Poema de domingo.- Desde 1533, con la llegada de los españoles al Yaquimí,

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Bernardo Elenes

Poema de domingo.- Desde 1533, con la llegada de los españoles al Yaquimí, la Tribu Yaqui trazó la línea de su lucha sin treguas en el pecho de su territorio, contra los íberos. Pero esa defensa se extendió, al paso de los años, para combatir a ambiciosos mexicanos y extranjeros amparados por el porfiriato, propiciador del sangriento exterminio de la raza yoreme, hasta que asomó la bandera justiciera de Tata Lázaro.

Nadie más ha actuado con la profundidad social y humanista como lo hizo Cárdenas a favor de los yaquis, quien los amó y respetó, haciendo que la semilla de su decreto y su palabra de Presidente de México, florecieran con el agua del Jiak Batwe, dando certidumbre a sus tierras de cultivo y potreros, sin simulaciones, sin retorcer a conveniencia el alma de la historia…

Por eso el poeta y periodista cajemense Bartolomé Delgado de León, resume en un poema la realidad justiciera del Gobierno Cardenista en el pasado, y los acechos que enfrenta ahora la etnia, quien no ha dejado de sostener cruentas batallas, primero con las armas, ahora con el espíritu de la ley, por su libertad, sus tradiciones, sus costumbres, su cultura, su idioma, contra los modernos saqueadores que pretenden erradicar del Bakatete y del corazón de los Guerreros Coyote, la herencia de agua y sol de Lázaro Cárdenas del Río. 

Plasmó Bartolomé, en unos versos:

“Oye, señor General, /tata y protector de indios:/ ¿cuándo otro, como tú,/ vendrá por nuestros caminos?”.

No por ahora, Maestro Bartolomé, porque no existen señales luminosas de justicia en el horizonte…

Bernardo Elenes Habas

Mi corazón yoreme

no ha sido derrotado, 

tiene las cicatrices 

del tiempo y del dolor,

se le clavaron hondo

extranjeras miradas,

lo arrastraron sin tregua

por más de cuatro siglos

y desde el Maso Koba

-una tarde de invierno-,

brutal, violentamente

lo hicieron descender.

Cuando la luna crece

y aúllan los coyotes,

se viste de venado,

recorre las llanuras, 

busca la serranía, 

siembra la libertad.

Pero al morir la noche

y despertar el día,

mi corazón yoreme,

lleno de rebeldía,

se vuelve una pitahaya

herida por el sol…

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