan ríos de sangre las palabras

saturadas de neblinas y distancia,

diluyéndose en plegarias.

Aunque agreda y nos destroce el viento norte,

fijaremos con certeza, en el mapa de los astros,

ruta y luz como destino,

en mitad de la tormenta!

¡Cruzaremos la tormenta,

a pesar de los zarpazos sin piedad

asestados por el hombre,

protegiendo pedestales de cinismo!

¡Cruzaremos la tormenta,

rebasando las comedias de los seres

que no ocultan su locura de poder.

Los que extienden sus anhelos de grandeza

más allá de los lamentos quejumbrosos

que agonizan en las camas de hospitales!

¡Cruzaremos la tormenta,

por los niños, las mujeres, los ancianos;

y seremos, al llegar a tierra firme,

más humildes, más sencillos,

más humanos:

la simiente luminosa

germinando al nuevo ser,

el que el mundo está esperando,

el que el mundo quiere ver…!

¡Cruzaremos la tormenta!

—–o0o—–

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