“Ser poeta –canta y grita el juglar español Manuel Pacheco- es tener un arcángel sonámbulo navegando los ríos de las venas”. Sí, porque como él mismo lo expresa, ser poeta es luchar contra el muro de niebla que las palabras ponen entre los hombres…
Por eso hoy lo invito a que musitemos juntos una oración laica que escribí hace tiempo, y a no cerrar los ojos ante una realidad que nadie debe minimizar…
Bernardo Elenes Habas
No permitas, Señor, que sufran frío los niños.
No permitas que el hambre devore sus entrañas.
No dejes que sucumban en sus casitas tristes,
donde el olvido reina, donde el peligro mata…
No permitas, Señor, ahora que es invierno,
que se oyen villancicos en calles alumbradas
y brotan los deseos de bienaventuranza,
que los niños sencillos del color de la tierra,
los que sueñan contigo escribiendo tu nombre
con los últimos soles que regala la tarde,
se duerman sin cenar, sin cobija en su cama,
sin tiempos florecidos, sin zapatitos nuevos…
No permitas, Señor, que sus palabras vuelen
preguntándole al mar, a la sierra, al valle,
¿por qué los olvidaste, por qué en otros lugares
te das a manos llenas, y a ellos, los pequeños
que son también tus hijos, no cumples sus anhelos…?
No permitas, Señor, que los niños de hoy,
los de los ojos negros, los de palabra breve,
los de hambre infinita, sean mañana los hombres
que reclamen tu olvido…
No permitas, Señor…
Le saludo, lector.