Cócorit, 408 años de historia y tradiciones.-

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Esta comunidad, que fue uno de los Ocho Pueblos Yaquis. cuyas costumbres tribales se trasladaron a Loma de Guamúchil, tiene magia, pasado y presente y debe trascender con la nominación de Pueblo Mágico.

Bernardo Elenes Habas

Cócorit es un pueblo lleno de magia. A 408 años de su fundación, ese sentimiento cósmico se dimensiona en su larga vida.

Por las noches –decía mi madre, María Habas Armenta, cuando desgranaba las leyendas del pueblo donde nació-, brotan desde la oscuridad de sus calles y huertos que emanan aroma de guayaba, el sonido de los tambores ceremoniales yaquis, porque su raíz verdadera es indígena, como su nombre.

Luego, me contaba historias de costumbres y actitudes de la gente de principios del siglo XX (su padre, mi abuelo Nacho Habas, había nacido en el año 1900), y su narrativa prodigiosa imitando el aullido de coyotes, el chillido de las lechuzas o el canto sombrío del tecolote que inquietaba las almas supersticiosas de las familias, emocionaban mi corazón niño.

Cócorit, pues, tiene los contrastes de la luz y de las sombras. Por sus calles cabalga la historia yoreme y yori, porque fue uno de los Ocho Pueblos Yaquis donde plantaron su huella los sacerdotes Andrés Pérez de Ribas y Tomás Basilio, durante el arribo de los españoles a territorio indígena. Y aunque existen controversias sobre si fue fundado por dichos jesuitas en su devenir por el Yaquimí en 1617, lo cierto es que Cócorit ya existía. Ahí estaba el alma y la pasión indígena, desde siempre.

Además, con el transcurrir de los años, dentro de la cultura yori, también se constituyó en la primera cabecera municipal donde se asentaron los poderes comunitarios, hasta que el 29 de noviembre de 1927, el entonces gobernador Fausto Topete Almada, decretó la Ley No. 16, para erigir Municipio a la hasta entonces Comisaría de Cajeme, espacio que nació en 1907, luego de dar paso a la perforación de un pozo y construcción de una casa de madera (Estación Bandera Cajeme), diez kilómetros al sur de Estación Esperanza, para abastecer de agua a las máquinas del tren.

El cronista de Cócorit, Humberto Ramírez, mantiene testimonios señeros de la historia de dicha comunidad, los que, ciertamente fortalecen la microhistoria regional, y ha sido notorio su esfuerzo por impulsar ante diferentes administraciones municipales y el mismo Congreso del Estado, la gestión para que tan singular comunidad sea considerada Pueblo Mágico, lo que desgraciadamente no se ha logrado.

Por eso, las gestiones que ha venido impulsando Humberto y diferentes administraciones municipales junto con integrantes de la sociedad civil, a favor de que Cócorit alcance categoría de Pueblo Mágico deben ser valorados en su dimensión justa por el actual Congreso, gobierno del Estado Federación, para que se formalice tan anhelado nombramiento.

Hay mucho por hacer, en Cócorit. Reconociendo, de entrada, su raíz cultural e histórica, de tal manera que bien podría fortalecerse el Museo de los Yaquis, con una vertiente del nacimiento de Cajeme, a través de testimonios materiales de sus primeros pobladores, fotos, muebles, utensilios. Y, también, dándole forma y trazo a una perspectiva encaminada a preservar los dialectos autóctonos, promoviendo la creación del Instituto Lingüístico del Noroeste, para que la identidad de los pueblos que son semilla y espiga de Sonora, no se extinga.

En mayo de 2017, cuando se cumplieron los 400 años de la fundación del poblado, se instaló en la señorial plaza el Parlamento Local, como parte de tan importante celebración, donde se trataron temas referentes a la problemática de la comunidad. Ahí estuvieron los entonces diputados Emeterio Ochoa, Kiki Díaz Brown, Brenda Jaime, Omar Guillén, Rafael Buelna.

Cócorit, pues, está de fiesta por sus 408 años de vida. Renace en la imaginación de las nuevas generaciones, pero también en la memoria de sus viejos pobladores quienes son testimonio de las raíces de un pueblo empeñado en hacer florecer su historia…

Le saludo.

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