Enrique Velázquez se ganó el tigre de la rifa. Su designación como rector de la Universidad de Sonora lo compromete no sólo con el grupo que impulsó su candidatura, sino con la comunidad universitaria y con una sociedad sonorense que se pregunta varias cosas, entre ellas, sobre su voluntad política para incorporar visiones que rebasen la perspectiva de ‘Los Químicos’. Y abra el debate sobre las verdaderas razones para reformar la vida universitaria en todos los sentidos.
Al filo del plazo marcado por la Ley 4, la Junta Universitaria decidió ayer que el nuevo rector de la Universidad de Sonora es el doctor Enrique Fernando Velázquez Contreras.
El proceso de selección estuvo lejos de ser un día de campo. Antes bien, estuvo plagado de fricciones, confrontaciones y una batería de campañas negras como nunca antes se había visto en otros procesos, que si bien no se habían caracterizado por su tersura, dada la propia naturaleza de la universidad pública, tampoco habían llegado a esos niveles, si bien hay que apuntar la contribución de las redes sociales al denuesto y al escarnio.
A la contienda se registraron 14 candidatos, ocho de los cuales se quedaron en el camino durante una primera ronda, entre ellos Raúl Guillén López, a quien muchos le colgaron la etiqueta de ser el candidato oficial del gobierno del estado.
Personalmente pregunté en su momento a la gobernadora Claudia Pavlovich sobre este tema, y me aseguró que el único interés que tenía en esa contienda, es que se desarrollara en armonía, civilidad y respeto total a la autonomía universitaria y al trabajo del órgano responsable de la decisión final.
Eso no excluye, sin embargo, el interés de algunos personajes para impulsar alguna candidatura que rompiera la continuidad del grupo conocido como Los Químicos, premisa en la que coincidían otros grupos que tradicionalmente operan en la Máxima Casa de Estudios.
Quienes conocen el devenir de los procesos sucesorios en la Universidad de Sonora saben que los grupos que a lo largo de muchísimos años operan allí tienden a cerrar filas frente a quienes consideran ‘candidatos externos’, personajes que aun siendo egresados de la Unison, han hecho buena parte de su vida profesional en el servicio público, cual es el caso de Guillén López y de otros contendientes.
Cuando arreció la campaña contra el rector Heriberto Grijalva y su delfín Enrique Velázquez, teniendo como punta de lanza al dirigente del sindicato de académicos, Javier Quintanar, un filopanista cuya denuncia por presuntos actos de corrupción y enriquecimiento inexplicable contra los antes mencionados fue rápidamente atendida por la Fiscalía Especial Anticorrupción, se advirtió la mano de operadores gubernamentales, y al interior de la universidad se le endosó esa campaña a Guillén López.
Cierto o no, el primer damnificado fue el propio Guillén López, eliminado en la primera ‘criba’ de la Junta Universitaria, donde quedaron fuera ocho de los 14 aspirantes.
Confrontar a la autoridad universitaria no fue el mejor método y tuvo un efecto contrario al esperado, pues provocó el cierre de filas incluso de grupos que vieron en las auditorías, las denuncias y la intervención de la fiscalía especial anticorrupción, un amago de violación a la autonomía universitaria. Vale decir que los liderazgos de esos grupos, que antes de la intervención de la Fiscalía operaban para romper la continuidad de ‘Los Químicos’, tomaron distancia de lo que consideraron una ‘cargada gubernamental’.
Provocó además el rechazo de varios integrantes de la junta universitaria, que no comulgan con las campañas negras y otros recursos utilizados en redes sociales para desacreditar a algunos candidatos, señaladamente al propio Velázquez, aunque también le tupieron a Amelia Iruretagoyena.
Finalmente la Junta decidió por Enrique Velázquez, quien debe tomar posesión el próximo 16 de junio. La votación de la Junta Universitaria, compuesta por 15 integrantes entre los que se cuenta el rector en funciones fue como sigue: un voto para Ezequiel Rodríguez Jáuregui; cuatro votos para Amelia Iruretagoyena y diez votos para Enrique Velázquez.
De los seis finalistas, no tuvieron un solo voto Etty Estévez Nénninger, Rafael Ramírez Villaescusa y Joel Enrique Espejel Blanco.
La decisión está tomada. Lo que sigue es darle la vuelta a la página y seguir trabajando para mantener a la Universidad de Sonora como la Máxima Casa de Estudios en Sonora y una de las diez mejores universidades del país, y para ello, el nuevo rector tendría la obligación de retomar las mejores propuestas de los otros candidatos, y eventualmente la incorporación de algunos de ellos, en áreas estratégicas de la administración universitaria.
Eso mandaría un mensaje de inclusión y de voluntad política para incorporar visiones más allá de las de un solo grupo, lo que ciertamente contradice la esencia universal de la Máxima Casa de Estudios.
El otro gran debate que viene, es el de la vigencia de la Ley 4. Una ley aprobada hace 26 años, en una coyuntura política muy específica que quizá no tenga ya mucho que ver con la realidad actual. Varios de los aspirantes a la rectoría en esta contienda se pronunciaron a favor de una reforma a esa ley, que entre otras cosas rige los procesos sucesorios en la Unison y establece las instancias y mecanismos para definir el relevo de mandos a partir de mecanismos básicamente antidemocráticos.
Hay que ver cuántos de los 13 aspirantes que se inscribieron en esta contienda, deciden insistir en esa reforma que democratice la vida universitaria, cuántos enseñan el cobre de su inscripción como meras comparsas, cuántos se guardan en la zona de confort que da la nómina de la Unison, cuántos regresan a la nómina gubernamental dejando pasar otros cuatro largos años hasta que se vuelva a calentar el ánimo sucesorio en la Máxima Casa de Estudios.
Sólo para el registro, aquí van los nombres de esos que quizá veamos en 2021 buscando otra vez la rectoría, aunque no los veamos en todo ese trayecto, promoviendo iniciativas para la reforma que democratice la vida universitaria y le dé voz y voto a estudiantes, maestros, trabajadores y empleados; a egresados y a todos los interesados en que la Unison avance y se consolide como lo que ya es, pésele a quien le pese: la Máxima Casa de Estudios en Sonora.
Y que quizá tampoco los veamos promoviendo iniciativas para mejorar y fortalecer la docencia, el extensionismo, la vinculación de la universidad, temas en los que hace mucha falta incidir con propuestas, independientemente de los tiempos electorales.
Estos son:
Héctor Francisco Duarte Tagles, Joel Enrique Espejel Blanco, Etty Haydeé Estévez Nenninger, Aquiles Fuentes Fierro, Raúl Guillén, Amelia Iruretagoyena, Ignacio Lagarda, Juan Bautista Lagarda, Fermín Machado, Rafael Ramírez, Ezequiel Rodríguez, y Luis González, Jorge Sáenz Félix y Enrique Velázquez Contreras.
Ahí se los dejo para los próximos cuatro años.
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